Sobre la importancia que tuvo Hillary Clinton en que su esposo, Mister Bill Clinton, consiguiera la Presidencia de EEUU circulaba una anécdota por el país de las barras y las estrellas. Cuentan que un día pasaron ambos con el coche oficial por una gasolinera y ella le hizo el siguiente comentario: “Fíjate, ese hombre que despacha gasolina fue mi novio en la Universidad”. El bueno de Bill le contestó: “Si te hubieras casado con él hoy trabajarías en una gasolinera”. Ella rauda le replicó: “No te confundas querido, si me hubiera casado con él hoy sería el Presidente de los EEUU”.
Un caso bastante parecido es el de la esposa de Tony Blair. Está considerada como uno (¿o se dice una?) de los abogados más brillante del Reino Unido, y su papel en la carrera política del Ex Primer Ministro británico fue fundamental. Se trata de mujeres que, en ambos casos, prefirieron trabajar desde la sombra para encumbrar a sus esposos hasta la cima del Poder político. ¿Hicieron bien ocupando un inmerecido segundo plano? Sinceramente, si mujeres con las cabezas tan bien “amuebladas” -y peinadas- así lo decidieron, poco o nada podemos añadir el resto de los mortales. Mucho ha cambiado –afortunadamente- el rol de la mujer en la Sociedad actual, y si nuestras abuelas levantaran la cabeza, se quedarían asombradas y estupefactas viendo el papel que, como mujeres, tienen hoy sus biznietas. Ha sido un cambio vertiginoso el experimentado por las mujeres sin obviar, lógicamente, que es todavía muy largo el camino pendiente de recorrer. En los largos y duros años del franquismo el papel de la mujer estuvo siempre relegado a las faenas domesticas, el cuidado de los hijos y en ser el principal soporte del “descanso del guerrero”. No tenía voz ni voto (bueno esto –los votos- ni ellas ni ellos tampoco) y cualquier decisión que quisieran tomar siempre debía estar supervisada por su “santo” esposo. Un ejemplo: si una mujer recibía personalmente un dinero procedente de la herencia de algún familiar y quería abrir una cuenta en un banco, tenía que hacerlo conjuntamente con su marido, y la de este era la firma autorizada para retirar fondos. Curiosamente, en los últimos años he conocido a parejas donde el mayor porcentaje de talento lo tienen casi en exclusiva las mujeres. Hoy, con las precarias condiciones laborales, los roles sociales y domésticos se han alterado sustancialmente. Parejas que trabajan los dos; otras donde solo lo hace uno de sus miembros y, desgraciadamente, ya no pocas donde ambos están en el Paro. He comprobado en parejas amigas que ellas tienen más vocación lectora que sus “arguiñanos” esposos y, por extensión, están menos anquilosadas en la vulgaridad de la rutina cotidiana. Las inquietudes nunca estuvieron reñidas con el pitido de la Olla-Express. Soy de los convencidos que el futuro –caso de que podamos tener alguno- será de las mujeres. Le pese a quien le pese son distintas a los hombres en tolerancia, perseverancia, sacrificio y capacidad de asimilación. Dios y la Madre Naturaleza no pueden estar equivocados cuando las situaron en la fuente y el origen de la especie humana.
Un caso bastante parecido es el de la esposa de Tony Blair. Está considerada como uno (¿o se dice una?) de los abogados más brillante del Reino Unido, y su papel en la carrera política del Ex Primer Ministro británico fue fundamental. Se trata de mujeres que, en ambos casos, prefirieron trabajar desde la sombra para encumbrar a sus esposos hasta la cima del Poder político. ¿Hicieron bien ocupando un inmerecido segundo plano? Sinceramente, si mujeres con las cabezas tan bien “amuebladas” -y peinadas- así lo decidieron, poco o nada podemos añadir el resto de los mortales. Mucho ha cambiado –afortunadamente- el rol de la mujer en la Sociedad actual, y si nuestras abuelas levantaran la cabeza, se quedarían asombradas y estupefactas viendo el papel que, como mujeres, tienen hoy sus biznietas. Ha sido un cambio vertiginoso el experimentado por las mujeres sin obviar, lógicamente, que es todavía muy largo el camino pendiente de recorrer. En los largos y duros años del franquismo el papel de la mujer estuvo siempre relegado a las faenas domesticas, el cuidado de los hijos y en ser el principal soporte del “descanso del guerrero”. No tenía voz ni voto (bueno esto –los votos- ni ellas ni ellos tampoco) y cualquier decisión que quisieran tomar siempre debía estar supervisada por su “santo” esposo. Un ejemplo: si una mujer recibía personalmente un dinero procedente de la herencia de algún familiar y quería abrir una cuenta en un banco, tenía que hacerlo conjuntamente con su marido, y la de este era la firma autorizada para retirar fondos. Curiosamente, en los últimos años he conocido a parejas donde el mayor porcentaje de talento lo tienen casi en exclusiva las mujeres. Hoy, con las precarias condiciones laborales, los roles sociales y domésticos se han alterado sustancialmente. Parejas que trabajan los dos; otras donde solo lo hace uno de sus miembros y, desgraciadamente, ya no pocas donde ambos están en el Paro. He comprobado en parejas amigas que ellas tienen más vocación lectora que sus “arguiñanos” esposos y, por extensión, están menos anquilosadas en la vulgaridad de la rutina cotidiana. Las inquietudes nunca estuvieron reñidas con el pitido de la Olla-Express. Soy de los convencidos que el futuro –caso de que podamos tener alguno- será de las mujeres. Le pese a quien le pese son distintas a los hombres en tolerancia, perseverancia, sacrificio y capacidad de asimilación. Dios y la Madre Naturaleza no pueden estar equivocados cuando las situaron en la fuente y el origen de la especie humana.
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