viernes, 25 de noviembre de 2011

La soledad del César destronado

Los acontecimientos históricos en su doble y complementaria vertiente de situaciones y/o personajes necesitan el paso del tiempo para ser analizados con objetividad. Digamos que nunca se puede analizar una batalla –en sentido figurado- hasta que se entierren a los muertos; se curen a los heridos; se consuelen a viudas y huérfanos y desaparezca completamente el olor a sangre y pólvora. Luego se sabrá si sirvió para algo, y si en verdad los vencidos y los vencedores los son en realidad o, si por el contrario, tienen los “papeles” cambiados. Insisto: donde escribo “batalla” siempre lo hago en sentido figurado. Hace muy pocos días se celebraron en nuestro país Elecciones Generales y se dieron dos elementos complementarios: la tremenda y prevista derrota del PSOE y la clara y no menos esperada victoria del PP (entiendo claramente que por ese orden). Después de ocho años al frente del Gobierno, y algunos más como parlamentario, se marcha de la política activa don José Luís Rodríguez Zapatero. Para no desentonar con sus antecesores lo hace literalmente por “la gatera”. Suárez, Felipe González y Aznar (la brevedad de Leopoldo Calvo Sotelo lo dejaría fuera de cualquier análisis) se fueron en “horas bajas” y cuestionados por “tirios y troyanos” (sin premio). Curiosamente con el paso de los años la Historia a través de sus analistas más cualificados les han dado un considerable repunte: Adolfo Suárez se nos presenta hoy día como el auténtico eje vertebrador de una modélica Transición; Felipe González como el mayor impulsor de la modernización, normalización e internacionalización de nuestro país y, José María Aznar, como el eje fundamental de unas coordenadas económicas que llevaron a España a sus mayores cotas de bienestar social. Evidentemente desde el pantanoso terreno de las afinidades ideológicas todos estos análisis serán cuestionados y rebatidos. Cabríamos preguntarnos al día de hoy, ¿qué dirán los analistas -pasado unos años- de la gestión de José Luís Rodríguez Zapatero? Hoy se nos antoja como algo a todas luces imprevisible. Si cuesta trabajo con los datos que disponemos analizar el presente, bastante más complicado es meterse a Nostradamus. Creo, sinceramente, que estamos ante un político de perfil muy bajo y tremendamente dubitativo (como la mayoría de los dirigentes europeos actuales) que le tocó “lidiar” una tremebunda Crisis a la que no supo, ni él ni su Equipo, por donde “meterle el capote”. Llegó con la bandera del Talante y eso nadie se lo podrá cuestionar nunca (evidentemente, al remover innecesariamente las tranquilas aguas de nuestro pasado más triste, cambió su talante por un “izquierdismo de salón”). Justo es reconocerle que ha sido tremendamente respetuoso con sus adversarios –en el fondo y sobre todo en las formas- a pesar de haber tenido que soportar “andanadas” rastreras -mediáticas y políticas- de corto y largo alcance. Esto, en nuestra España, es algo –lamentablemente- normal y va implícito en el sueldo de Mandatario. . En un país, donde hoy prevalece la descalificación más soez y la grosería más “barriobajera”, es de agradecer que un Presidente del Gobierno se nos muestre educado y respetuoso en sus quehaceres políticos. Pero, evidentemente, no solo de “buen rollito” vive el hombre y se necesitaban otras cualidades de las que, a mi modesto entender, el señor Rodríguez Zapatero andaba “cortito”.




Ahora, seguro que algunos articulistas que lo “majaron a palos” le descubren algunas virtudes ocultas. España es como es o mejor como hemos querido que sea. Creo que se nos marcha un pésimo Presidente y una buena persona.

Suerte para este “César destronado” y dejemos que sea la Historia (la de todos y no solo la de una parte) quien definitivamente lo ponga en su sitio. Zapatero es responsable de lo que es pero, no siendo poco, tampoco podemos culparle de todos los males que nos aquejan. A pesar de los intentos desesperados por parte del PSOE de separar a Rubalcaba de Rodríguez Zapatero en la nefasta gestión de la Crisis, la jugada no coló en el electorado. Cinco millones de parados son muchos argumentos como para que la gente se creyera lo que carecía de credibilidad. Lo dijo Julio César (¿o fue Napoleón?) y ahora don José Luis lo apreciará de cerca: “Las victorias tienen muchos padres, pero las derrotas son siempre huérfanas”. Suerte, don José Luis, tanto en lo personal como en lo profesional, permítame que le diga con total sinceridad, que cuando decidió dedicarse a la política escogió usted el camino equivocado. Evidentemente, fueron una serie de circunstancias las que le llevaron a la Moncloa y, han sido otras de muy diversa consideración las que han terminado de desalojarle.

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