A Manolo Palomo Romero, que es de los pocos que todavía hacen honor al hoy ninguneado espíritu de Pablo Iglesias.
Hoy, y dado que se ha puesto de moda eso que pomposamente llaman el “Revisionismo Histórico”, sería deseable que si le toca el turno a los Diez Mandamientos, uno de los de nueva incorporación sea: “No emplearás tu tiempo en vano”. Cuando te percatas que te va quedando menos para “entregar la cuchara”, y que tú saco vivencial está más lleno de pasado que de proyectos de futuro, buena cosa es –o sería- no malgastar el tiempo en cosas banales –o quizás sea lo que convenga- ni, por extensión, hacérselo perder a los demás. Cada uno de nosotros –me refiero a los sesentones- tenemos ya una trayectoria inmersa en sombras y luces. Si has llegado hasta aquí con ligeros –pero asumibles- desajustes en tu estado físico y sin macula de rencor en los recovecos de tu alma, no es cuestión baladí el saber valorar y agradecer el día a día que se nos ofrece. Sentir el placer de nacer a la cotidianidad cuando aparece el alba por tu ventana, y los gallos se prestan a cantar la eterna sinfonía del amanecer. Decirte para tus adentros: “aquí estoy un día más” y, tras posar los pies en la alfombrilla del suelo, dar gracias a Dios por darte una nueva oportunidad de saborear la dicha de estar vivo.
Cada uno que lo enjarete de acuerdo con sus criterios, gustos y necesidades. Preocuparnos en definitiva por aquello que nos afecta y sabiendo priorizar lo que de verdad importa. En mi caso he configurado mi vida en torno a unos rituales, que una vez desligado de responsabilidades laborales, entran de lleno en el terreno de eso que hoy se vende mucho y a lo cual llaman: “la realización personal”.
Arrancó cada día, antes de ponerme en marcha con la cotidiana visita a Mister Roca y a las casi siempre malas noticias radiofónicas, escuchando a Manuel Vallejo en el equipo de música de mi dormitorio. Lo hago como un diario homenaje a la memoria de mi padre. Una vez en perfecto estado de revista acudo a mi tertulia mañanera para saborear el primer –y ya único- café del día. Allí me esperan los dos Pacos, ambos sevillistas y diferenciados por sus orígenes. Uno, trabajador incansable atrapando para los suyos jornales al vuelo en cualquier lugar o destino. El otro, antiguo y eficaz tasquero, con su pertinaz tos de fumador empedernido, escuchando siempre con la boca abierta los comentarios de cualquier tertuliano y, con sus abalorios de 18 kilates en forma de pulsera y cadenas alusivas al equipo de sus amores. Narciso, antiguo guardia municipal de arbitrios y “ponedor” de multas inmisericordes a gitanos vendedores ambulantes, apareciendo y desapareciendo como el Guadiana con su inseparable pitillo en la boca y dando el coñazo con la dejada de su bolsa en Supersol. Casimiro, trabajador jubilado de Uralita y que se escapó por los pelos de los estragos del amianto. Bético converso y confeso y, asiduo oponente dialéctico de unos de los Pacos. Pepe, cartuchero mayor del Reino de Pino Montano y, el que marca en definitiva a las nueve y diez de cada mañana, la hora de levantar el campo y entrar en los placidos –o no tantos- terrenos del dominó. Y Manolo, conocido en la barriada como reconocimiento a su primer apellido como “el Palomo”. Internauta a ráfagas, amigo entrañable del pueblo cubano, comedido en sus pareceres y enraizado a sus ideas socialistas de juventud. Defensor de causas perdidas pero, doy fe, que para pegarle un perdigonazo a este “Palomo” hace falta más de una escopeta.
Cada mañana rompemos esta efímera relación diaria: ellos en busca del seis doble y yo, al encuentro con aquella que a punto de cumplir los 98 años se resiste a abandonar esta tierra de sombra y luz.
Entre nosotros sin lugar a dudas existen notables diferencias pero, si de algo estoy seguro es que existe un gran respeto y un afecto compartido, que consiguen articular sentimentalmente esta tertulia surrealista mañanera de no más de media hora de duración. Todos somos pensionistas y, doy por seguro que aun admitiendo que nuestra manera de entender la vida, las cosas y nuestras aficiones son claramente divergentes, utilizamos nuestro amplio tiempo libre en hacer aquello que nos gusta y nos acerca a la felicidad personal. Ninguno, pondría mi mano en el fuego, tienen –o tenemos- la sensación de perder nuestros días presentes. Hacemos lo que nos gusta y eso, es cualquier cosa menos banal. Que dado los tiempos que corren no es poco. Lo dicho: “No emplearás tu tiempo en vano”.
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