martes, 8 de mayo de 2012

Bajo el Imperio de Lucifer



Hoy es un martes 8 de mayo del 2012. Hoy, concretamente hoy, hace siete meses que “desaparecieron” (por intersección de Lucifer) de la faz de la tierra dos criaturas cordobesas llamadas Ruth y José. A pesar de las numerosas pesquisas policiales estos niños victimas del Imperio del Mal no aparecen. Todo parece apuntar que difícilmente puedan seguir con vida (quiera Dios que esto no se confirme). Todo motivado por una separación matrimonial donde una de las partes -llamado José Bretón- parece ser que no estaba dispuesto a asumirla voluntariamente. Se llevó a sus hijos a jugar a un Parque de Córdoba la llana (y hoy también la dolorosa) y dice que los perdió como quien pierde un llavero. Luego un cúmulo de contradicciones y el firme convencimiento policial de que él, solamente él, es quien tiene la clave y la llave de este doloroso enigma. Duden, si les parece legítimo y racional, de la existencia de un Dios omnipotente pero nunca lo hagan de la existencia de un Lucifer como símbolo del mal. Lo vemos cada día en nuestros quehaceres cotidianos y utilizando a los niños –los más frágiles e indefensos- como destinatarios de los dardos de su infinita maldad. Cuando peinas canas, y la vida te ha regalado la noble condición de abuelo, estas atrocidades te afectan muy especialmente. Entrar en las conjeturas de esta tenebrosa historia, salpicada de la maldad más infinita, se nos antoja una tarea de difícil encuadramiento. ¿Dónde están y que ha sido de estas criaturas? ¿Hubo terceras personas que ayudaron en su maligna tarea a Lucifer? ¿Dónde terminan los límites de lo perversamente maligno? ¿Cómo puede haber tanto odio donde presumimos que un día reinó el amor? Todas preguntas sin respuesta. Quiera el de San Nicolás que esta trágica historia tenga un final feliz (que los niños estuvieran sanos y salvos). Todos nos tememos lo peor y, sobrecogidos por la desaparición de Ruth y José, estamos –lamentablemente- casi convencidos de que Lucifer anotará una nueva mueca en su humeante pistola. Siete meses ya desde que desaparecieron, y un permanente motivo de zozobra en los corazones de las personas decentes y bondadosas. Vivimos bajo el manto negro de la pena y Lucifer nos muestra su siniestra sonrisa agazapado tras las tumbas de los cementerios. Córdoba llora sobrecogida; Andalucía empapa su pañuelo con las lágrimas de su desconsuelo de siglos y España, la negra España, tiñe de rojo su Piel de Toro con la sangre de los inocentes. Ruth y José; José y Ruth, como ejemplos tristes y paradigmáticos de que la maldad no tiene fronteras. Lucifer gana una vez más y consigue seguir reclutando para su tenebrosa causa a nuevos seres “humanos”. Que Dios ayude a soportar su inmenso dolor a las huérfanas de hijos arrebatados (las madres) y nos permita disponer de algo de luz en el tenebroso mundo de las sombras. ¿Cuanta cuota de maldad necesita Lucifer para seguir habitando entre nosotros? Parecer ser que infinita.

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