porque dio su sangre para las estrellas”
- Canción canaria -
Cuando el primer hombre puso sus pies en la Luna, posiblemente sonreirían las probetas en los laboratorios y llorarían las rimas de los poetas. La magia quedó seriamente cuestionada en brazos de la Ciencia. “Un pequeño paso para un hombre; un gran salto para la Humanidad”, dijo Neil Armstrong en una frase “histórica” que fue largamente ensayada para la ocasión. Ahora, según han descubierto los científicos, parece ser que hace un montón de millones de años existían dos lunas: una más pequeña y otra similar a la actual. Dentro de mi supina ignorancia nunca logré entender como se pueden llegar a tan certeras conclusiones. Parece ser que ambas lunas chocaron y, como suele ocurrir en todos los órdenes de la vida, la pequeña fue engullida por la grande. La Luna siempre significó para los humanos la posibilidad de soñar amores y aventuras imposibles; momentos juveniles de magia sentimental y caldo de cultivo para el romanticismo de los poetas. Luna plateada donde relucían las facas lorquianas y la nerviosera de los maletillas en las dehesas. Luna suspendida en los placidos mares agosteños para, con el trasfondo de una habanera, ofrecer su pálido reflejo a las confidencias de los enamorados. Luna prendida en la literatura flamenca: “El Alcázar de Sevilla tienes las paredes altas / más altas son sus murallas y más altas las palmeras / pero la cima es la Luna: Dueña y reina del Alcázar”. Machado no quería maniobras de distracción de lo cotidiano con la excusa lunera: “Desdeño las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la Luna”. Hoy, desgraciadamente, la Luna ni está ni se le espera. Los amores juveniles se fraguan y cimentan en ruidosas movidas discotequeras. Los poetas andan perdidos buscando el alma de la poesía. Los científicos están ahora más preocupados en averiguar si Marte tiene agua. Mientras, los especuladores sin escrúpulos, envenenan los mares y ríos de la Tierra. Los de la “Media Luna” andan inmersos en cruentas batallas sociales y políticas buscando la necesaria agua para sus Oasis. La Luna nace y muere cada día sin que nadie se digne siquiera contemplarla. Corren malos tiempos para la lírica y los falsos pragmáticos mandan en nuestras almas y haciendas. La Luna está sola, terriblemente sola y desamparada. La soledad de la Luna es, ni más ni menos, el parámetro que mide la soledad actual de los románticos. Pocos rescoldos de vida le quedan a la lunita lunera de las coplas del ayer. Queda todavía latente en los cuentos infantiles donde, rodeada de estrellas, consigue que los niños crezcan soñando. Soñar no es levitar, es más bien avanzar hacia un futuro donde el ser humano de gracias a Dios por la plasmación de lo soñado. Lo decía el Poeta de Orihuela en su inmortal “Nana de la cebolla”:….”Ríete niño que te traigo la Luna cuando es preciso”. Al final estaba todo demasiado claro: el Sol para soñar viviendo y, la Luna, para vivir soñando.
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