lunes, 16 de julio de 2012

Invadidos por la zozobra


Me gustaría sobremanera utilizar los Tomas de Horas para escribir de manera placentera sobre el Flamenco; Sevilla -pasado y presente- y, de forma preferente, adentrarme en los hermosos terrenos de la Literatura y, más concretamente, en su plasmación con los relatos cortos por bandera. Intentando, desde la modestia y el convencimiento de mis limitaciones, proporcionar algo de felicidad y entretenimiento a aquellos/as que amablemente nos leen. Compartir mis experiencias con quienes aman y sienten el Arte Jondo y también, como no, servir de soporte y guía para la cantera de nuevos aficionados. Escribir de una Sevilla históricamente esplendorosa con su correspondiente e inevitable compendio de luces y sombras. Hacerlo de un presente donde por sus calles sea posible –y sobre todo comprobable- que es verdad que después de la tempestad viene la calma. Narrar creando mundos de ficción para ayudar a superar la opresora barrera de la cotidianidad. Reír, llorar, gozar y padecer con los demás como una forma de sentirte integrado en un colectivo de personas afines en sensibilidad. Tengo tres libros “cocinados” y pendientes de publicación: un ensayo sobre el Flamenco del siglo XXI, una novela y una selección de poemas y letras flamencas. No creo que ninguno vea la luz y la verdad es que, dado los tiempos que corren, no me produce ninguna desazón. Sinceramente, es algo que no me quita el sueño. Alguna que otra Editorial se muestra interesada en su edición, pero a costa de proponerme que sufrague una parte considerable de los gastos (¿). Tiene cierta lógica que un “plumilla” como un servidor no gane emolumentos con lo que escribe pero, tampoco que me cueste dinero el hacerlo. Como decía Machado, don Antonio: “Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito. / A mi trabajo acudo, con mi dinero pago / el traje que me cubre y la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho donde yago”. Esta “ventanita”, que afectuosamente me construyó mi amigo Salva Gavira, colma todas mis aspiraciones a la hora de expresar emociones y opiniones. Nos gustaría, eso si, mostrar una forma de vida más placentera. Pero la realidad, la cruda realidad, manda sobre las intenciones y, en no pocas ocasiones, nos vemos obligados a denunciar cuanto de perverso nos rodea. Vuelvo de nuevo a mi Poeta de cabecera: “Desdeño la romanzas de los tenores huecos / y el coro de los grillos que cantan a la luna. / A distinguir me paro las voces de los ecos / y escucho solamente, entre las voces, una”. Vivimos instalados en la zozobra y siempre con el convencimiento de que lo malo todavía puede estar por llegar. Nadie elige una época para vivir y mucho menos por los mares que la vida le obligará a navegar. Sin embargo, que no cunda el pánico y muchos menos la desesperanza. Vivimos, respiramos, gozamos, padecemos y soñamos. La vida, a pesar de los pesares, es tremendamente hermosa y te ofrece una y mil formas de gozarla en su infinita belleza. Corren malos tiempos (¿cuando han sido buenos para nosotros en este país?) y toca sacar a pasear el denostado y olvidado espíritu de la solidaridad. Cuando ya no estemos no habrá ni malos ni buenos tiempos. Vivimos una época de amortizaciones vertiginosas y, al ausentarnos definitivamente, sobre lo vivido mandará el olvido. Después, tan solo quedará una cortina rasgada para que entre diáfana la luz que dimana de los Hijos de Abraham.

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