Pedro, don Pedro de la Santa Concordia, es un ilustre y bondadoso vecino que ya ha sobrepasado la barrera de los 90 años de edad. Su estado físico y mental es excelente y vive solo, sin más compañía que una gata de angora gorda y arisca. Franquista converso y confeso estuvo en su juventud combatiendo con la División Azul por las frías estepas siberianas. Fue amigo intimo del General Muñoz Grandes y está en posesión de una cruz laureada de no se que concepto. Me cuenta, que los pocos tiros que tuvo que dar los pegó al aire, pero que nunca le dio a nadie un tiro de gracia. Persona este Pedro de exquisita educación, comportamiento solidario y bondadoso y, de una enorme y amplia cultura. Nació y se crió en el Barrio de la “Carzá” y se marchó muy joven a los madriles. Volvió ya casado y con una hija a Sevilla, donde trabajó hasta su jubilación como administrativo en el Puerto. Allí le fueron bien las cosas ocupando cargos de máxima responsabilidad portuaria. Miraba cada mañana el horizonte a ver si veía aparecer “el barco del arroz” que nunca llegó a nuestra Ciudad. El único barco que veía llegar cada día era el de la pena negra, que movía sus velas al compás del viento de la amargura y que se arrastraba por la corriente de la hambruna inmisericorde. Rescoldos de una Guerra de sangre y sombras de la que él siempre renegó. Sevilla del estraperlo donde se generaron muchas fortunas a costa de las apremiantes necesidades de las clases más humildes. Siempre nos hemos profesado un profundo respeto y un sincero afecto. Él sostiene impertérrito que el pluripartidismo es una ruina para este País, y yo que siempre combatiré con todas mis fuerzas cualquier tipo de dictadura. Esta profunda diferencia ideológica no ha sido óbice para que a lo largo de los años hayamos mantenido una relación fluida y afectuosa. De vestir siempre impoluto, la cabeza siempre cubierta, con su apolíneo bastón, modales aristocráticos y, cada mañana caminando con su ABC bajo el brazo y su talega (no quiere bolsas de plástico) del pan bamboleándose en una mano (tengo dudas de si es la izquierda o la derecha. Pero en definitiva el pan es el pan).
Lo cuida una hija –de tal palo tal astilla- con esmero y, que dada su vivienda cercana lo visita a diario y lo atiende en sus necesidades más primarias. Aparte de que en nuestro bloque es sumamente querido y respetado. No es para menos. Os cuento una anécdota: Pedro se enteró que un vecino con dos niños pequeños se había quedado parado y le estuvo pagando la comunidad todo un año. Le puso como condición que no se lo dijera a nadie. Que a estas cosas no hay que darles publicidad. Nos hemos enterado del asunto de manera casual muy recientemente. Lo triste es que el vecino al que le pagó la comunidad se ha mudado y parece ser que ni siquiera le ha dado las gracias. ¿Sería por no deberle nada a un franquista?
En los últimos meses ha tenido algunos problemillas de salud llegando a sufrir un par de “jamacucos” callejeros. Esto condicionó que la hija me pidiera que la ayudara a convencerlo de contratar a una persona para cuidarlo. No nos resultó fácil pero al final cedió a nuestras pretensiones. Se encarga de sacarlo a pasear un peruano tan pequeño de estatura como grande de corazón. Verlos venir juntos por la calle es un canto a la excepcionalidad de la vida a la hora de configurar parejas. Pedro camino agarrado del brazo del peruano que lo lleva con el mismo celo que un padrino a la novia.
Pedro en sus años mozos debió rondar el metro noventa. “Chicharito”, como me dijo el peruano que le llamaban sus amigos, no debe exceder mucho del metro cincuenta. Son una versión sevillana-peruana del Dúo Sacapuntas. Una especie al revés de Machu-Pichu y el Monte Gurugú. Ambos están encantados de haberse conocidos. Un día Pedro preocupado por la posibilidad de que “Chicharito” buscara acople en otra olla, me confesó lo que le pagaba semanalmente y si me parecía correcto. Le dije que con esa cantidad existen “progres” que pagan sus necesidades domesticas de todo un mes. Pero, eso si, consideran al servicio domestico como “de la familia”. Ya se quedó más tranquilo. No se cuales serán sus temas de conversación en sus mañanas de paseo y desayunos compartidos. Puede que Pedro le cuente sus aventuras y desventuras por tierras rusas y el “Chicharito” (por cierto así apodan a un jugador de la selección de fútbol mejicana) le hable de su vida en tierras peruanas. Quiera el Dios de los cielos que esta relación dure algún tiempo. Será difícil. Pedro esta apuntado en la lista de embarque de la nave de los que nunca han de tornar y, “Chicharito”, tendrá que seguir peleando por buscarse de manera honrada su supervivencia.
Lo cuida una hija –de tal palo tal astilla- con esmero y, que dada su vivienda cercana lo visita a diario y lo atiende en sus necesidades más primarias. Aparte de que en nuestro bloque es sumamente querido y respetado. No es para menos. Os cuento una anécdota: Pedro se enteró que un vecino con dos niños pequeños se había quedado parado y le estuvo pagando la comunidad todo un año. Le puso como condición que no se lo dijera a nadie. Que a estas cosas no hay que darles publicidad. Nos hemos enterado del asunto de manera casual muy recientemente. Lo triste es que el vecino al que le pagó la comunidad se ha mudado y parece ser que ni siquiera le ha dado las gracias. ¿Sería por no deberle nada a un franquista?
En los últimos meses ha tenido algunos problemillas de salud llegando a sufrir un par de “jamacucos” callejeros. Esto condicionó que la hija me pidiera que la ayudara a convencerlo de contratar a una persona para cuidarlo. No nos resultó fácil pero al final cedió a nuestras pretensiones. Se encarga de sacarlo a pasear un peruano tan pequeño de estatura como grande de corazón. Verlos venir juntos por la calle es un canto a la excepcionalidad de la vida a la hora de configurar parejas. Pedro camino agarrado del brazo del peruano que lo lleva con el mismo celo que un padrino a la novia.
Pedro en sus años mozos debió rondar el metro noventa. “Chicharito”, como me dijo el peruano que le llamaban sus amigos, no debe exceder mucho del metro cincuenta. Son una versión sevillana-peruana del Dúo Sacapuntas. Una especie al revés de Machu-Pichu y el Monte Gurugú. Ambos están encantados de haberse conocidos. Un día Pedro preocupado por la posibilidad de que “Chicharito” buscara acople en otra olla, me confesó lo que le pagaba semanalmente y si me parecía correcto. Le dije que con esa cantidad existen “progres” que pagan sus necesidades domesticas de todo un mes. Pero, eso si, consideran al servicio domestico como “de la familia”. Ya se quedó más tranquilo. No se cuales serán sus temas de conversación en sus mañanas de paseo y desayunos compartidos. Puede que Pedro le cuente sus aventuras y desventuras por tierras rusas y el “Chicharito” (por cierto así apodan a un jugador de la selección de fútbol mejicana) le hable de su vida en tierras peruanas. Quiera el Dios de los cielos que esta relación dure algún tiempo. Será difícil. Pedro esta apuntado en la lista de embarque de la nave de los que nunca han de tornar y, “Chicharito”, tendrá que seguir peleando por buscarse de manera honrada su supervivencia.
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