Hoy es el último lunes de Febrero que, a la postre, termina por echarle la llave al mes más corto del año. Días bastante difíciles los transcurridos -pocos todavía- en este desosegante 2012. Intentar estar informado sobre “lo que pasa” es, aparte de misión imposible, una senda abierta hacia los terrenos de Sigmund Freud. Abro el ordenador y mientras se termina de configurar la embriaguez del folio en blanco, y se despeja la duda de que o de quien escribir, escucho en el ordenador el tema “De maera” del guitarrista sevillano Quique Paredes. Grande entre los grandes este Enrique de soles y lunas; antiguo costalero de los Gitanos y truncado por los imponderables del Destino para el mágico Mundo de la Sonanta. Hoy vive -que eso es lo importante: vivir- lamentablemente alejado de su “Alma de Madera”. Grabadas nos quedan para la eternidad algunas composiciones suyas verdaderamente antológicas. Cumplir años tiene una sensación agridulce: en lo positivo ver crecer a tus nietos y en lo negativo comprobar, atado de pies y manos, como enferman o desaparecen del mapa grandes amigos. Es Ley de vida, nos dicen, y poco o nada podemos hacer para remediarlo. Dice un dicho popular que: “Mal de muchos consuelo de tontos”. Pero, a que engañarnos, el saber que la decrepitud le termina llegando a “todo bicho viviente”, termina por provocar en nosotros un bálsamo para las heridas de la vida. Conformarnos ante lo inevitable es la mejor manera de encarar nuestro último tramo existencial. Preocuparte por un síntoma reumático que te tiene preocupado y encontrarte a un vecino que también lo tiene pero elevado al cuadrado, te termina por dar ánimos. Te dices egoístamente para tus adentros: “Joé, este si que esta pillao y no yo”. La machadiana guitarra castellana duerme el sueño eterno de su música junto al calor de la lumbre de los mesones. Esperando que alguien llegue y sacuda sus empolvadas cuerdas. Unos la tocarán a su manera y, otros, la mirarán melancólicos recordando los días de vino y rosas. Seguro que no dejará indiferente a nadie, pues la guitarra con su alma de noble madera representa nuestro caudal de risas compartidas y el de las lágrimas vertidas. No existe un instrumento musical con mayor carga sentimental que la guitarra (la flamenca ya ni les cuento). La guitarra suena a tiempo sin medida y a vida imperecedera. No es de extrañar que Machado, don Antonio, la sublimizara en uno de sus poemas más celebres: “Guitarra del Mesón que hoy suenas jota, mañana petenera, según quien llegue y tañe tus empolvadas cuerdas. Guitarra del mesón de los caminos, no fuiste nunca, ni serás, poeta. Tú eres alma que dice su armonía solitaria a las almas pasajeras. Y siempre que te escucha el caminante sueña escuchar un aire de su tierra”. Nadie como Federico “el Grande” la definió nunca mejor:……”Es inútil callarla. Es imposible callarla. Llora monótona como llora el agua, como llora el viento sobre la nevada. Es imposible callarla. Llora por cosas lejanas……”. ¡Amen!
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