“La vida humana siempre estuvo barata, pero quizá nunca como ahora, y a quienes han visto lo que nosotros hemos visto poca confianza en el futuro puede quedarles”
(Extracto carta de Luís Cernuda a Concha de Albornoz fechada el 20 de Agosto de 1945)
Un gesto violento, una actitud irracional y ya, de manera definitiva, puede verse sustancialmente alterada la vida de las personas. Vivimos inmersos e instalados peligrosamente en el salvajismo más pernicioso y primitivo. Hace pocos días en la capital de España ocurrió un hecho demostrativo de a donde hemos llegado. Un matrimonio que iba en un coche sostiene una discusión de tráfico con un hombre de 76 años de edad. Era el ocupante del otro coche en cuestión. Este, ni corto ni perezoso, sale de su vehiculo armado con una pistola. Obliga a salir del coche al matrimonio con los que discutía y dispara a quemarropa contra la mujer. Persigue a tiro limpio al marido que huye despavorido calle arriba sin conseguir alcanzarlo. Vuelve sobre sus pasos y al comprobar en el suelo a la mujer, herida pero aun viva, la remata de un par de tiros en la cabeza. Esto es lo que hay. Lógicamente carecía de licencia de armas, no tenía antecedentes penales y se negó a declarar ante el juez. Luego vendrán los informes psicológicos y los arrepentimientos “espontáneos”. La edad, el estrés de la vida moderna, la locura transitoria……. Todo ya inútil a posteriori. Lo evidente es ha quedado destrozada una familia de por vida.
Soy asiduo usuario de los autobuses municipales sevillanos y, dada mi capacidad de observación, compruebo que algunas veces flota en el ambiente un aire de violencia gratuita presta para entrar en combate. Esto no es solo patrimonio de la gente joven, ni muchísimo menos, pues entre la generación de la llamada Tercera Edad, hay algunos especimenes dignos de figurar entre las huestes del apache Jerónimo. Inician una discusión por algo insustancial y solos (fundamentalmente hombres) se van animando y subiendo de tono, hasta conseguir situarse en los preámbulos de la violencia física. Creo, que todo es consecuencia de una Sociedad hostil, insolidaria e inculta, propiciada por una clase política que en la teoría se les llena la boca de Educación y, en la practica propician –con su ejemplo y su praxis- comportamientos agresivos e irracionales. El debatir las cuestiones que nos afectan y la critica constructiva sobres las mismas, no es que sean solo buenas, sino incluso imprescindibles para una sana convivencia democrática. Llamar “debate” a los numeritos que se producen en el Parlamento o el Senado es confundir la esencia de las cosas. Deleznable es el “legado” que algunas televisiones privadas han aportado al denigrante mundo de la ordinariez y la violencia más perversa y gratuita. Todo gira en torno a una programación ideológica orweliana destinada a encuadrarnos dentro de un rebaño. No pasa nada si las ovejas se pelean entre ellas. Lo importante es que continúen consumiendo a diario el pasto que se les ofrece. Lo fundamental es que, agradecidas, continúen lamiendo la mano de sus pastores.
Llenan las vidas de las personas de frustraciones personales, envenenan las relaciones familiares, laborales, vecinales o de parejas y, luego pretenden que salgan desde la cadena de montaje seres cultos, solidarios, nobles, esforzados y pacíficos. La teoría de la necesaria memoria sentimental secuestrada por la de un mercantilismo de usar y tirar.
Caer en el catastrofismo puede ser peligroso pero, todavía lo es más, ignorar los mensajes subliminales que la barbarie nos muestra en todos los informativos. Aquí, por desgracia, ya no hablamos de casos aislados sino, lamentablemente, de hechos encadenados que llevan al desosiego y a la más dolorosa orfandad a seres inocentes. La señora de 52 años vilmente tiroteada en las calles madrileñas tenía dos hijos. ¿Qué recuerdo les quedará en el futuro de este triste episodio que de seguro marcará sus vidas? ¿Qué o quien les ha ensombrecido la memoria sentimental a la que todo ser humano tiene derecho?
Necesitamos los recuerdos -cuando nos son gratificantes- para entender que somos eslabones de alguna cadena sentimental. Cuando algo o alguien destrozan esa cadena, ¿cómo podemos recomponerla? Evitar lo inevitable solo –para los creyentes- puede estar en manos de Dios. Evitar lo evitable depende de unos políticos y unos estamentos sociales que con la excusa del bien de la Comunidad, solo piensan en sus propios intereses y, en considerar a los ciudadanos como piezas de ajedrez, configuradas en un tablero que solo ellos dominan. Cultura, educación, solidaridad, esfuerzo, honradez, participación ciudadana y demás elementos consustanciales a la Democracia son hermosas palabras, que cada día –en la practica- se nos muestran más insustanciales y vacías de contenido.
