“No puedes cortar con una sierra el banco donde estás sentado” –Proverbio alemán-
Tópico y típico dos conceptos subjetivamente definitorios separados por una sola vocal. Medias mentiras atadas a medias verdades o, al revés. Todo enmarcado dentro del llamado costumbrismo y, que al igual que las cuerdas de la guitarra, dan soniquete a un instrumento de madera (hueco en su interior). Inerte si la dejamos reposar en su negra funda y llena de vida si pulsamos con nuestros dedos su escondida alma musical. Tópico y típico unidos de la mano caminando por los luminosos senderos de los pueblos. Posiblemente, en ningún sitio como Andalucía en general y Sevilla en particular, tomaron cuerpo y vida ambos conceptos. El Flamenco, los Toros, la Feria y la Semana Santa representan para el forastero que nos visita el culmen de lo “Typical Spanish”. Si todo esto lo adornamos en el aspecto culinario con paella, gazpacho y sangría ya ni les cuento. Sin duda, los que nos visitan se habrán dado de bruces con aquello que venían buscando. Lo tenemos perfectamente sincronizado en ese sentido. Posiblemente no se enterarán de que se les haya mostrado un Flamenco de mentirijilla (también se lo dan a los andaluces en Canal Sur televisión), y una Fiesta donde lo que más celebran es que puedan poner su nombre en un cartel junto a dos toreros de relumbrón. Se mezclarán cámara en ristre en una bulla semana-santera sin llegar a comprender del todo lo que allí realmente está pasando. Se pasearán asombrados por las calles del Real, alucinados ante tanta explosión de colorido y belleza sintiéndose extraños en el paraíso. Son generosos receptores del tópico y lo típico y, esa barrera, solo puede franquearse a través de la sensibilidad y la curiosidad intelectual individual. Propician, con su siempre agradecida presencia de “turismo de masa”, una nada desdeñable aportación a la sostenibilidad económica de nuestra Región y por ende para la de nuestra Ciudad. Por tanto es mezquino por nuestra parte cuando los miramos por encima del hombro, sin pensar, que cuando visitamos Roma o París nosotros caemos en lo mismo que criticamos.
Estoy convencido –así lo dicen las estadísticas- de que la mayoría de nuestros visitantes foráneos se van locos de contentos y con ánimos de repetir la visita (siempre que no hayan sufrido algún “tirón”). Son en definitiva nuestros mejores embajadores, y aun envueltos en el engañoso manto del tópico y lo típico, algo se llevan –aunque sea un trocito- de lo mejor de esta tierra nuestra de sombra y luz. Lo importante es que vuelvan a esta su casa como las cigüeñas retornan a los campanarios. Gracias a ellos –más bien a ellas- descubrimos un día que las mujeres tenían hermosas piernas y hasta un ombligo como nosotros. Así lo establecían las mini-faldas y los bikinis. Que se podía visitar el Alcázar en grupo sin tirar un solo papel al suelo y, lo más importante, a ser tolerantes y educados de una manera absolutamente natural. Justo es resaltar la excelente calidad humana del turismo que visitó –y visita- Sevilla. Está a mil años luz de esa partida de cafres que pululan por la Costa Brava o por tierras mallorquinas practicando el “balconing”, la borrachería colectiva y el vandalismos más salvaje. Por esas latitudes no hace falta crear nada que tenga que ver con el tópico y lo típico, basta con que se les proporcione alcohol en cantidades industriales y, un grado de permisividad que no encuentran en sus países de origen. Reclaman al “personal” con el tam-tam procedente de la selva. Como están las “criaturitas” de vacaciones todo les está permitido. Lo importante es que gasten contra más mejor.
Quiera Dios que estos “muchachitos” nunca se acuerden de nosotros para “visitarnos”. Tópico y típico, vale. Vandalismo foráneo para nada, ya tenemos bastante –que no es poco- con el que aquí generamos cada día.
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