Venía desde Dos
Hermanas (la tierra de Juan Talega)
de comprobar in situ que mis nietos progresan más que adecuadamente. Están
guapos de coj....” y me sostienen con
sus risas en este mundo de falsos pergaminos, mustias doncellas, inmisericordes
mercaderes y alegres vividores. El tren
de cercanías que viene de Utrera y
llega hasta Lora del Río viene con
poca gente y se nota un halo de tranquilidad entre los pocos viajeros. Veo a
una muchacha cincuentona con una belleza rotundamente sevillana mientras lee un
libro al que, por la distancia, no acierto a ver el titulo. Dos mujeres mayores en perfecto estado de
revista hablan en voz baja de sus cosas y de sus casos. Dos adolescentes se
entretienen cada una en sumergirse en sus móviles para hablar con los que
tienen lejos obviando a la que tienen cerca. Una madre joven le da amorosamente
un biberón a un niño rubio que parece salido de un anuncio. Un hombre de mediana edad con su mono de
trabajo encasquetado se está quedando dormido a pesar de su inútil resistencia.
Pasa por el pasillo un vigilante de seguridad con una porra atada al cinto y un
chaleco de seguridad tan grande que le tapa completamente los hombros. La tarde
se está muriendo poco a poco y esa luz tan machadiana y tan nuestra se resiste
a dejarnos del todo. Por los auriculares me está sonando José Mercé por Bulerías. Una
sensación de felicidad me recorre la espalda y doy gracias a Dios por todavía
poder dar fe de estos mágicos momentos. Cierro los ojos por un momento y me
brota solo este poema:
“La tarde va entre raíles
Por los sueños
caminando
Suspiros salen
a miles
Que sus notas
van dejando.
¡Dios mio
cuanta hermosura
Que al loco lo
vuelve cuerdo
Y al cuerdo le
da locura!
Juan Luis Franco – Viernes Día 9 de Junio del 2017
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