Entiendo, y por eso lo denuncio desde mi modesta atalaya, que los gritos emitidos contra el fallecido y recordado Antonio Puerta en el Vicente Calderón fueron tan solo obra de una reducida y canallesca minoría. En los Campos de Fútbol de todo el mundo hace tiempo que se dan uno conatos de violencia, física y/o verbal, acorde con el mayor nivel de barbarie y salvajismo del que se valen algunos “humanos” para esconder sus propias miserias. En nuestro suelo patrio algunos presidentes han cultivado, fomentado y cuidado estos reducidos grupas ultras que en nada representan a la afición balompédica. Les eran propicios a sus inconfesados intereses y les interesaba tener contentas y “amamantadas” a las fieras. Cuando un sector –insisto que quiero creer que minoritario- entonó el: “Ea, ea, ea, Puerta se marea” elevó la barbarie humana a la cima de su miserable montaña de mierda. Lo lamentable es que si bien es verdad que estos gritos los lanzaron los descerebrados de siempre, no es menos cierto que la gran mayoría permaneció silenciosa como si la cosa no fuera con ellos. El silencio, hoy tan tristemente de actualidad, nos hace cómplices de las tropelías que se cometen en nuestro entorno. Con el triste fallecimiento de Antonio Puerta ocurrieron dos tragedias: se cortó de raíz un enorme carrerón futbolístico (hubiera sido por muchos años el lateral izquierdo de la Selección española) y, lo más importante, la muerte de un muchacho joven que, a tenor de los muchos que tuvieron la suerte de conocerlo, era una persona extraordinaria. Por eso me alegra sobremanera que Álvaro Negredo haya denunciado abiertamente el comportamiento de estos herederos de la maldad más cobarde y rastrera. Los Estadios futboleros –lo diga quien lo diga-son hoy menos aconsejables para los niños que las Plazas de Toros. En torno al balón pululan una serie de impresentables que, con la excusa de “defender unos colores”, solo intentan descargar el veneno que los corroe por dentro. Aquí lo dejo pues no me apetece seguir insistiendo sobre algo tan evidente como monstruoso. Que cada cual asuma su parte de responsabilidad en la configuración y desarrollo de estos engendros. Existir existen en todos los equipos pero somos nosotros en definitiva quienes con nuestra aquiescencia los mantenemos “vivos”. Los malos siempre serán los de los demás equipos que los del nuestro son más moderados. No estaría de más, puestos a defendernos, que si ellos se acuerdan de nuestros muertos nosotros también nos acordemos de los suyos. Evidentemente no tienen la culpa de lo que han engendrado pero nosotros –las personas decentes- tenemos derecho a defender nuestra memoria sentimental. Muchas veces ser bético, sevillista o madridista es un accidente sentimental; ser una persona, una buena persona, es una elección personal.
lunes, 3 de octubre de 2011
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1 comentario:
Eso se corta radical, pero hay que tener dos cojones como los del toro de Osborne, me explico: En el momento que empieza ese tipo de gritos, el Presidente del Sevilla se levanta del Palco y da una orden tajante a su entrenador y todos a las duchas y al autocar.
El lunes, autoridades civiles y deportivas que decidan quien pierde los puntos disputados.
Hay muchos intereses y todos malos en el futbol y de ahí su estado.
Un abrazo
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