Ver amanecer un día de abril en Sevilla mientras en el equipo de música
del salón suena “Hound Dog” de Elvis Presley es como tocar el cielo con la
palma de la mano. Sinceramente, con el paso de los años no ha hecho más que
incrementarse mi devoción hacia “The King” nacido en Tupelo (Misisipi). Tenía
algunas dudas de si con el paso de los años terminaría por alejarme de sus
canciones y de cuanto ha representado en mi vida cultural-sentimental. Afortunadamente
me ha ocurrido todo lo contrario y lo suelo escuchar casi a diario. Puede que
sea verdad que el espíritu es lo último que envejece. Tengo casi completa (con la obra de Elvis
nunca podemos decir completa) su extensa discografía y todas las películas (la
mayoría infumables pero… ¡que bien cantaba!) que interpretó. A través de
Internet puedes visionar centenares de videos con sus actuaciones en recitales
o en la televisión. Como se suele decir: Elvis hasta en la sopa. A pesar de la reticencia con que fue recibido
en EE UU, la irrupción musical de Elvis (1956) se presagiaba que iba a ser
demoledora. Entonces mandaban los “Crooner” en el panorama de la mal llamada
música “ligera” comandados por el gran Sinatra and Company. Las melodiosas
baladas de Elvis alcanzaban lo sublime y su vertiente de rockero compulsivo
provocaba, de manera paralela, la indignación escandalizada de las “almas bien
pensantes” de Yankilandia y el fervor sin límites de muchísimos jóvenes que
estaban hasta los huevos de tanto “Cha-cha-cha”. Con Elvis llegó la revolución y a la postre
la misma alcanzó todos los rincones del planeta llamado Tierra. Nació –y aún
perdura- la “Elvismanía”. La última
etapa de “The King” se nos presentaba como algo patético. Sobrepasando de largo
los cien kilos de peso en canal y enfundado en aquellos monos blancos repletos
de lentejuelas actuaba tan solo en “Las Vegas”.
Pero, eso si, de vez en cuando se dejaba caer con alguno de sus temas
más emblemáticos cantado a “capela” para hacer realidad aquello de que “quien
tuvo retuvo”. Murió todavía joven dejando una estela que todavía no ha podido
ser superada por ningún artista. De continuo se editan nuevas “biografías”
suyas donde las medias mentiras y las medidas verdades caminan cogidas de la
mano. Síntoma inequívoco de que “The
King” sigue despertando admiración y curiosidad sin límites. Elvis, por siempre
Elvis, unido a una juventud –la nuestra- que veíamos en él una muestra palpable
de rebeldía e inconformismo. ¿Se puede ser joven de otra manera? Cada cual que tire de manual para comprobarlo.
Elvis nuestro que estás en los Cielos.
miércoles, 10 de abril de 2013
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