Hermosa, fructífera y larga en el tiempo es la historia cultural y afectiva que mantengo con el bello pueblo sevillano de Mairena del Alcor. Grandes momentos flamencos y humanos –siempre en la memoria el inolvidable Manolo Crespo- he vivido en este epicentro de la comarca de los Alcores. Buena gente, tierra fértil y soleares de las de enmarcar, o lo que es lo mismo: Mairena de luna y sol. Durante más de veinte años asistí regularmente a su Festival de Cante Jondo. Por allí pululábamos como aves inquietas de la “madrugá” flamenca. Siempre estábamos presente a la hora de pasar lista “jonda” los Paco Lira, Fernando Lappi, Jenaro Vázquez, Antonio Valverde y la afectuosa acogida que siempre nos dispensaban dos maireneros de pro: el escultor Jesús Gavira y el médico-escritor Antonio Rincón. Todos unidos por una misma pasión: el Flamenco enmarcado en su más noble ortodoxia. Sin meter al Arte en general y al Cante en particular en el sinuoso laberinto de la pureza (puro no es ni el agua de la lluvia), si podemos determinar que todas sus variantes tienen un elemento ortodoxo (el clasicismo) y otro heterodoxo (el vanguardismo). Conjugar ambos conceptos lleva implícito –ni más ni menos- que la supervivencia y el futuro de cualquier expresión artística de raíz. Los muchos y leales asistentes al Festival flamenco de Mairena sabíamos muy bien lo que allí nos convocaba: el Cante, el Toque y el Baile enmarañado en sus raíces ancestrales. Esto llevaba implícito que en aquellas largas noches de Cante y vino al amparo de las estrellas, podías escuchar siete Siguiriyas, seis soleares y, obviamente, ninguna Malagueña (salvo las que magistralmente cantaba Calixto Sánchez). Debo reconocer, que el discurso cantaor mairenista de aquellas mágicas noches muchas veces se nos hacia repetitivo y monocorde. No solo se repetían los estilos sino incluso la temática literaria. En más de una ocasión debatí amigablemente con mis colegas maireneros la necesidad de ir abriendo poco a poco la jaula de la ortodoxia. Había un cierto temor –injustificado- de que se cambiara la Siguiriya por la Rumba. Nada más lejos de la realidad.
De manera gradual y hasta llegar al presente he ido menguando mis visitas allí donde nació la fragua de los Mairena. Salgo cada vez menos por la noche y las pocas excepciones que he hecho últimamente han sido poco aleccionadoras: más de lo mismo y con un peor envoltorio de calidad. En lo flamenco, muchas veces, lo vivido viene a significar un lastre a la hora de analizar el presente. Posiblemente, el haber disfrutado a la largo de mi vida de tantas y tan buenas horas de flamenco, me hayan vuelto esquivo hacia lo que hoy se me ofrece. En fin, vamos a dejarnos de rodeos y pamplinas y llamemos a la cosa por su nombre: que está uno ya viejo que cojones.
Este año y motivado por la dichosa crisis que todo lo abarca, el Festival de Cante Jondo de Mairena ha dado un giro de 180º. Solo ha sido contratado un artista de relumbrón y, como no podía ser de otra forma, ha sido Miguel Poveda. Cantaor en pleno auge de su deslumbrante carrera y, al que pobre de mí, no seré yo quien le ponga ninguna pega. Han buscado el tirón mediático y tiraron por la borda los esquemas éticos y estéticos que sostenían este Edificio flamenco mairenista (que siempre dije que tenía los pies de barro de las subvenciones).
Leo en el más que recomendable blog de mi querido amigo Manolo Bohórquez, crítico de El Correo de Andalucía, (“La Gazapera”), que hubo cierto ninguneo (mamoneo para entendernos) con el impagable maestro Calixto Sánchez, al que por su labor didáctica y cantaora, Mairena le debía rotular cuatro o cinco calles. Pretendían –parece ser- que, dada la crisis existente, Calixto rebajara drásticamente su “caché”, sin plantearle lo mismo a Miguel Poveda.
Que la Cultura siga sufriendo –en sus recortes presupuestarios- los mayores estragos de la situación económica actual es terrible (para el alimento espiritual), pero parcelar la misma en detrimento de algunos artistas para beneficiar a otros es todavía peor. Todos deben, debían o debemos ajustarnos a los difíciles tiempos que corren pero, bajo ningún concepto, es de recibo que algunos andemos extenuados tirando del carro y otros subidos cómodamente encima del mismo. Se preguntaba el admirado Manolo Bohórquez, ¿qué pensaría Antonio Mairena de todo esto? Pues se diría: “aquí pasó lo de siempre que han muerto cuatro romanos y treinta cartagineses”.
Concluir diciendo que Miguel Poveda triunfó (¿y donde no?) de manera clamorosa en el Festival de Mairena y en la Maestranza sevillana en la inauguración de la Bienal. A tal señor tal honor. Gran artista es este badalonés de cuna y sevillano de adopción.
viernes, 1 de octubre de 2010
Festival de festivales flamencos
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