lunes, 13 de octubre de 2014

Las hojas muertas





Una de las causas que actualmente me producen desosiego es la imposibilidad de leer cuanto quisiera y me gustaría. Hago un cálculo de probabilidades de años por vivir y no me salen las cuentas. Compro cada mes un promedio de dos libros de bolsillo. Otras veces amigos muy escogidos me los prestan (eso son siempre los primero que leo pues soy enemigo declarado de la mala costumbre de no devolver los libros prestados) o tienen el detalle de regalármelos. Otras veces, sobre todo de Flamenco, me llegan de algunas Editoriales. Lo cierto es que se van acumulando y no consigo nunca reducir el montón de libros pendientes de lectura.  Es verdad que no solo de lectura vive el hombre y, aún estando ya libre de ataduras laborales y/o profesionales, son muchas las tareas que tengo que desarrollar a diario. El ordenador casi nunca me ocupa más de tres horas diarias. Veo muy poco la televisión y el Cine y la Música (sobre todo Flamenco) cubren junto a los libros mis ratos de ocio.  En ocasiones hago cálculos que me consuelen de este desosiego de lector frustrado.  Supongamos que una persona que haya cumplido los sesenta y cinco años de edad se haya leído un libro diario desde que cumplió los dieciocho años. Saldría un resultado de 17.155 libros leídos.  Pues bien, tan solo en España,  56.435 fue el número de libros (en papel) editados en el año 2013.  Por cierto descendió un 19% con respecto al 2012.  Resulta evidente que serán miles de libros interesantes los que nunca llegaremos a leer. Otra cosa que conviene recordar es el placer de la relectura.  Libros que leíste de joven y te causaron una gran impresión y ya en plena madurez son sometidos de nuevo al veredicto del intelecto.  Te queda el consuelo de que los libros nunca leídos otros los leerán por ti.  Estoy convencido de que el libro de papel nunca será derrotado por la modernidad y la tecnología. Un libro de papel se palpa, se huele y se siente palpitar cuando se pasan sus hojas.  Las hojas muertas esperando despertar a la vida con el tacto de la yema de los dedos.  ¡Tanto por saber y sentir y tan poco el tiempo disponible!

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