“Debajo de la hoja de la lechuga
tengo a mi amante malo con calentura.
Debajo de la hoja del perejil
tengo a mi amante malo no puedo ir”.
Conocía la enfermedad de Pepe Peregil a través de Santi Pardo de Pasarela. No soy muy partidario de romper la intimidad de las personas, ni a través del rumor ni alterando la misma a través de oportunistas artículos. Pero el insigne tabernero de la Plaza Jerónimo de Córdoba ha querido a través de Antonio Burgos hacer publica y notoria su grave enfermedad. Tomo pues mi modesta pluma para rendirle homenaje a este ilustre Tabernero-Cantaor de Flamenco, que responde en su DNI al nombre de José María Pérez Blanco y, nacido al mundo del mosto y el fandango, en Manzanilla (Huelva) el año del Señor de 1945. La Ciudad, vieja y sabia, hace ya muchos años que lo integró dentro de sus hijos ilustres, sin necesidad de fastos y medallas que así lo reconocieran. El Arte en general y el Flamenco en particular necesitan para subsistir de la aportación de su fiel infantería. Los genios cantaores como Vallejo, Camarón, Marchena, Caracol, Mairena, Pastora, Tomás….configuran la élite de los tocados por la varita mágica del Mago del Universo. Luego están los que desde su discurso cantaor de base articulan al Flamenco como un Arte eminente y genuinamente popular. Pepe Peregil es de esa gente que el pueblo hace suyo en el marco de sus sentimientos más nobles. Su “Quitapesares” es un templo “mollatoso” donde se convive bebiendo mosto o se bebe mosto conviviendo con lo añejo y tradicional. Allí no hay cafetera ni se sirven las mil formas que hoy han tomado los desayunos del personal. Suele abrir avanzada la mañana y poco a poco van llegando un reguero de personas y personajes (Alfredo Kraus cuando venía a Sevilla era una de sus citas obligadas) dispuestos a mojar cuerpo y espíritu con vino y cerveza; papeles de estraza rebosantes de chacineo variado y un enorme recipiente de plástico repleto de avellanas para que cada cual se sirva a discreción. Todo aderezado con una saeta espontánea en pleno julio; unas sevillanas alabando las virtudes del cada día más añorado jamón o un fandango del Alosno que te deja el alma titiritando. Todo al sevillano modo: es decir al de Pepe Peregil. Él, junto al añorado Paco Gandía, configuran el cenit de aquellos que nunca negaron su Arte para cualquier causa benéfica. Malos tiempos estamos cubriendo a la par que cumplimos años. Todas las malas noticias que nos van llegando parece ser que son manifiestamente empeorables. Pepe Peregil va a pelear denodadamente para vencer en esta dura batalla. Nunca estará solo. Tiene a su lado a su gente, sus amigos y el manto protector de la Vieja Híspalis. Aquellos y Aquellas que fueron los destinatarios de sus Saetas van a echarle una mano. Seguro que no lo van dejar solo. Todavía no toca que sea un nuevo comensal de la Santa Cena. Lo necesitamos para que con su palpitar podamos también hacerlo nosotros. Suerte, ánimo y que la de San Roque te preste su hermoso y esperanzador nombre: Gracia y Esperanza.
tengo a mi amante malo con calentura.
Debajo de la hoja del perejil
tengo a mi amante malo no puedo ir”.
Conocía la enfermedad de Pepe Peregil a través de Santi Pardo de Pasarela. No soy muy partidario de romper la intimidad de las personas, ni a través del rumor ni alterando la misma a través de oportunistas artículos. Pero el insigne tabernero de la Plaza Jerónimo de Córdoba ha querido a través de Antonio Burgos hacer publica y notoria su grave enfermedad. Tomo pues mi modesta pluma para rendirle homenaje a este ilustre Tabernero-Cantaor de Flamenco, que responde en su DNI al nombre de José María Pérez Blanco y, nacido al mundo del mosto y el fandango, en Manzanilla (Huelva) el año del Señor de 1945. La Ciudad, vieja y sabia, hace ya muchos años que lo integró dentro de sus hijos ilustres, sin necesidad de fastos y medallas que así lo reconocieran. El Arte en general y el Flamenco en particular necesitan para subsistir de la aportación de su fiel infantería. Los genios cantaores como Vallejo, Camarón, Marchena, Caracol, Mairena, Pastora, Tomás….configuran la élite de los tocados por la varita mágica del Mago del Universo. Luego están los que desde su discurso cantaor de base articulan al Flamenco como un Arte eminente y genuinamente popular. Pepe Peregil es de esa gente que el pueblo hace suyo en el marco de sus sentimientos más nobles. Su “Quitapesares” es un templo “mollatoso” donde se convive bebiendo mosto o se bebe mosto conviviendo con lo añejo y tradicional. Allí no hay cafetera ni se sirven las mil formas que hoy han tomado los desayunos del personal. Suele abrir avanzada la mañana y poco a poco van llegando un reguero de personas y personajes (Alfredo Kraus cuando venía a Sevilla era una de sus citas obligadas) dispuestos a mojar cuerpo y espíritu con vino y cerveza; papeles de estraza rebosantes de chacineo variado y un enorme recipiente de plástico repleto de avellanas para que cada cual se sirva a discreción. Todo aderezado con una saeta espontánea en pleno julio; unas sevillanas alabando las virtudes del cada día más añorado jamón o un fandango del Alosno que te deja el alma titiritando. Todo al sevillano modo: es decir al de Pepe Peregil. Él, junto al añorado Paco Gandía, configuran el cenit de aquellos que nunca negaron su Arte para cualquier causa benéfica. Malos tiempos estamos cubriendo a la par que cumplimos años. Todas las malas noticias que nos van llegando parece ser que son manifiestamente empeorables. Pepe Peregil va a pelear denodadamente para vencer en esta dura batalla. Nunca estará solo. Tiene a su lado a su gente, sus amigos y el manto protector de la Vieja Híspalis. Aquellos y Aquellas que fueron los destinatarios de sus Saetas van a echarle una mano. Seguro que no lo van dejar solo. Todavía no toca que sea un nuevo comensal de la Santa Cena. Lo necesitamos para que con su palpitar podamos también hacerlo nosotros. Suerte, ánimo y que la de San Roque te preste su hermoso y esperanzador nombre: Gracia y Esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario