lunes, 26 de julio de 2010

Hasta que el veraneo nos separe




Psicólogos y sociólogos coinciden que cada verano, y dentro del periodo vacacional, aumenta de manera vertiginosa el número de parejas que se separan. Juntos de “por vida” hasta que el Nivea factor de protección 20, los espetos de sardinas, las tortillitas de camarones y los tintos de verano nos separen. Tú a Boston y yo a California. Como cantaban los Payos: la playa estaba desierta/ el mar bañaba tu piel/ cantando con mi guitarra para ti María Isabel/ Coge tu sombrero y póntelo y…..en septiembre nos vemos en el despacho de Enrique (el amigo común abogado). Por lo visto aguantarse cuatro o cinco horas al día durante el año es medianamente pasajero, pero veinticuatro horas diarias ya es harina de otro costal. Vernos un ratito cuando las tardes pierden su fulgor y estamos exhaustos de la batalla diaria tiene un pase (en algunos casos una faena completa), pero no dejar de vernos desde el amanecer hasta el anochecer ya resulta demasiado empalagoso. Ayer, de novios, veíamos las puestas de sol cogidos de la mano y soñando con las rimas de Bécquer. Hoy, ya con algunos años de casados a las espaldas no vemos casi nada. Ciegos de tintos de verano, colorados como salmonetes y, escuchando en los auriculares -mientras nos sustraemos de la vida y la naturaleza- a Joaquín Sabina (“tardé, en aprender a olvidarla, diecinueve días y quinientas noches”). Todo sin excepción funciona en la vida por ciclos. Ella misma –la vida- así lo determina: nacer y morir forman parte del mismo guión. Nadie, cuando ilusionado comienza una relación de pareja, pone fecha de caducidad a la misma. Lo paradójico es que buscamos similitudes en las relaciones de los demás, cuando las mismas son personales e intransferibles. Prestar oídos y atenciones a comentarios como: “eso mismo que le pasa a vosotros le pasó a mi cuñado y lo resolvieron acudiendo a un asesor matrimonial”; “una vecina mía pasó por una situación similar a la vuestra y todavía está lamentando el no haberse separado” o bien: “yo que tu intentaba arreglar las cosas antes de separarme”. Al final todo caerá en saco roto y cada cual tomará las decisiones que considere pertinente. ¿Qué puede uno/a equivocarse o acertar? Posiblemente, pero en definitiva vivir consiste en arriesgar a la hora de tomar decisiones. Lo importante es salir –si así lo demandan las circunstancias- de una relación de pareja con el alma libre de rencores y, pensando que la experiencia ha merecido la pena. La pregunta que surge es: ¿tanto han cambiado los tiempos que antes el verano era época de enamoramiento y ahora de alejamiento? Posiblemente sea el peaje que cada época nos demanda. La gente antigua dicen –creo que erróneamente- que “hoy los matrimonios no aguantan nada”. Muchas de estas sufridas mujeres de posguerra aguantaron cincuenta y sesenta años de matrimonio sufriendo en sus carnes –y en sus almas- el machismo más inmisericorde. No tenían alternativas, puesto que carecían de medios de vida propios al margen de sus maridos y, sobre todo, aguantaron por el bienestar de sus hijos. Ya hoy –afortunadamente- la María Isabel de Los Payos se pone el sombrero cuando le sale del……y, si la playa estaba desierta, es porque la gente había ido a coger cita a los despachos de los abogados matrimonialistas. Lo importante, lo verdaderamente importante, es que si tenemos que dar este paso cuando todavía tenemos arena hasta en los…..lo hagamos de manera civilizada y asumiendo lo que decía Kennedy: “la victoria tiene un centenar de padres, pero la derrota es huérfana”. Más que de ganar o perder se trata de vivir sin engañarte ni engañar a tus sentimientos.

Los besos perdidos siempre se los lleva el aire de la nostalgia y los estampados de corazón permanecerán siempre indelebles. Cada uno -o cada una- dentro de su incuestionable libertad, debe elegir el camino a seguir y con quien desea compartir en cada momento este viaje por la vida y las cosas. Como dice una letra de Moreno Galván con el eco milenario mairenista de José Menese:


Si a beata te has metío/
te vía a rezá un pare nuestro/
pa que vayas blanqueando
las paeres del convento.



Nota preocupada y solidaria. Leo con estupor que en el presente mes de Julio se ha superado el triste y canallesco récord de mujeres asesinadas por sus “parejas”. Terrible, tremendamente terrible, que no consigamos dar con la tecla que afine este perverso piano que suena a sangre y a lagrimas negras. Denunciemos, ayudemos y colaboremos con las mujeres maltratadas que son victimas de la barbarie y la sinrazón más canallesca. Si miramos para otro lado, cuando un día llevemos un ataúd sobre nuestros hombros ya será demasiado tarde para lamentaciones.

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