En el mes de agosto apareció en la prensa una noticia relacionada con
el cantante inglés Cliff Richard. En la misma se anunciaba que se había abierto
una investigación ante un posible caso de abuso a un menor. Este supuesto hecho
ocurrió en los años ochenta y la policía británica ha registrado ¡ahora! la
casa del cantante. Cliff Richard representa junto a Elvis Presley los dos
iconos musicales más importantes de mi juventud. Su canción “The Young Ones” se me configura
como la banda sonora de mi adolescencia.
En el hipotético caso de que las tardías pesquisas policiales ofrecieran
pruebas irrefutables de la culpabilidad de Cliff Richard, ¿cómo tendríamos que
actuar sus fans del ayer? ¿Lo sacamos de
un plumazo de nuestro universo cultural-sentimental? ¿Hacemos la vista gorda y miramos para otro
lado? ¿Anteponemos la ética a la estética? ¿Cómo se pueden borrar las huellas del alma? ¿Quién mueve, o con que interés, este tema después
de más de treinta años? ¿Creemos la versión de Cliff Richard que niega
rotundamente el hecho del que se le acusa? En mis ya numerosos años de
aficionado al Flamenco pocos bailaores han conseguido emocionarme más que
Farruquito. Cometió un delito que dio como resultado la muerte de un hombre joven
y la pena amarga que acompañará de por vida a su joven esposa. La
Justicia lo condenó y tuvo que pasar una temporada en la
cárcel. Farruquito pagó su deuda con la Sociedad y creo que
siempre le acompañará –así lo ha reconocido él en más de una ocasión- la del
peso de su conciencia. Pero, ¿éticamente
ya no debemos ir a verlo bailar y disfrutar con su inmenso Arte? ¿Tenemos pues
que “matarlo” artísticamente? ¿Tendríamos que habernos sumado a los que se
negaron, en las previas de la
Bienal, a que su imagen figurara en los autobuses de TUSAMM? Evidentemente, sin querer justificar lo
injustificable, los casos del cantante
inglés y el genial bailaor son diametralmente opuestos. Alfred Hitchcock,
Fellini, Coppola, Bertolucci, Ford y Billy Wilder se me representan como mis imprescindibles
directores de Cine. Biógrafos de cierta
solvencia han demostrado que Sir Alfred Joseph Hitchcock admiraba y despreciaba
a las mujeres a partes iguales. Comentan sin reservas que en la actualidad
hubiera recibido muchas demandas por acoso sexual. ¿Procede por tanto eliminar de mi archivo
“Psicosis”, “Marnie, la ladrona”, “Con la muerte en los talones”, “Recuerda”, “Rebeca”
o “Los Pájaros” ¿Separo por tanto radicalmente a Hitchcock del selecto grupo de
mis directores preferidos? “La semilla
del diablo” (1968), “Chinatown” (1974), “El Pianista” (2001), “El escritor”
(2010) y “Un dios salvaje” (2011) son consideradas obras maestras del Cine y
todas dirigidas por Roman Polanski. Pues
bien, este afamado y reconocido Director, fue acusado en EEUU (1977) de haber
mantenido relaciones sexuales con una menor. Tuvo que huir de este país donde
no ha vuelto a poner un pie (igual que en Gran Bretaña). Reconozco sin ambages
que cualquier abuso que se comete contra niños, mujeres y ancianos tensan todas
las cuerdas de los costurones de mis sentimientos. Geniales pintores,
escultores, novelistas, músicos o cineastas que nos hacen soñar a través de sus
obras inmortales y cuyas vidas fueron tan dudosas moralmente como deleznables
en no pocos casos. Nos guste o no en
bastantes ocasiones nos vemos obligados a separar la persona del personaje.
Complejo y contradictorio si se quiere pero no nos queda otra. Es imposible que
en todas las ocasiones la ética y la estética caminen cogidas de la mano. La
vida de las personas es cualquier cosa menos lineal. Un genio con la pluma, la
batuta o el pincel puede encubrir a un canalla integral. Ética o estética he ahí la cuestión.
Elegir forma parte de nuestro concepto de libertad. O relativizamos las cosas sin llegar a la
complicidad con la maldad o el Arte, en no pocas de sus variantes, se nos
escapará de entre las manos. La incuestionable imperfección divina al servicio
de causas nobles o perversas. La vida en
definitiva.
No hay comentarios:
Publicar un comentario