miércoles, 13 de octubre de 2010

Paco Robles

La historia del mejor periodismo español –y puede que universal- no tendría sentido sin el legado de sus columnistas. Me vienen a la memoria media docena larga de ilustres nombres que hicieron literatura de alta escuela adornada con opiniones políticas demoledoras y que, como pasó, pasa y pasará siempre, estuvieron en el punto de mira de aquellos políticos que eran desenmascarados en sus innobles vergüenzas. Posiblemente a finales del siglo XIX y en las primeras décadas del XX es cuando la prensa a través de sus articulistas tiene una mayor capacidad de conmover y, por tanto influir, en eso que hoy pomposamente llamamos “la ciudadanía”. El “caso Dreyfus” destapada en Francia en 1898 por medio de un artículo de Émile Zola, J´accuse” (Yo acuso), provocó en el país galo una conmoción social y política de incalculables dimensiones. La sociedad quedó drásticamente dividida a favor o en contra de Dreyfus. Todo, como digo, tuvo su origen en un artículo de prensa de Zola. Hoy algo así sería impensable. Los periódicos son hoy complementos sociales y culturales que, lamentablemente, poca –o ninguna- incidencia tienen sobre la conciencia y el comportamiento de la gente. El “Gran Hermano” de George Orwell, controlador-manipulador de nuestros sentires y opiniones, se nos aparece a traves de la televisión, para encuadrarnos dentro de un perfecto engranaje generador de pacientes borregos. Expresamos “nuestras” opiniones de manera autómata y mimética, como resultado de una planificación ideológica perfectamente estructurada y planificada en sus más mínimos detalles. No nos engañemos: decimos lo que quieren que digamos y, pensamos y reflexionamos…….bueno eso no les interesa que hagamos mucho.

Los articulistas representan –o mejor deberían representar- el antídoto que la Democracia nos ofrece para combatir los abusos que algunos políticos cometen soslayando el ojo avisor –demasiadas veces tuerto – de la justicia y la legalidad. Más que meditar sobre lo que los columnistas nos ofrecen en sus recuadros, preferimos tirar por la calle de en medio de las descalificaciones: “ese es un facha, no ves en donde escribe”; “ese a quien va a engañá, si ese tío está pagao por el SOE (así lo dicen sin la P). Y a otra cosa mariposa.

Paco Robles representa, para un servidor, de lo mejorcito del articulismo hispalense contemporáneo. Hace ya años que lo leo asiduamente y, no me duelen prendas en reconocer, que cada día me sorprende gratamente. Primero lo seguía en “El Mundo”, donde sinceramente creo que cuajó sus “mejores faenas” (impagable su “Trío de Capilla” con Javier Rubio y Juan Miguel Vega). Ahora desde hace un tiempo es articulista de “ABC”. Escribe artículos demoledores en lo político, solidarios en lo social y llenos de ternura, conocimiento y sensibilidad en el costumbrismo. Su añorado “pograma” de Sevilla TV, “Ojos que nos ven”, ha quedado configurado como de lo mejorcito de las televisiones locales sevillanas. Su Pregón en la Basílica de la Madre de Sevilla fue de los que difícilmente se olvidan. Nos regaló con su palabra lo siguiente: gracia no impostada; profundo conocimiento del alma del arrabal macareno y, sobre todo, pasión contenida pero presente. ¿Qué cuanto dice –o mejor escribe- no tiene el calado que mereciera? Sin ningún genero de dudas pero, al día de hoy, no hay más cera que la que arde (siempre contando con que no haya “mangoleta” con los cirios y las velas).

Paco Robles, así lo creo, tiene su alma sevillana flotando desde San Bernardo hasta los confines de Santa María la Blanca. Sevillano buscando –o mejor buscándose- por los recovecos de la Judería de calles estrechas y esquinas afiladas.

La vida es un puente entre el nacer y el morir. El nuestro –al menos el mío- posiblemente sea el de San Bernardo. Rayo de luz que rompe la noche torera del Martes Santo, y se refleja desde una cúspide de agua bienhechora en el cuerpo maltrecho del Cristo de la Salud. Radiantes niños del ayer con un petisú en la mano de la Confitería Castro y, hoy “Con las nieves del tiempo, plateando mi sien” del tango de Carlos Gardel, desorientados en una Ciudad maltratada y comandada por políticos mediocres. Vivimos desosegados buscando entre las sombras verdades y luces, que se nos resisten a mostrarse tal como la soñamos en nuestra infancia. Podrán decir de ti cuanto quieran pero, nunca podrán decir, Paco Robles, que no amaste profundamente a esta Ciudad. En tus artículos quedará reflejado eternamente tu hermoso testamento amoroso.

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