miércoles, 16 de mayo de 2012

Pararla ahí


Que la felicidad solo se plasma en fugaces momentos es tan verdad como que mi Betis seguirá un año más (y esperemos que sean muchos) en Primera. Es la sempiterna contradicción del ser humano: buscamos la felicidad global cuando la vida siempre termina en manos de la tragedia (la muerte). Lo verdaderamente placentero se toma a sorbos como el agua fresca de los manantiales. Por eso es de obligado cumplimiento el disfrutar plenamente de los placeres cotidianos. Uno de esos momentos, y sin que lo tuviera previamente programado, me pasó el pasado sábado. Pasaban en pocos minutos eso que llaman las 13 (p.m.). Había terminado de darle un “repasito” al piso para, como decía mi santa madre, no darles cobijo a las hormigas. Me abrí una latita de berberechos y los rocié con limón. Unas patatas fritas con “el punto justo de sal” de la marca Lays. Un buchito de Manzanilla “La Gabriela”, que me trajo de Sanlúcar mi compadre del alma, depositada en un catavino previamente enfriado, angosto y de cristal fino. Lo coloqué todo en una bandeja y me llevé mi aperitivo de Crisis a la mesita de mi terraza. Puse en el ordenador a una mi diosas: María Callas. Sentado en el “mirador” me daba en la cara el todavía soportable sol del mediodía. Comía y bebía pausadamente mientras veía en el fondo de escritorio de mi ordenador la impagable risa de mi nieto. Cerré los ojos y, con el regusto en mis papilas gustativas del aroma de Bajo de Guía y el fondo de la voz eterna de “la Divina”, me dije para mis adentros: “Joé, si esto no es la gloria tiene que estar rozando el palo”. Entran en esos momentos ganas de decirle al Sumo Capataz: “Pararla ahí”. Dentro de un rato sabía que la magia quedaría rota por las noticias de los informativos. Tendría que recoger los enseres; apagar el ordenador que difuminaría a mi nieto y a “la Divina” y volver a la dura realidad del día a día. Esa es la felicidad: momentos donde recoges las velas empapadas por el agua de las tormentas y disfrutas de la placidez del mar en calma. En la vida todo es breve menos la pena. Un beso furtivo; el roce de una piel soñada; una lágrima derramada en un pañuelo ajeno; un cante que araña las paredes del alma; una copa que te hace sentirte el Rey de Copas; un amigo que te ayuda a compartir el tambaleo y, la risa de un niño que al final te dice: “Dios existe y por tanto todo tiene sentido”. No hay más ni tampoco menos. Al final la ecuación queda resuelta en clave candelaria: Martín Carlos le toma la tensión en la Farmacia de San Leandro a Salvador Reina y los buenos en San Nicolás, por una vez, le ganan la partida a los malos. Mientras, en la acera de enfrente se venden restos de fundas nórdicas a 9 euros la unidad. “El Laberinto del fauno; “La leyenda del indomable” y, la “Historia interminable”, juntas y además revueltas. Nadie hablará de nosotros cuando hayamos muertos, y si lo hacen esperemos que sean benevolentes. Lo dicho, “Pararla ahí” que se nos va fugazmente para San Pedro y un año tiene muchos días de espera. ¡Felicidad, felicidad, cuantas tropelías cometemos los humanos para –inútilmente- conquistarte!

No hay comentarios: