Se ha muerto don Juan Arza Iñigo, un ilustre sevillano de adopción nacido en Estella (Navarra) a los 88 años de edad. Se nos ha muerto Juanito Arza, el mejor jugador de la Historia del Sevilla y, uno de los más grandes paridos en esta tierra llamada España. Llego al Sevilla con tan solo 20 años de edad procedente del Málaga. Su fichaje cifrado en 90.000 pesetas fue, con diferencia, el más caro de la época (con el añadido de la cesión de tres jugadores y la celebración de dos partidos amistosos). Su palmarés como jugador del Sevilla es sobradamente conocido: máximo goleador de su Historia con 182 goles; Campeón de Liga (Temporada 1944-45); Campeón de Copa (1947-48) y único “Pichichi” del Sevilla con 29 goles (Temporada 1954-55). Juanito Arza fue siempre adorado por la afición sevillista y, lo más importante, admirado y respetado por todos los béticos.
Curiosa e injustamente solo vistió en un par de ocasiones la elástica nacional. Su exclusión de la Selección Española para disputar el Campeonato del Mundo en Brasil (1950), fue motivo de una fuerte polémica nacional. Estaba en todo su esplendor futbolístico y nadie se explicaba el porque lo dejaron en “tierra”. Siempre se consideró un sevillano -en el más noble sentido del término- sin renunciar a los sones de su terruño navarro. Grande, muy grande, fue como futbolista y persona este menudo navarro nacido en Estella y adoptado por la Madre Sevilla. Después de “colgar las botas” desarrolló toda clase de funciones en el Sevilla de sus amores. Es ley de vida: se nos va el hombre y se eterniza el mito. No tengo reparos en reconocer que, a pesar de mi inveterada condición del “verde que te quiero verde”, siempre tuve a Arza dentro del triangulo de mis emociones futboleras. Me viven dos –y ojala que por mucho tiempo- y son: don Alfredo “el más Grande” y, don Luís Del Sol, el icono que siempre me devuelve a mi niñez por la Avenida de la Palmera. Queda en mi memoria sentimental los partidos que le vi jugar a Juanito Arza en el antiguo Nervión (extraño en el paraíso) y su cara menuda y vivaracha en las estampas intercambiadas de mi niñez. Descanse en paz don Juan y gracias por haber hecho soñar a los sevillistas con sus gestas y, a los béticos, con la utopía de verlo vestido de verdiblanco. A través de personas como usted se vertebró la columna sentimental de esta Ciudad. Lo imagino entrando en el Cielo con el balón cosido al pié; con una indumentaria blanca impoluta y un pañuelo rojo atada al cuello. Fue un placer conocerlo y verlo jugar. Una duda para terminar: ¿Tiene Juan Arza una calle en Sevilla? De no tenerla ahora sería el momento de cambiar de nombre una –que todos sabemos- y rendirle pleitesía de paso a los que de verdad nos hicieron soñar.
Curiosa e injustamente solo vistió en un par de ocasiones la elástica nacional. Su exclusión de la Selección Española para disputar el Campeonato del Mundo en Brasil (1950), fue motivo de una fuerte polémica nacional. Estaba en todo su esplendor futbolístico y nadie se explicaba el porque lo dejaron en “tierra”. Siempre se consideró un sevillano -en el más noble sentido del término- sin renunciar a los sones de su terruño navarro. Grande, muy grande, fue como futbolista y persona este menudo navarro nacido en Estella y adoptado por la Madre Sevilla. Después de “colgar las botas” desarrolló toda clase de funciones en el Sevilla de sus amores. Es ley de vida: se nos va el hombre y se eterniza el mito. No tengo reparos en reconocer que, a pesar de mi inveterada condición del “verde que te quiero verde”, siempre tuve a Arza dentro del triangulo de mis emociones futboleras. Me viven dos –y ojala que por mucho tiempo- y son: don Alfredo “el más Grande” y, don Luís Del Sol, el icono que siempre me devuelve a mi niñez por la Avenida de la Palmera. Queda en mi memoria sentimental los partidos que le vi jugar a Juanito Arza en el antiguo Nervión (extraño en el paraíso) y su cara menuda y vivaracha en las estampas intercambiadas de mi niñez. Descanse en paz don Juan y gracias por haber hecho soñar a los sevillistas con sus gestas y, a los béticos, con la utopía de verlo vestido de verdiblanco. A través de personas como usted se vertebró la columna sentimental de esta Ciudad. Lo imagino entrando en el Cielo con el balón cosido al pié; con una indumentaria blanca impoluta y un pañuelo rojo atada al cuello. Fue un placer conocerlo y verlo jugar. Una duda para terminar: ¿Tiene Juan Arza una calle en Sevilla? De no tenerla ahora sería el momento de cambiar de nombre una –que todos sabemos- y rendirle pleitesía de paso a los que de verdad nos hicieron soñar.
1 comentario:
Tu mérito,Juan Luis, o a lo mejor resulta que no lo tiene, es que, siendo bético, hagas un reconocimiento de esta magnitud hacia Juan Arza, ídolo de quienes ni siquiera le vimos, por nuestra edad, jugar al fútbol. Digo que a lo mejor no es ningún mérito, porque, desde lo de Antonio Puerta, quedó demostrado que el cainismo entre nuestras dos aficiones es un invento de quienes posiblemente no se soportan a sí mismos, pues en esta ciudad, todo es uno. Viva Don Juan Arza, viva mi Sevilla, y viva tu Betis, con mi gratitud en lo que me toca, por estas líneas. Saludos, José Luis Tirado.
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