lunes, 27 de octubre de 2014

Flamencologos



A Juan Vergillos y a Manolo Bohórquez con admiración y afecto.


Llevo ya más de medio siglo -¡cincuenta años!- como aficionado y estudioso del Flamenco. He escuchado cantar, tocar la guitarra y bailar en los sitios más variopintos. He procurado aprender de viejos aficionados cabales  que empezando por mi padre me enseñaron a desentrañar los vericuetos de este Arte parido y amamantado en Andalucía. He recopilado –y además leído en profundidad- una amplísima bibliografía flamenca. He asistido a Cursos y Conferencias donde el tema primordial era el Flamenco. ¿Quiere esto decir que ya lo se todo sobre el Flamenco?  Para nada. Afortunadamente en el Flamenco y en cualquier faceta de la vida siempre serán muchas las cosas que nos queden todavía por aprender.  Evidentemente no soy un crítico, ni tampoco un investigador y mucho menos me considero un flamencólogo. Me subí al carro de muchos aficionados que siempre han pretendido sacar al Flamenco de la marginación, la humillación y la pobreza. Pretendíamos elevarlo con todos los honores al olimpo de la Cultura y el Arte con mayúsculas. Creo que los logros resultan más que evidentes. Nunca gané dinero con el Flamenco sino más bien todo lo contrario: le dediqué mucho de mi tiempo y no poco de mi dinero. Ayer vivía de mi trabajo y hoy lo hago de una pensión producto de muchísimos años de cotización. El Flamenco es la gran pasión de mi vida y espero que así sea hasta mi último suspiro. No puedo evitar que me presenten en no pocas ocasiones como “flamencólogo” (como tampoco que media Sevilla me llame “José Luis”).  Es algo que ni me halaga ni en realidad tampoco me preocupa. Pero dado que existen personas que viven (eso si, a duras penas) profesionalmente del estudio y la divulgación del Flamenco, ¿qué problemas existen para que se les pueda llamar flamencólogos?  ¿Qué motiva, empezando por algunos artistas, el faltarles al respeto llamándolos “flamencólicos”? ¿Cómo hay que llamarlos?  ¿Quizás “Critico de actividades flamencas varias” o “Divulgador o programador del Arte Jondo en todas sus variantes”?  Ese es el quid de la cuestión: empleas tiempo y dinero para reivindicar el Flamenco y la cualificación profesional de los artistas y luego, estos, te faltan al respeto.  Bien es verdad que la Flamencología no es una actividad académica con licenciatura pero tampoco lo es la guitarra flamenca y ya ven como suena. Conozco casos de críticos que al realizar una crítica negativa han recibido incluso serias amenazas por parte de algunos artistas. Vivir hoy sin más de la crítica o la investigación flamenca es prácticamente imposible. La tienen que alternar con otras actividades y encima se exponen al descrédito y a la injuria. Artistas de  cortos recorridos se empeñan en que el Flamenco sobrevuele solamente por encima de sus tejados. Creen ingenuamente que todavía es posible ponerle puertas al campo.  Hace tiempo que desistí de entrar en polémicas estériles y me dedico prioritariamente a disfrutar este Arte que tan ligado ha estado siempre a mi vida. Paso de “batallitas” insustanciales y de cenáculos de sabios flamencos de nuevo cuño. El Flamenco es como la vida misma y no entenderlo así es perderse su verdadera sustancia.  ¡Hay tanta verdad en un Fandango y tanta mentira en un panfleto!

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