“Quise cambiarle y no quiso
Un pañuelo de lunares
Por otro de fondo liso”
Dice el refrán popular (¿existe alguno que no lo sea?) que en “Abril
aguas mil”. Aquí, desde siempre, este
dicho se reconvirtió en: “En Abril…flores mil”. Arranca el mes que mejor define
a esta Ciudad siempre proclive a manifestarse vigorosa y renacida en las
enredaderas de los patios. Este año por
imperativos del calendario su Semana Mayor coincidió con la última semana de Marzo.
Las llamadas Fiestas Primaverales debían –o deberían- coincidir con este mes
donde las flores renacen a la vida y la vida renace con las flores. Sevilla,
eterna Sevilla, de jardín antiguo con sus bordes desprendiendo la verdina de
las largas tardes otoñales. Dominada majestuosamente por el imperio de la luz
que se convertirá en cegadora con el paso de los días. Revuelos de volantes y
farolillos en una Ciudad tan efímera en su presente como firme en su pasado. Como todo lo verdaderamente bello Abril es
manifiestamente etéreo por su propia naturaleza. Se nutre del tiempo muerto
(pero nunca estéril) de los largos días invernales. Ciudad de balcones y
ventanas abiertas a la vida siempre enredada en los tiempos de espera. Aquí la
vida se manifiesta en todo su esplendor cuando el sol va postergando las fases
lunares. Abril se nos representa como el
culmen de lo que un día soñamos ser envueltos en el halo de la esperanza. Esta Ciudad no es que esté permanentemente
idealizada por una concepción onírica de la vida y las cosas; lo está por
saltar del pasado al futuro sin pararnos en la necesaria Estación del
presente. Abril se nos representa como
el triunfo de la luz sobre las sombras y está hecho a la imagen y semejanza de la Ciudad.
Siempre, rotundamente siempre, decir Abril será decir
Sevilla. Hoy comienza un ciclo que terminará cuando una mañana de Agosto la Virgen de los Reyes cruce la Puerta de Palos. En este
sevillano mes abrileño se nos ofrecerá una alegría tan impostada como la
idiosincrasia de la Ciudad. Lo
alegre es volátil por su propia configuración. No hay alegría que dure
cien…minutos ni político que lo permita.
Esta tierra nació para dar cobijo amoroso a las flores y soñar arrullada
con el rumor cantarín de la fuente. La
patria de las flores –parques y jardines- está completamente
abandonada a su triste suerte. Manda el vandalismo en una Ciudad que se creó
para la cívica mesura. Las fuentes
sucias y sin agua hace tiempo que cambiaron su rumor, inspiración de músicos y poetas,
por el gorgojeo de palomas sucias y hambrientas. Pero Abril y Sevilla; Sevilla y Abril, pueden
con todo. Siempre habrá un pequeño y recóndito jardín donde apreciar el gran
milagro de la Primavera
en Sevilla. El Alcázar, el Alcázar sevillano, como último reducto de lo que un
día fuimos y ya, desafortunadamente, no somos ni queremos ser. Vayan a los
bellos jardines del Alcázar cualquier mañana de Abril y verán como los sueños
pueden hacerse realidad. Pasearlos
despacio con la sensación de ser un pasajero del tiempo nos hará comprender la
enorme grandeza del mes que hoy comenzamos.
Sentarse un buen rato en cualquiera de su mágicos rincones, leer
pausadamente a Cernuda o Machado y comprenderemos en toda su dimensión la
grandeza de una Ciudad que venía para poema y la reciclaron en un burdo
panfleto.
Empieza Abril su periplo existencial de días, horas y minutos y con él
empezamos nosotros el nuestro de momentos y sensaciones. Lo escribió como nadie
don Antonio Machado: “Abril florecía
frente a mi ventana / Entre los jazmines y las rosas blancas / de un balcón
florido / vi las dos hermanas / La menor cosía / la mayor hilaba…”
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