martes, 8 de noviembre de 2011

Señor se escribe con S de Salud




Las noticias cuando son buenas tienen tres variantes que, en no pocas ocasiones, se nos tornan complementarias. Unas, que te alegran el día; otras, que te alegran la vida y, las más acariciadas, aquellas que te alegran el alma. Hoy martes –no podría ser otro día de la semana- día 8 de noviembre del 2011 cuando España anda enfrascada en quien ganó el “Debate” y, cual puede ser peor gobernante de los dos, me despierta el alba de la judería con una excelente noticia: el Señor de la Salud presidirá el Vía Crucis del 2012. El día amanece luminoso y tímido pero inexorablemente el frío empieza a arrinconarnos en el dulce calor hogareño. Cuando escucho en la “arradio” que esta imagen que tanto representa para mí saldrá a la calle en el Vía Crucis sevillano mi alma revoletea gozosa. La arribada del Señor de la Salud a San Nicolás de Bari para cubrir el hueco devocional de Quién anda por Sevilla a compás de Siguiriya gitana es historia largamente conocida. La autoría de esta imagen tan querida como valorada es algo sentimentalmente insustancial. No sabemos si fue Pedro Roldán o Francisco de Ocampo, o alguien cercano a su círculo, quien nos hizo el regalo, maravilloso regalo, de su presencia. Los niños de la generación del “pan con aceite y azúcar” llamábamos cariñosa y popularmente al Señor de la Salud como “el Pija”. No había un solo gramo de irreverencia en nuestra manera de llamarlo y convocarlo. Era un ejemplo, un rotundo ejemplo, de la cercanía que mostrábamos hacia imagen tan querida. “Era uno de los nuestros” y, buen cuidado debían tener los de los barrios periféricos (versus el querido San Bernardo) con llamarlo como lo hacíamos nosotros. Hoy, es un gran día para los candelarios. Me acuerdo especialmente de aquellos que sostuvieron la Hermandad contra viento y marea en tiempos extremadamente difíciles. De José Martínez Raposo, de Fali Fernández, de Martín Carlos Palomo, de…..tantos candelarios que dejaron su tiempo existencial en darle el esplendor del que hoy goza la Hermandad. Uno, que al final, no es más que un alma en pena que deambula por San Nicolás buscando el paraíso perdido de la niñez, poco ayudó en las tareas cotidianas de la Hermandad. Pero, si el Señor de la Salud así lo quiere, allí estaré cuando empiece a caminar por las queridas calles de mi infancia. Este año, por motivos obvios, no será para mí un Vía Crucis más. Sale quien sale y, queridos amigos, si algo adquiere importancia con los años son las tradiciones sentimentales. El Señor de la Salud llevará a Sevilla una verdad incuestionable: lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos. No hay más pero tampoco menos. ¡Enhorabuena candelarios!

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