Voces autorizadas en distintos campos empiezan a mostrar una evidente y justificada preocupación de que, en nuestro sufrido país y motivado por la crisis, posiblemente estemos ante una generación de jóvenes a los que vilmente les han arrebatado su presente y su futuro. Perderemos en el limbo a una nueva generación de españoles motivada, una vez más, por las circunstancias políticas y/o económicas.
La Guerra In-civil se cargó a toda una generación de lucidos escritores, eminentes científicos y, en definitiva, a lo más granado de aquella España de pólvora, luto, loas, exilio, venganza, himnos, banderas y sangre, mucha sangre derramada por todas partes. La sociedad española quedó radicalmente fragmentada y, ni los que se fueron ni los que se quedaron, volverían a ser los mismos.
Los que nacimos a los pocos años de la contienda, nos criamos entre silencios y susurros que nacían del miedo y la desesperanza de nuestros mayores. Existían preguntas no ya sin respuestas, más bien al contrario, había respuestas en el aire que no necesitaban ser formuladas. No era preciso preguntar nada, pues en el enrarecido ambiente de algunos hogares, tenían enmarcadas las respuestas en las paredes de la pena y el desconsuelo. Mi madre sufrió en sus carnes a través de su padre y hermano los estragos de la guerra. Nunca, hasta que fui adolescente, me habló con claridad de lo que habían hecho con los suyos (que a la postre eran los míos). Todo en clave conciliadora y nunca para proyectar en mí un odio que en ella no encontró nunca cobijo. De sus tres hijos yo fui el único con el que se “confesó” y descargó una parte de su triste y penoso pasado. Después sufrió como nadie con mis veleidades clandestinas pero, como no podía ser de otra forma, siempre presta a ayudarme camuflando libros, panfletos o todo aquello que pudiera comprometerme. Nunca nadie me conoció, ni me conocerá como ella. Le bastaba con mirarme a los ojos para saber que era victima de alguna preocupación. Su lema era: “procura no complicarte la vida pero, si lo haces, dímelo para cubrirte las espaldas”. España ha sido proclive, a lo largo de su Historia, en cargarse generaciones enteras por conquistas absurdas, guerras cruentas sin sentido y políticas despóticas y arbitrarias. Las mismas que siempre han favorecido a los “fieles obedientes” en detrimento de los espíritus libres. Pensar en este país siempre ha resultado excesivamente caro. Tiren de la cadena de la Historia y nos veremos inundados por las turbias aguas de aquello “que pudo haber sido y no fue”. Escucharemos de fondo el eco lastimero de las generaciones perdidas. La política en su sentido más noble es –o debería ser- una actividad al servicio de la comunidad, a la que dicen representar y de la que viven. Hoy, los políticos, se nos presentan cada día más alejados de los intereses de las gentes para priorizar los suyos propios. No es casualidad que figuren en las estadísticas en el cuadro de honor de los descréditos populares. Los políticos son personas y, como tales, los habrá de toda clase y condición. La política está envilecida por intereses espurios y anclada en la demagogia y el supino ataque al adversario. Unos, agarrados al poder contra viento y marea, otros, bombardeando los sillones del poder para ocuparlos ellos.
Hoy, una vez más, parece que estamos a punto de tirar por el barranco de lo genuinamente hispano una nueva generación de jóvenes españoles. Afortunadamente, sin sangre, duros exilios, odios viscerales y sin la pena negra que producían las descarga de los mosquetones. No, eso ya forma parte de nuestra más triste historia, aunque algunos parece ser que la echan de menos y de vez en cuando sacan a los muertos de paseo. Estoy plenamente convencido de que existe en la actualidad un segmento de nuestra juventud, que se configura como la mejor preparada de toda la Historia de España. Pero, ¿qué perspectivas de futuro se les está ofreciendo? Creo que mayormente una buena dosis de desesperanza e inquietud. Han terminado sus estudios de manera brillante (algunos trabajando para pagarse los mismos, realizando todo tipo de tareas). Dominan dos o tres idiomas y poseen master complementarios que los hacen estar listos para que España los aproveche en toda su plenitud. Y un ca….., hoy los puestos de responsabilidad los “ocupan” enchufados y gentes afines a los partidos en el poder. Ayer, eran los “niños de Papá” y, hoy son “los niños del Partido”.
Como no saben como salir del “Laberinto del Fauno”, ahora se han inventado la modalidad de que tengan creatividad y se configuren su propio medio de vida. En definitiva, que no esperan sentados a que les llegue una oportunidad de trabajar. Es conveniente de que se hagan precoces empresarios y así matan dos pájaros de un tiro: resuelven su futuro y le quitan a Papá Estado un peso de encima.
De la Formación Profesional (FP) salen gentes bien preparadas que terminarán en las listas del INEM a la espera de cualquier trabajo. El mismo que difícilmente les llegará. Lo que resulta bajo mi punta de vista paradójico, es la facilidad con que se les llena la boca a estos “nuevos izquierdistas” de la importancia de la Educación y, por extensión, de la necesaria igualdad de oportunidades. Los hechos son tozudos y hablan por si solos. Para saber en manos de quien estamos basta con reseñar el tratamiento dado a la Crisis por “nuestro” Gobierno: 1) Se niega la mayor, que existiera siquiera, quedando terminantemente prohibido el citarla por ningún miembro del Partido (perdimos un tiempo absolutamente fundamental para afrontarla). 2) Se le inyecta dinero (nuestro dinero de contribuyentes) a los que mas tienen, es decir a los bancos. 3) Se le congela la pensión a los más débiles, es decir a los pensionistas. Todo, como se puede comprobar, muy de izquierdas y muy socialista. ¡Cosas veredes Sancho que harán temblar las paredes!
