viernes, 24 de octubre de 2014

Gustav Mahler





Reconozco sin complejos mis muchas limitaciones y mis carencias en cuestiones relacionadas con el arte y la vida. Soy torpe por naturaleza y asumirlo sin complejos me resulta relativamente fácil.  Hace ya bastante tiempo que desistí de desentrañar y analizar los comportamientos de los seres humanos (algunos menos humanos que otros). Estos últimos años he aprendido a gestionar en positivo mi vida y estoy encantado –con perdón- de haber podido finalmente descubrir que me gustaría ser de mayor. Cada día me aburre más la gente y me relaciono a nivel afectivo con quienes son capaces de dar en la misma proporción que reciben. Créanme si les digo que esto en la actualidad no resulta nada fácil. Estamos atrapados en una Sociedad de cartón piedra donde los fantoches y figurones campan a sus anchas. La Cultura y el Arte llenan una buena parte de mi tiempo libre que, afortunadamente, ahora es bastante. Una de las cosas que he recuperado con los años es el placer de escuchar a diario Música Clásica.  Cada día descubro a nuevos compositores e interpretes y sinceramente es algo sumamente placentero. He descubierto con gozo que hay vida fuera de los tres grandes Genios: Mozart, Beethoven y Bach.  Justo es reconocer que en ellos depositó Dios las partituras del alma, la naturaleza y la vida. Mozart representa  sin ambages los sonidos de la Gloria. Beethoven es la arrolladora fuerza de la Tierra. Bach simboliza los murmullos del Alma.  Gloria, Tierra y Alma como elementos fundamentales para entender a los humanos en sus planteamientos filosóficos y su discurrir por los senderos de la vida en busca de la –su- verdad.  Hace ya algunos años que un amigo, Profesor de Conservatorio, me recomendó fervientemente que escuchara a Gustav Mahler. Me aclaró, acertadamente, que al principio me costaría atrapar su música pero que luego sería ella la que me atraparía a mí para siempre. Sabía que Mahler, eso si, era el compositor de cabecera de Alfonso Guerra.  Mi “romance” con Mahler ya se me representa eterno por la intensidad que desprende su música.  Es un proceso de introspección donde intelectual y espiritualmente se cumplen todas mis expectativas sonoras. Nadie con un mínimo de sensibilidad debía morirse sin escuchar su Sinfonía Nº 5.  La armonía fluye en cada nota y consigue de manera sincronizada que el alma se serene. Todo el arco melódico discurre sin sobresaltos y la música emerge lentamente como la fina lluvia de un día otoñal. Fue la Sinfonía que eligió Luchino Visconti como banda sonora para su inmortal película “Muerte en Venecia”. Escuchar a Mahler liberado del yugo de los avatares cotidianos es como establecer un dialogo con Dios y la Madre Naturaleza. Todo sea en aras del redimir a los humanos de la barbarie.

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