“Tu calle ya no es mi calle
Mi calle ya no es tu calle;
Tu calle y la mía son
Una calle en cualquier calle”
Seguimos avanzando, síntoma inequívoco de que seguimos vivos, sudorosos y con ganas de marcha. Atrás quedó el Corpus y en puertas tenemos a la Velá de Santa Ana. Fiesta grande la primera en Sevilla y la segunda en Triana. Las ciudades y los pueblos se vertebran por sus Fiestas Mayores, es decir aquellas que el pueblo toma como propias. Me temo que ambas y por diferentes motivos van perdiendo poco a poco sus orígenes primigenios. El Corpus se hace en la calle eterno y tedioso y cuando termina de pasar la Custodia de Arfe uno ya no sabe que le ha convocado allí. Una mañana de Corpus se nos está configurando para muchos como un ejercicio supremo de masoquismo. Todo se reduce a los males inmersos en la Feria de las Vanidades (ver y dejarse ver como en el perímetro de la Maestranza en las Corridas de Feria). Poco se puede hacer para que las cosas eternas de la Ciudad no terminen desnaturalizadas. Sobre la Velá, aparte de hacer años que no la frecuento, doctores tiene la Iglesia (de Santa Ana) para dictaminar las causas que la han llevado a su estado actual. Tenemos –perdón por considerarlo mío como trianero vocacional- desde hace unos días nuevo Alcalde de Triana, don Curro Pérez (disculpas por la confianza), y confiemos que sepa –no lo tendrá difícil- mejorar las gestión de sus antecesores en el cargo. Saber escuchar y mostrarse receptivos con los trianeros que conocen, sufren y aman a Triana, será –o debía ser- algo consustancial con su cargo. Luego que tome las decisiones que considere oportunas, pero siempre agarrado al mástil de la bandera de la racionalidad. Lo cierto es que ya estamos a Viernes 13…digo 15 y, el largo y calido verano, va llegando a su ecuador de soles asfixiantes. Se observa, posiblemente motivado por la Crisis, mayor abundancia de veraneantes sin veraneo y un mayor número de Rodríguez tan solo de apellidos. Incluso los fines de semana ya no son lo que eran. Ahora, curiosamente, la gente ha descubierto que la exposición a los rayos solares producen no pocos casos de cáncer de piel; que las carreteras se han vuelto muy peligrosas con tanto “niñato suelto” y que, en definitiva, como en la casa de uno en ninguna parte. Recuerdo cuando niño que el “veraneo” era cosa de gentes muy pudientes e, inclusive, se anunciaba en la prensa local su marcha y retorno: “Los Señores de Colmenero, don José Ignacio y doña Evangelina, acompañados de sus gentiles hijos, Gervasio y Dolorcita, se marchan al Puerto de Santa María para iniciar su periodo estival de vacaciones”. Nosotros, los niños del pan con azúcar, que sabíamos en mi barrio las casas señoriales que se quedaban desiertas, nos introducíamos en sus zaguanes de mármol –frescos a más no poder- para intercambiarnos cromos de futbolistas. Incluso le dejaban las llaves a alguna persona de confianza (la gente humilde siempre lo ha sido) para que les cuidara la mansión en su ausencia veraniega. Fue la primera vez que descubrí que, dentro de las casas adineradas, había capillas o salas de plancha mayores que el cuarto donde mi madre nos crió. Añorados veraneos de colas interminables los 18 de Julio en Piscinas Sevilla; de mujeres sentadas al fresco “pegando la hebra” en las puertas de las casas; de intrépidos niños camuflados en los pretiles de las azoteas para ver desnudarse a las vecinas de enfrente y de puestos callejeros de sandias y melones.
Noches estrelladas al amparo de los Cines de Verano donde poder aparcar la dura realidad aplaudiendo a Tarzán o al Séptimo de Caballería y, de búcaros siempre vacíos y proclives al exabrupto: “Los muerto der búcaro que nunca tiene agua”.
