miércoles, 10 de abril de 2013

Elvis nuestro que estás en los Cielos



Ver amanecer un día de abril en Sevilla mientras en el equipo de música del salón suena “Hound Dog” de Elvis Presley es como tocar el cielo con la palma de la mano. Sinceramente, con el paso de los años no ha hecho más que incrementarse mi devoción hacia “The King” nacido en Tupelo (Misisipi). Tenía algunas dudas de si con el paso de los años terminaría por alejarme de sus canciones y de cuanto ha representado en mi vida cultural-sentimental. Afortunadamente me ha ocurrido todo lo contrario y lo suelo escuchar casi a diario. Puede que sea verdad que el espíritu es lo último que envejece.  Tengo casi completa (con la obra de Elvis nunca podemos decir completa) su extensa discografía y todas las películas (la mayoría infumables pero… ¡que bien cantaba!) que interpretó. A través de Internet puedes visionar centenares de videos con sus actuaciones en recitales o en la televisión. Como se suele decir: Elvis hasta en la sopa.  A pesar de la reticencia con que fue recibido en EE UU, la irrupción musical de Elvis (1956) se presagiaba que iba a ser demoledora. Entonces mandaban los “Crooner” en el panorama de la mal llamada música “ligera” comandados por el gran Sinatra and Company. Las melodiosas baladas de Elvis alcanzaban lo sublime y su vertiente de rockero compulsivo provocaba, de manera paralela, la indignación escandalizada de las “almas bien pensantes” de Yankilandia y el fervor sin límites de muchísimos jóvenes que estaban hasta los huevos de tanto “Cha-cha-cha”.  Con Elvis llegó la revolución y a la postre la misma alcanzó todos los rincones del planeta llamado Tierra. Nació –y aún perdura- la “Elvismanía”.  La última etapa de “The King” se nos presentaba como algo patético. Sobrepasando de largo los cien kilos de peso en canal y enfundado en aquellos monos blancos repletos de lentejuelas actuaba tan solo en “Las Vegas”.  Pero, eso si, de vez en cuando se dejaba caer con alguno de sus temas más emblemáticos cantado a “capela” para hacer realidad aquello de que “quien tuvo retuvo”. Murió todavía joven dejando una estela que todavía no ha podido ser superada por ningún artista. De continuo se editan nuevas “biografías” suyas donde las medias mentiras y las medidas verdades caminan cogidas de la mano.  Síntoma inequívoco de que “The King” sigue despertando admiración y curiosidad sin límites. Elvis, por siempre Elvis, unido a una juventud –la nuestra- que veíamos en él una muestra palpable de rebeldía e inconformismo. ¿Se puede ser joven de otra manera?  Cada cual que tire de manual para comprobarlo. Elvis nuestro que estás en los Cielos.

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