miércoles, 15 de febrero de 2012

El silencio de los corderos



El ámbito de lo privado es –o debía ser- algo estrictamente personal y una materia difícilmente compartible con nadie. Cuando por necesidades psicológicas alguien decide hacer participe a otra persona de una parte –o un todo- de su intimidad, corre el claro riesgo de que su mundo unipersonal deje de serlo. Una relación de pareja es cosa de dos y, en la misma, tres son multitud. Diariamente me encuentro con personas a los que profeso un gran afecto y que te hacen “cómplice” de sus desavenencias familiares. Te comentan, a pesar de tu malestar de oyente, sus desavenencias conyugales y/o personales para plantearte a continuación, ¿tú que harías en mi lugar? Sinceramente me dejan descolocado pues, ¿quien puede ponerse en pellejo ajeno ante temas tan sensibles y personales? Intento salir de la situación con “una larga cambiada” donde las posibles soluciones no pasen por mis criterios. Hoy, lamentablemente, cualquiera habla con cualquiera de cualquier tema personal. Nadie se corta un pelo y no son conscientes de que van a romper el necesario “silencio de los corderos”. Te cuentan vidas y milagros, utilizándote de confesor improvisado y dejándote un pozo de amargura por el mensaje recibido. ¿Qué puedo decirles? La cosa se complica cuando de manera severa te ruegan que el tema expuesto no salga de los dos. Pues la mejor solución sería no hacer a nadie participe del mismo. La segunda parte es: ¿Hoy día alguien admite consejos foráneos? ¿Quién está en condiciones de pontificar aconsejando a nadie? La vida es compleja por su propia naturaleza y, lo concerniente a la relación de pareja ya ni les cuento. Amigos del alma que se ven en un callejón sin salida y te piden orientación para salir del atolladero. Todo esta encuadrado en una Sociedad donde prima, fundamentalmente, la soledad y la incertidumbre. ¿Si tú no estás seguro de cortar –o continuar- una relación de pareja, que podemos aconsejarte los demás? Lamentablemente la Iglesia, por sus continuos desatinos, ha perdido su capacidad de atraer a la gente a través de la confesión. El “personal” no se fía de los curas y motivos sobrados tiene para ello. Quedan los Psicólogos; Asesores Matrimoniales y demás “mediadores” coyunturales. Después vendrán los Abogados, Notarios y Jueces. Vivimos tiempos compulsivos donde el dialogo racional ha sido sustituido por el exabrupto. Utilizamos a los amigos como pantallas donde reflejar nuestras frustraciones y tampoco es eso. Los amigos están para lo que están y son un antídoto contra las soledades de almas y cuerpos. Hacerlo participes de nuestras “batallitas” personales más intimas es el camino más corto para perderlos. Los ponemos entre la espada y la pared para que se posesionen –prioritariamente a favor de nuestros postulados- y caso de mostrarse contrarios a nuestros criterios solemos decir que “nos han fallado”. Dejemos pues a los corderos con su silencio ancestral para no despertar el apetito de los lobos. Si has decidido dejar a Pili, no le compliques la vida al amigo del marido de la Pili. Haz lo que creas conveniente y reza para que tu decisión haya sido la más acertada. No hay más pero tampoco menos.

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