La Guerra In-civil se cargó a toda una generación de lucidos escritores, eminentes científicos y, en definitiva, a lo más granado de aquella España de pólvora, luto, loas, exilio, venganza, himnos, banderas y sangre, mucha sangre derramada por todas partes. La sociedad española quedó radicalmente fragmentada y, ni los que se fueron ni los que se quedaron, volverían a ser los mismos.
Los que nacimos a los pocos años de la contienda, nos criamos entre silencios y susurros que nacían del miedo y la desesperanza de nuestros mayores. Existían preguntas no ya sin respuestas, más bien al contrario, había respuestas en el aire que no necesitaban ser formuladas. No era preciso preguntar nada, pues en el enrarecido ambiente de algunos hogares, tenían enmarcadas las respuestas en las paredes de la pena y el desconsuelo. Mi madre sufrió en sus carnes a través de su padre y hermano los estragos de la guerra. Nunca, hasta que fui adolescente, me habló con claridad de lo que habían hecho con los suyos (que a la postre eran los míos). Todo en clave conciliadora y nunca para proyectar en mí un odio que en ella no encontró nunca cobijo. De sus tres hijos yo fui el único con el que se “confesó” y descargó una parte de su triste y penoso pasado. Después sufrió como nadie con mis veleidades clandestinas pero, como no podía ser de otra forma, siempre presta a ayudarme camuflando libros, panfletos o todo aquello que pudiera comprometerme. Nunca nadie me conoció, ni me conocerá como ella. Le bastaba con mirarme a los ojos para saber que era victima de alguna preocupación. Su lema era: “procura no complicarte la vida pero, si lo haces, dímelo para cubrirte las espaldas”. España ha sido proclive, a lo largo de su Historia, en cargarse generaciones enteras por conquistas absurdas, guerras cruentas sin sentido y políticas despóticas y arbitrarias. Las mismas que siempre han favorecido a los “fieles obedientes” en detrimento de los espíritus libres. Pensar en este país siempre ha resultado excesivamente caro. Tiren de la cadena de la Historia y nos veremos inundados por las turbias aguas de aquello “que pudo haber sido y no fue”. Escucharemos de fondo el eco lastimero de las generaciones perdidas. La política en su sentido más noble es –o debería ser- una actividad al servicio de la comunidad, a la que dicen representar y de la que viven. Hoy, los políticos, se nos presentan cada día más alejados de los intereses de las gentes para priorizar los suyos propios. No es casualidad que figuren en las estadísticas en el cuadro de honor de los descréditos populares. Los políticos son personas y, como tales, los habrá de toda clase y condición. La política está envilecida por intereses espurios y anclada en la demagogia y el supino ataque al adversario. Unos, agarrados al poder contra viento y marea, otros, bombardeando los sillones del poder para ocuparlos ellos.
Hoy, una vez más, parece que estamos a punto de tirar por el barranco de lo genuinamente hispano una nueva generación de jóvenes españoles. Afortunadamente, sin sangre, duros exilios, odios viscerales y sin la pena negra que producían las descarga de los mosquetones. No, eso ya forma parte de nuestra más triste historia, aunque algunos parece ser que la echan de menos y de vez en cuando sacan a los muertos de paseo. Estoy plenamente convencido de que existe en la actualidad un segmento de nuestra juventud, que se configura como la mejor preparada de toda la Historia de España. Pero, ¿qué perspectivas de futuro se les está ofreciendo? Creo que mayormente una buena dosis de desesperanza e inquietud. Han terminado sus estudios de manera brillante (algunos trabajando para pagarse los mismos, realizando todo tipo de tareas). Dominan dos o tres idiomas y poseen master complementarios que los hacen estar listos para que España los aproveche en toda su plenitud. Y un ca….., hoy los puestos de responsabilidad los “ocupan” enchufados y gentes afines a los partidos en el poder. Ayer, eran los “niños de Papá” y, hoy son “los niños del Partido”.
Como no saben como salir del “Laberinto del Fauno”, ahora se han inventado la modalidad de que tengan creatividad y se configuren su propio medio de vida. En definitiva, que no esperan sentados a que les llegue una oportunidad de trabajar. Es conveniente de que se hagan precoces empresarios y así matan dos pájaros de un tiro: resuelven su futuro y le quitan a Papá Estado un peso de encima.
De la Formación Profesional (FP) salen gentes bien preparadas que terminarán en las listas del INEM a la espera de cualquier trabajo. El mismo que difícilmente les llegará. Lo que resulta bajo mi punta de vista paradójico, es la facilidad con que se les llena la boca a estos “nuevos izquierdistas” de la importancia de la Educación y, por extensión, de la necesaria igualdad de oportunidades. Los hechos son tozudos y hablan por si solos. Para saber en manos de quien estamos basta con reseñar el tratamiento dado a la Crisis por “nuestro” Gobierno: 1) Se niega la mayor, que existiera siquiera, quedando terminantemente prohibido el citarla por ningún miembro del Partido (perdimos un tiempo absolutamente fundamental para afrontarla). 2) Se le inyecta dinero (nuestro dinero de contribuyentes) a los que mas tienen, es decir a los bancos. 3) Se le congela la pensión a los más débiles, es decir a los pensionistas. Todo, como se puede comprobar, muy de izquierdas y muy socialista. ¡Cosas veredes Sancho que harán temblar las paredes!
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