viernes, 16 de julio de 2010

La Herencia envenenada




Leo no sin cierto estupor el titular de cabecera en el “Diario de Sevilla” del pasado sábado día 10 de julio. Decía lo siguiente: “El alcalde gasta en cinco años todas las reservas financieras del PGOU”. “Ingresos millonarios: Los convenios suscritos con los propietarios permitieron recaudar 172,1 millones”. “La construcción en la Plaza de la Encarnación del proyecto Metropol Parasol se ha “tragado” de los fondos del PGOU por encima de las 65 millones de euros”. Estos son a grosso modo algunas de las conclusiones de un más que interesante informe que el citado periódico publicó bajo la docta pluma de Carlos Mármol. Atroz y significativo documento periodístico de por donde navegan los dineros de nuestro “querido” Ayuntamiento. Ante la esperada y excelente noticia de que el actual alcalde (sigo en mis treces de no nombrarlo) no se presentará a la reelección, se abre una incierta interrogante ante lo que le espera al que le suceda en el cargo. No se si será el señor Zoido o el señor Espadas (otras posibilidades no creo que existan y además producen escalofríos). Lo que queda meridianamente claro es que van a tener que gestionar una herencia envenenada. La misma que ha estado motivada por una gestión inoperante y algunos casos que recordar no quiero. No deben –o debían- de perder un solo minuto en lamentarse del “regalito” de Ciudad que van a encontrarse. Se debería llevar a rajatabla aquello de: “A rey muerto (políticamente claro está) rey puesto”. Será una ingente tarea la que tendrán que desarrollar para sacar a esta maltratada Ciudad de la UVI política, social y cultural. Insistir una vez más que debía gobernarla quien más votos consiga, es predicar en el desierto y por añadidura un sano ejercicio democrático llamado a caer en saco roto. Lo cierto, lo lamentablemente cierto, es que una vez “pulido” los fondos financieros del PGOU, no existen posibilidades de acometer nuevas obras que demanda con urgencia la Ciudad y, lo más grave, es la tremenda repercusión que esto tendrá en la –no- creación de puestos de trabajo. Soy de los muchos convencidos (habrá quien legítimamente piense lo contrario) que nunca Sevilla estuvo peor gestionada desde la entrada de la anhelada democracia. Se hicieron las cosas de manera poco –o nada- concensuadas con los ciudadanos y, se les olvidó a los creadores del Pacto de Progreso, quien estaba haciendo autostop y quien era el dueño legítimo del coche. Se ha permitido utilizar a la Casa Grande de todos los sevillanos como una sucursal casposa y cutre del Kremlin. Ser pusilánime en política es un grave defecto que se termina pagando en las urnas. Cuando todavía no se han iniciado siquiera las prospecciones para la línea 2 del Metro, ya se ha abierto un debate sobre el número de estaciones que deben construirse en el centro. Que si dos, o tres e incluso cuatro. ¿Quiénes de los que ahora somos sesentones conoceremos una nueva línea del metro sevillano? Poco importa que se nos tache de pesimistas y catastrofistas puesto que ya llueve sobre mojado. Gastan el dinero de los contribuyentes sin tener que rendirle cuentas a nadie y nosotros, en honor a la verdad, tampoco se las pedimos. ¿Para que cojones necesita Sevilla un mamotreto como las “Setas” de la Encarnación con las carencias que tiene la Ciudad?

Intentar pasar a la posteridad por la construcción de obras faraónicas y que, como ha quedado de manifiesto solo sirven para vaciar las arcas municipales, es síntoma inequívoco de lo que han hecho algunos políticos “socialistas” con el espíritu de la socialdemocracia. Nos quedan años difíciles, muy difíciles, hasta que la Ciudad levante al vuelo hacia cimas mejores.
Despojarnos de nuestro pertinaz individualismo y preocuparnos por retomar el necesario y noble sentimiento de lo colectivo será fundamental. Hemos acostumbrado a los políticos a pensar por nuestra cuenta –nunca mejor dicho- y así nos va.

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