Dado que como es previsible nuestro cuerpo ha sido circunstancialmente alterado por los rigores de Agosto (cervezas, tintos de verano, sardinas, tortillitas de camarones, arena, sol, mosquitos, salitre, siestas, familiares inoportunos….), podemos arrancar este Toma de Horas hablando de algo tan etéreo e ilocalizable anatómicamente como las profundidades del alma. He dedicado gran parte del ya finiquitado mes de Agosto al estudio de los aspectos personales (humanos) de una serie de personajes de los que, afortunadamente, me nutro para enriquecer mi patrimonio cultural-sentimental. He dado bandazos investigadores en todas direcciones. De Mozart a Manolo Caracol. De Alfred Hithcok a Diego de Velázquez. De Paco de Lucía a Marlon Brando. De Bertrand Rusell a San Juan de la Cruz. De García Lorca a Walt Whitman. De Bach a Antonio Ruiz Soler. De Laurence Olivier a Juan Belmonte. De Sofía Loren a “La Niña de los Peines”. De María Callas a Bette Davis. De……. Insisto, estaba más interesado en escudriñar la faceta humana de estos personajes que en ahondar en sus inmortales obras. De ellos me nutro cada día y han configurado, de manera armoniosa, la atalaya desde donde mi espíritu levanta gozoso el vuelo. He utilizado Internet como herramienta principal de investigación, con la inestimable ayuda de mi modesto Archivo y Biblioteca. Al final se demuestra que las verdades elementales -no pocas veces- son más elementales que verdades. Todos al final aparecen nimbados con una aureola donde se complementan luces y sombras. Existen aspectos de sus biografías dudosos y contradictorios y otros, históricamente contrastados, donde a titulo personal salen francamente mal –o bien- parados. No es más que la eterna dicotomía entre ética y estética. Algunos pueden haber sido absolutamente geniales en sus actividades creativas y unos auténticos miserables como seres humanos. Aquí se nos plantearía una incógnita difícil de despejar: ¿Debe prevalecer la obra artística sobre la condición humana o debe ser al revés? Pongamos un ejemplo concreto: en el pasado 2010, Martin Scorsese le rindió un Homenaje en forma de Documental al Director Elia Kazan. Lo presentó en el Festival de Venecia. El tema suscitó una gran polémica en el Mundo del Cine norteamericano, dado que Elia Kazan había delatado a once (parece ser que fueron algunos más) compañeros ante el Comité de Actividades Antiamericanas del Congreso (Senador McCarthy). Se abrió un fuerte e interesante debate de esos que dejan huella por el peso de las argumentaciones. Scorsese decía que en su Documental rendía solamente Homenaje al Director que ha sido reconocido, de manera unánime, como uno de los más grandes del Cine. Los detractores del Documental, sin negar la evidencia de sus grandísimas dotes como Director, decían que debía prevalecer su deplorable comportamiento humano. ¿Cómo posicionarse pues? Supongamos que nos dan a leer una novela, sin concretarnos su autor, y que la misma nos causa un fuerte impacto emocional. Posteriormente nos aclaran que se trata de un escritor francés que colaboró activamente con el Régimen Nazi en la ocupación de Paris. ¿Cambiaremos nuestra inicial consideración positiva sobre la novela?; ¿Obviaremos los “deslices colaboracionistas” del escritor o le daremos prioridad en una apreciación global sobre su obra? ¿Si descubrimos aspectos turbios en la vida personal de Velázquez, dejará de emocionarnos la contemplación de su inmortal pintura? Sinceramente, a mí me interesa mucho el José Maria Pemán de “El Divino Impaciente” y nada el de las odas a Franco. Hace diana en mis sentimientos andaluces “La arboleda perdida” de Rabel Alberti y encuentro perfectamente prescindibles sus versos a Stalin.
Nos nutrimos del Arte y, a que dudarlo, siempre podremos prescindir de las miserias -y grandezas- personales de los artistas. Aparte de que contra mayor sea la dimensión de un personaje, más entrará en el peligroso juego de las medias verdades o las medias mentiras.
Si lo que leemos, escuchamos o contemplamos nos parece sublime sintámonos plenamente satisfechos, sin pretender que personaje y persona vayan siempre cogidos de la mano. ¿El orden de prioridades? No existe como tal y, no pocas veces, las biografías se escriben buscando el morbo y el escándalo antes que adentrarse en el complejo bosque de la verdad. Si algunos no han sabido unir artista y persona seguro que al final tendrán que rendir cuenta ante algo (la Historia) o ante alguien (Dios).
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