miércoles, 7 de junio de 2017

Alimento del alma






“Poesía para el pobre, poesía necesaria

como el pan de cada día, como el aire

que exigimos trece veces por minuto”

- Gabriel Celaya -



Desde la antigua Roma y, posiblemente, desde etapas anteriores la poesía es lo único que consigue perdurar y vencer a los avatares del tiempo. Permanece inalterable para dar testimonio -con sus grandezas y miserias- del paso por la tierra de los seres humanos. En los epílogos existenciales siempre queda la poesía y quedan los grandes poetas que le dieron forma y contenido. La poesía siempre ha tenido “mala prensa” y siempre se ha considerado a los poetas como gente rara que se dedican a cantarle a la luna y a soñar amores imposibles.  Es único y memorable el “plantel” de grandes poetas que ha dado esta  España nuestra de camisa blanca e ideas negras (en Andalucía y Sevilla ni les cuento).  La vida sin la poesía siempre será menos vida. La poesía está en la buena música; en las buenas películas; en las buenas obras de teatro; en la pintura y, como es natural, en la rima de los poetas.  La naturaleza nos muestra su divina paleta de colores a través del mundo de la poesía.  El amor, los amores, empiezan casi siempre de manera poética y, no pocos, terminan como terminan. Si asumimos que corren malos tiempos para la lírica en lo que a poesía se refiere es una época de absoluta marginación. Tenemos a grandes poetas contemporáneos que son obviados culturalmente entre la desidia y la falta de lectores.  Si una etapa tan convulsa como la actual no tiene poetas que den testimonio de la misma pasaremos del vacío a la nada. Vivimos en el alambre sin la protectora y necesaria red sentimental  de la poesía. El alimento del alma duerme su ostracismo entre códigos de barras y claves.  Números, números y más números. Un día la noche se hará eterna y cuando convoquemos a los poetas ya será demasiado tarde.  Nuestro ostracismo los habrán enterrados en vida.





Juan Luis Franco – Miércoles Día 7 de Junio del 2017



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