Por eso hoy que es Viernes 13…digo 15, me apetece rendirle pleitesía al que vendía los higos chumbos, adornados con trozos de nieve, en la puerta de los Cines de Verano. ¡Va por usted -y por mi niñez- Maestro¡
Mi calle ya no es tu calle;
Tu calle y la mía son
Una calle en cualquier calle”
Seguimos avanzando, síntoma inequívoco de que seguimos vivos, sudorosos y con ganas de marcha. Atrás quedó el Corpus y en puertas tenemos a la Velá de Santa Ana. Fiesta grande la primera en Sevilla y la segunda en Triana. Las ciudades y los pueblos se vertebran por sus Fiestas Mayores, es decir aquellas que el pueblo toma como propias. Me temo que ambas y por diferentes motivos van perdiendo poco a poco sus orígenes primigenios. El Corpus se hace en la calle eterno y tedioso y cuando termina de pasar la Custodia de Arfe uno ya no sabe que le ha convocado allí. Una mañana de Corpus se nos está configurando para muchos como un ejercicio supremo de masoquismo. Todo se reduce a los males inmersos en la Feria de las Vanidades (ver y dejarse ver como en el perímetro de la Maestranza en las Corridas de Feria). Poco se puede hacer para que las cosas eternas de la Ciudad no terminen desnaturalizadas. Sobre la Velá, aparte de hacer años que no la frecuento, doctores tiene la Iglesia (de Santa Ana) para dictaminar las causas que la han llevado a su estado actual. Tenemos –perdón por considerarlo mío como trianero vocacional- desde hace unos días nuevo Alcalde de Triana, don Curro Pérez (disculpas por la confianza), y confiemos que sepa –no lo tendrá difícil- mejorar las gestión de sus antecesores en el cargo. Saber escuchar y mostrarse receptivos con los trianeros que conocen, sufren y aman a Triana, será –o debía ser- algo consustancial con su cargo. Luego que tome las decisiones que considere oportunas, pero siempre agarrado al mástil de la bandera de la racionalidad. Lo cierto es que ya estamos a Viernes 13…digo 15 y, el largo y calido verano, va llegando a su ecuador de soles asfixiantes. Se observa, posiblemente motivado por la Crisis, mayor abundancia de veraneantes sin veraneo y un mayor número de Rodríguez tan solo de apellidos. Incluso los fines de semana ya no son lo que eran. Ahora, curiosamente, la gente ha descubierto que la exposición a los rayos solares producen no pocos casos de cáncer de piel; que las carreteras se han vuelto muy peligrosas con tanto “niñato suelto” y que, en definitiva, como en la casa de uno en ninguna parte. Recuerdo cuando niño que el “veraneo” era cosa de gentes muy pudientes e, inclusive, se anunciaba en la prensa local su marcha y retorno: “Los Señores de Colmenero, don José Ignacio y doña Evangelina, acompañados de sus gentiles hijos, Gervasio y Dolorcita, se marchan al Puerto de Santa María para iniciar su periodo estival de vacaciones”. Nosotros, los niños del pan con azúcar, que sabíamos en mi barrio las casas señoriales que se quedaban desiertas, nos introducíamos en sus zaguanes de mármol –frescos a más no poder- para intercambiarnos cromos de futbolistas. Incluso le dejaban las llaves a alguna persona de confianza (la gente humilde siempre lo ha sido) para que les cuidara la mansión en su ausencia veraniega. Fue la primera vez que descubrí que, dentro de las casas adineradas, había capillas o salas de plancha mayores que el cuarto donde mi madre nos crió. Añorados veraneos de colas interminables los 18 de Julio en Piscinas Sevilla; de mujeres sentadas al fresco “pegando la hebra” en las puertas de las casas; de intrépidos niños camuflados en los pretiles de las azoteas para ver desnudarse a las vecinas de enfrente y de puestos callejeros de sandias y melones.
Noches estrelladas al amparo de los Cines de Verano donde poder aparcar la dura realidad aplaudiendo a Tarzán o al Séptimo de Caballería y, de búcaros siempre vacíos y proclives al exabrupto: “Los muerto der búcaro que nunca tiene agua”.
Por eso hoy que es Viernes 13…digo 15, me apetece rendirle pleitesía al que vendía los higos chumbos, adornados con trozos de nieve, en la puerta de los Cines de Verano. ¡Va por usted -y por mi niñez- Maestro¡
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