lunes, 5 de septiembre de 2011

Los Toros: Una cuestión cultural

El pasado día 29 de julio el Consejo de Ministros adoptó una decisión que se nos presenta como una excelente noticia para el incomprendido Mundo de los Toros. Se acordó que las atribuciones de esta mágica Fiesta pasaran del Ministerio del Interior al de Cultura. Nada más lógico y así queda expresado en la nota informativa posterior al citado Consejo de Ministros: “Entendida la tauromaquia como una disciplina artística y un producto cultural, las competencias del Estado en orden a su fomento y protección tienen su correcta ubicación en el Ministerio de Cultura”. Era de una lógica aplastante y con una ecuación sin fisuras: Toros igual a Arte; Arte igual a Cultura. Todo enhebrado en la necesidad de defender, fomentar y propiciar que nadie pueda hacer “causas políticas” con nuestro mejor Patrimonio sentimental. Con plena seguridad podemos afirmar que en esta buena noticia no habrá resultado una cuestión baladí que la actual Ministra de Cultura, doña Ángeles González-Sinde, sea una excelente aficionada. Cansa a estas alturas el seguir insistiendo del porqué el Toreo representa un fenómeno artístico-cultural de primera magnitud. Los anti-taurinos (a los que muestro mi respeto) no están por la labor de adentrarse en los distintos vericuetos que les lleven –al menos- a la comprensión global de este fenómeno llamado Fiesta Nacional. Los que somos aficionados -hijos y nietos de buenos aficionados- poco nos tienen que explicar –los anti-taurinos- a estas alturas de nuestras vidas. ¿Maltrato animal? ¿Fiesta impregnada de salvajismo? ¿Comercio antes que Cultura? ¿Machismo irredento? Solo son consignas impostadas donde prevalece el continente sobre el contenido. El Toro de lidia desaparecería si desapareciese la Fiesta. No habría maltrato porque tampoco habría toro. El Toreo es una de las Fiestas más nobles que le quedan a la Vieja Europa donde se aúnan la emoción con los compases del arte más puro. Nada hay preconcebido, ni incluso la posibilidad de que el torero termine la corrida pagando un tributo de sangre. Su colorido, ambiente, música y, sobre todo, el hombre creando belleza ante la fiera es sublime. Así lo recogieron pintores de la talla de Picasso y Goya. Así lo testimoniaron gente del talento de Ernest Hemingway y Orson Welles. Así ha quedado recogida para la eternidad en películas y documentales. Bienvenido pues este cambio de Ministerio que no hace más que corroborar algo que hace unos meses hicieron los franceses: declarar al Toreo, Bien de Interés Cultural (BIC). Sobre gustos es lógico admitir que no hay nada escrito, pero amigos que queréis que os diga, donde se ponga una buena corrida –taurina- que se quite una concentración de anti…..todo. Por la vía democrática todos los pronunciamientos son legítimos pero, sinceramente, cuando tantos animales son maltratados y están en vías extinción, atacar al único que los humanos cuidan y protegen con esmero es un verdadero despropósito. En Cataluña ya han ganado la primera batalla; procuremos que no ganen también la guerra en el Estado español. Sin Toros, España sería menos España y nosotros menos españoles.

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