(Extracto carta de Luís Cernuda a Concha de Albornoz fechada el 20 de Agosto de 1945)
Un gesto violento, una actitud irracional y ya, de manera definitiva, puede verse sustancialmente alterada la vida de las personas. Vivimos inmersos e instalados peligrosamente en el salvajismo más pernicioso y primitivo. Hace pocos días en la capital de España ocurrió un hecho demostrativo de a donde hemos llegado. Un matrimonio que iba en un coche sostiene una discusión de tráfico con un hombre de 76 años de edad. Era el ocupante del otro coche en cuestión. Este, ni corto ni perezoso, sale de su vehiculo armado con una pistola. Obliga a salir del coche al matrimonio con los que discutía y dispara a quemarropa contra la mujer. Persigue a tiro limpio al marido que huye despavorido calle arriba sin conseguir alcanzarlo. Vuelve sobre sus pasos y al comprobar en el suelo a la mujer, herida pero aun viva, la remata de un par de tiros en la cabeza. Esto es lo que hay. Lógicamente carecía de licencia de armas, no tenía antecedentes penales y se negó a declarar ante el juez. Luego vendrán los informes psicológicos y los arrepentimientos “espontáneos”. La edad, el estrés de la vida moderna, la locura transitoria……. Todo ya inútil a posteriori. Lo evidente es ha quedado destrozada una familia de por vida.
Soy asiduo usuario de los autobuses municipales sevillanos y, dada mi capacidad de observación, compruebo que algunas veces flota en el ambiente un aire de violencia gratuita presta para entrar en combate. Esto no es solo patrimonio de la gente joven, ni muchísimo menos, pues entre la generación de la llamada Tercera Edad, hay algunos especimenes dignos de figurar entre las huestes del apache Jerónimo. Inician una discusión por algo insustancial y solos (fundamentalmente hombres) se van animando y subiendo de tono, hasta conseguir situarse en los preámbulos de la violencia física. Creo, que todo es consecuencia de una Sociedad hostil, insolidaria e inculta, propiciada por una clase política que en la teoría se les llena la boca de Educación y, en la practica propician –con su ejemplo y su praxis- comportamientos agresivos e irracionales. El debatir las cuestiones que nos afectan y la critica constructiva sobres las mismas, no es que sean solo buenas, sino incluso imprescindibles para una sana convivencia democrática. Llamar “debate” a los numeritos que se producen en el Parlamento o el Senado es confundir la esencia de las cosas. Deleznable es el “legado” que algunas televisiones privadas han aportado al denigrante mundo de la ordinariez y la violencia más perversa y gratuita. Todo gira en torno a una programación ideológica orweliana destinada a encuadrarnos dentro de un rebaño. No pasa nada si las ovejas se pelean entre ellas. Lo importante es que continúen consumiendo a diario el pasto que se les ofrece. Lo fundamental es que, agradecidas, continúen lamiendo la mano de sus pastores.
Llenan las vidas de las personas de frustraciones personales, envenenan las relaciones familiares, laborales, vecinales o de parejas y, luego pretenden que salgan desde la cadena de montaje seres cultos, solidarios, nobles, esforzados y pacíficos. La teoría de la necesaria memoria sentimental secuestrada por la de un mercantilismo de usar y tirar.
Caer en el catastrofismo puede ser peligroso pero, todavía lo es más, ignorar los mensajes subliminales que la barbarie nos muestra en todos los informativos. Aquí, por desgracia, ya no hablamos de casos aislados sino, lamentablemente, de hechos encadenados que llevan al desosiego y a la más dolorosa orfandad a seres inocentes. La señora de 52 años vilmente tiroteada en las calles madrileñas tenía dos hijos. ¿Qué recuerdo les quedará en el futuro de este triste episodio que de seguro marcará sus vidas? ¿Qué o quien les ha ensombrecido la memoria sentimental a la que todo ser humano tiene derecho?
Necesitamos los recuerdos -cuando nos son gratificantes- para entender que somos eslabones de alguna cadena sentimental. Cuando algo o alguien destrozan esa cadena, ¿cómo podemos recomponerla? Evitar lo inevitable solo –para los creyentes- puede estar en manos de Dios. Evitar lo evitable depende de unos políticos y unos estamentos sociales que con la excusa del bien de la Comunidad, solo piensan en sus propios intereses y, en considerar a los ciudadanos como piezas de ajedrez, configuradas en un tablero que solo ellos dominan. Cultura, educación, solidaridad, esfuerzo, honradez, participación ciudadana y demás elementos consustanciales a la Democracia son hermosas palabras, que cada día –en la practica- se nos muestran más insustanciales y vacías de contenido.
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