lunes, 7 de junio de 2010

Calle de las Buenas Letras



- Hay libros que hablan y ciudades que viajan. – (Paul Auster)

Leo hace unos días en la prensa un dato de esos que te producen una noble satisfacción. Sevilla es la ciudad española donde más calles existen rotuladas con nombres de escritores; concretamente existen 475. Eso está bien. Ahora que parece haberse aplacado definitivamente el ardor guerrero de cambiar nombres de avenidas, calles y plazuelas, bueno es saber que nuestra urbe sevillana está jalonada de novelistas, filósofos, ensayistas, historiadores y poetas. Siempre tuve claro que nadie con las manos manchadas de sangre, puede tener una calle en ningún confín del mundo. El signo político es lo de menos. Los verdugos no tienen más credo que el tremendo dolor que provocan en sus victimas. El nombre de las calles solo debe –o debía- estar al alcance de aquellos/as que hicieron algo útil y provechoso para la Sociedad. Bien a través del legado de sus obras materiales, artísticas o benefactoras, o con el ejemplo de su comportamiento cívico. No debería resultar tan difícil dilucidar, por medio de historiadores rigurosos y objetivos, los claroscuros de cualquier personaje histórico. Afortunadamente, el que los escritores en Sevilla ganen en el callejero por goleada me parece digno de alabanza. Los escritores representan la sal de la tierra. Con ellos soñamos, reflexionamos, aprendemos y conseguimos escapar de la férrea y asfixiante vida cotidiana. El guión de una película, una obra de teatro, una novela, un ensayo o un poemario son vehículos que nos ahondan en el conocimiento del alma humana. Para lo bueno y lo malo nos hacen crecer como las raíces de las plantas. Eso si, siempre aferrados a los cánones de la hermosura y el arte. Calles de escritores: calles del canto a la belleza y a la vida. Esto –desgraciadamente- no es óbice para que la mayoría de los sevillanos sepan donde está la calle Mateos Gago, y muy pocos conozcan la vida y la obra de don Francisco Mateos Gago Fernández (1827-1890). No me mueve al hacer este comentario un fatuo ejercicio de erudición, sino solo constatar un hecho palpable y desolador de la actual incultura ciudadana. A pesar de las numerosas –y fáciles- posibilidades de aprendizaje que hoy se nos ofrecen, pasamos olímpicamente de “comernos el coco” desentrañando las claves de nuestra Ciudad, que a la postre y sin animo chovinista, se nos presenta como la más importantes de la vieja Europa.

Un íntimo amigo de esos que están en todas y que casi siempre atinan con sus comentarios, me dijo en una ocasión que las calles sevillanas -con sus nombres- debían resaltar y rendir homenaje a los objetos y las cosas que la han hecho eterna en el tiempo. De hecho ya existen algunas rotulaciones (por cierto quien es el proveedor del pegamento que no hay uno entero y sin que le falte alguna letra, seguramente el pariente de algún “baranda”) de calles rotundamente hermosas. Por ejemplo: Doncellas, Vida, Agua, Cruces, Sol, Golondrina, Mármoles, Pimienta, Aire, Verde, Betis (por el río no seáis mal pensados), Pajaritos (hoy lo que abundan desgraciadamente son los “pájaros”, que cuando levantan el vuelo se llevan en el pico el bienestar de los nuestros), Alondra, Alianza, Costaleros, Curtidores, Pureza, Vírgenes, Soleá, Levies, Lirio.……todas rotundas y alegóricas a nuestro sentido de la vida y las cosas. Calles con nombres eternos y sin ninguna posibilidad de cambios. Están a salvo de veleidades noveleras de algunos políticos de tres al cuarto. Calles en definitiva que siempre nos retrotraigan a un tiempo –sin tiempo ni medida- donde fuimos felices e inocentes.
Tiempo de la niñez donde aun nos quedaba bastante lejos una época de pesadilla, donde mandaría en la Aldea Global un tal George Busch júnior; en España don José Luís Rodríguez Zapatero; en Andalucía don Manuel Chaves González; en Sevilla…….(que no, que no lo pienso nombrar) y en el Betis don Manuel Ruiz de Lopera. A menos que me falle la memoria creo que ninguno tiene todavía calle en Sevilla. Pero por si acaso mejor no dar ideas.

Pero uno que yo me se debía tener su nombre no en una calle sino en una plaza: la de la Encarnación. Una vez terminado (¿) este engendro arquitectónico, debía rotularse dicha plaza con el nombre del autor político de este monumento al despilfarro, la irracionalidad urbanística y el ninguneo al ciudadano. De esta forma se impedirá que el tiempo y sus falsas interpretaciones, terminen culpando de este desaguisado a los sufridos placeros del Mercado o al Rey San Fernando. A esta gente les deja tu un rato la Historia, y te dicen que el Descubrimiento de América fue debido a la intersección de Leire Pajín. Pues de sobras es sabido que Isabel la Católica era del PP, y por tanto poco propensa a aventuras vanguardistas marineras y abiertas a la aventura.

1 comentario:

A. Vela dijo...

Llevas mucha razón, Juan Luis. Cuando paseaba con detenimiento por las calles de Sevilla contemplando el caserío, repetía que los edificios, las casas todas, tendrían que estar firmadas en sitio bien visible para orgullo o escarnio del arquitecto; en lo de la Encarnación también tendrían que quedar muy claras las autorías.
Y ahora, sólo por el hecho de haber sido alcalde de Sevilla, se tiene derecho a una calle, si es posible una gran avenida, aunque su labor haya sido un desastre para la ciudad. Los políticos lo quieren todo para ellos con absoluto desprecio de la lógica y los valores humanos. Malos tiempos para la lírica y la literatura, pero los políticos están viviendo su "edad de oro", y remarco lo "de oro".