domingo, 16 de octubre de 2011

Sobre exquisitos y figurones

Curiosamente existen cuestiones que se resuelven a través de sus contradicciones. Un ejemplo: Andalucía es una de las Comunidades Autónomas donde más libros se venden y, curiosamente, posee el triste record de ser la que tiene el índice de lectores más bajo de España. La solución posiblemente consista en que comprar libros significa un ejercicio social de distinción y, leerlos, un ejercicio intelectual de reflexión. Para la primero solo hace falta gastar dinero y para lo segundo el gasto entraría en el terreno del intelecto y sus derivaciones neuronales. La eterna excusa para no leer está siempre en que nuestras múltiples ocupaciones no nos dejan tiempo ni para dedicárselo a la familia. Al comprar libros y, comentarlos en reuniones sociales, quedamos exento de un cierto ropaje de inculto irredento. Cambiamos en definitiva la exquisitez por el figuroneo. Recuerdo una anécdota de don Enrique Tierno Galván cuando era Alcalde de Madrid. Estaba el “Viejo Profesor” dándoles una charla a unos vecinos de Vallecas y les decía: “Quedaos tranquilos que voy a propiciar que los camiones de la basura no pasen a las dos o las tres de la madrugada por vuestras calles y, con su ruido, interrumpan vuestras sosegadas lecturas”. La gente se miraba alucinada pues allí -que todo el mundo se levantaba a las seis o las siete de la mañana para ir a trabajar- pocos estarían leyendo a la dos de la mañana. Aparte de que la mayoría no leía ni los folletos de Alcampo. Pero como captaron la intención de Tierno Galván le dieron una estruendosa ovación. Les proporcionó, en definitiva, la posibilidad de ser personas cultas y exquisitas. Sevilla ha sido, es y será (¿) la Capital española de los figurones. Los hay de toda clase y condición. Aquí hace bastante tiempo que nadie escucha a nadie y las charlas se han convertido en pesados monólogos, donde cada uno cuenta sus logros personales. No hace falta que les preguntemos por un reciente viaje o por su actividad en la Empresa, el Partido, el Ayuntamiento, la Junta o la Hermandad. Él solito va desgranando como le va y la suerte que tiene la Ciudad de contar con sus servicios profesionales, políticos, sociales o culturales. Recuerdo un antiguo vecino que cuando fue nombrado Presidente de la Comunidad del Bloque se mandó imprimir una tarjeta de visita que así lo especificaba. Los pocos exquisitos que les van quedando a la Ciudad se mueven entre la reflexión, el trabajo bien hecho y el anonimato. Obvia recalcar la enorme diferencia entre un exquisito y un cursi. Paco Correal, tiene una magnifica sección de entrevistas en el “Diario de Sevilla” (“Los invisibles”) donde nos trae a personajes sevillanos inmersos en la exquisitez. El pasado agosto entrevistó a Manolo González (posiblemente uno de los mejores melómanos que le quedan a Sevilla) y, en cada respuesta, nos dio todo un ejemplo de amor a la Ciudad. Su estrecha vinculación a “Juventudes Musicales” y su talante combinado con su talento nos reivindican con lo mejor de nosotros mismos. Ver pasear -con su porte aristocrático- por Sevilla a este antiguo empleado del Banco Exterior y de la Hacienda de nuestros desvelos es un monumento a la exquisitez más profunda. Su Gran Poder; su(s) Maestranzas (Opera y Toros); su Música Clásica; su familia; sus amigos y su Ciudad, configuran las alforjas de su hatillo vivencial sevillano. Van quedando pocos de esta cosecha y nos invaden cada día nuevos especimenes del figuroneo más hortera. Todo queda enmarañado en la destemplanza de las voces autocomplacientes y todo, desgraciadamente, terminará por sustraernos la dulce melodía de los sonidos del silencio. Figurones: “Dicese de aquellos que están vacíos por fuera y por dentro”.

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