viernes, 15 de octubre de 2010

La cara oculta de la luna




Cuando los terribles atentados del 11 de septiembre (definitivamente 11-S para la Historia) sobre las Torres Gemelas de Nueva York, todos quedamos sumidos en el desconsuelo y la perplejidad. ¿Era posible que bastara secuestrar dos aviones comerciales –más el que cayó en el Pentágono- (¿), y estrellarlos contra el corazón de las finanzas mundiales¿ ¿Bastaba esto para poner contra las cuerdas al país más poderoso de la Tierra? ¿Y las tan cacareadas medidas de seguridad mostradas a bombo y platillo en cientos de películas? Los terribles atentados acaecidos posteriormente en los vagones de trenes en Madrid el 11 de marzo, no hicieron más que confirmar que nada –ni nadie- estaba –estábamos- a salvo de esta pandilla de fanáticos integristas. Desde entonces ya las cosas nunca han sido lo mismo. Se extremaron hasta la saciedad las medidas de seguridad –fundamentalmente en los aeropuertos- y los terroristas consiguieron desestabilizar gravemente la frágil “Alianza de Civilizaciones”. Recientemente el “Canal de Historia” nos ha mostrado un espeluznante documental, repartido en dos capítulos, sobre los atentados a las Torres Gemelas verdaderamente impresionante. Se ha hecho un extraordinario trabajo de montaje a través de grabaciones particulares -de dentro y fuera de las Torres- y se ha conseguido un testimonio excepcional sobre el alcance humano de la tragedia. Las imágenes que se nos muestran, y los comentarios en vivo de los asistentes o victimas de la tragedia, son de los que raramente se olvidan. Me causó una profunda impresión el hecho que les cuento seguidamente: una vez percatada las autoridades del inmenso alcance del tremendo suceso y, después de quedar de manifiesto en las grabaciones telefónicas su gran incredulidad y su falta de coordinación, se mandó como primer contingente a un grupo de élite del Cuerpo de Bomberos de Nueva York. Se denominaban algo así como: “Grupo Especial de Intervenciones Rápidas”. Lo formaban 120 bomberos, 3 mandos y 1 sacerdote. Uno de los mandos les explica brevemente en las puertas del “infierno” dos cuestiones: una, que tienen la obligación de entrar y, dos que es prácticamente imposible que ninguno salga con vida. De todas formas abre la posibilidad de que quien quiera puede marcharse a su casa. “La vida es sagrada y es propiedad de cada uno”, les dice. Nadie lo hace y todos dan un paso al frente. El sacerdote, le hace a cada uno la señal de la cruz en sus frentes impregnadas de hollín y van entrando decididos en busca de una muerte segura. A pesar de que el cura pretende entrar con ellos, uno de los mandos lo convence que no lo haga, que alguien debe contar lo que allí ha acaecido. Valor y sacrificio sin recompensa material ni medallas. La cara oculta de la luna.

En los atentados del 11 de marzo (11-M para la Historia) contra los trenes de cercanías madrileños y, configurado tristemente como el mayor cometido en Europa, se dieron casos conocidos a posteriori de un sacrificio y una heroicidad verdaderamente admirables. La respuesta del pueblo de Madrid con donaciones masivas de sangre (se triplicó el volumen que se necesitaba) fue impresionante. La tarea de los profesionales que trabajaron en la recuperación de heridos y fallecidos fue elogiada hasta la saciedad en toda la prensa internacional.

Fue la respuesta solidaria y bondadosa ante la cara más atroz de la barbarie, la sin razón y el fanatismo más perverso y canallesco. Bondad ante maldad. Solidaridad popular ante el individualismo más criminal. Todo enmarañado dentro de lo mejor y lo peor que anida en el ser humano. La cara oculta de la luna.

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