domingo, 9 de noviembre de 2014

La gloria del sevillano





Pocas dudas existen que la gloria del sevillano medio existe. Es incuestionable que resulta barata y la misma está enredada dentro de la cotidianidad.  Pongámonos en situación o, como diría Jack “el Destripador”, vayamos por parte.  Situemos al sevillano medio sobre la una del mediodía en la puerta del bar –o taberna- de sus amores y preferencias.  Con la mano derecha sostiene una cerveza (evidentemente Cruz Campo. ¿Podría ser de otra marca?) bien tirada. Será la primera de unas cuantas y a la que ya le ha dado un primer sorbo.  En la izquierda tiene un “Winston” recién encendido que, a la postre, es el primer cigarrito que saca de un paquete que acaba de comprar.  Mientras le da la segunda calada se toca en el bolsillo de la camisa el resguardo de la quiniela que selló ayer. Cuatro partidos jugados y, de momento, cuatro aciertos.  Es domingo y ayer sábado jugó y ganó el equipo de sus amores. Su santa esposa y su santa cuñada se han ido con los niños a pasar todo el día a casa de su suegra. Tiene garantizado que a su vuelta nadie inquisitorialmente mirará ningún reloj ni le comentarán su estado etílico.  Saluda desde la puerta del bar a diestro, siniestro y a todo amigo, vecino o conocido  que pase por allí.  Si lo saludan primero a él responde con  un sorprendido ¡ey!  Si el toma la iniciativa en el saludo utilizará el “miarma” a discreción. Toda una batería con este vocablo como principal protagonista. Dirá entre otros: ¡me alegro mucho de verte miarma!  ¡Dale recuerdo a tu hermano miarma! ¿Viste ar Beti ayé? ¡De arte miarma!  O un simple…. ¡Adió miarma!  Para que el domingo sea completo ya le han comunicado que el “pesao” de guardia del bar está con la gripe y ni está ni se le espera.  Evidentemente que muchos sevillanos, entre los que me encuentro, no se sientan identificados con este perfil de sevillano medio no quiere decir que no exista.  Esta Ciudad es compleja y variopinta como su propia Historia.  No le preguntamos a los espejos como en el cuento…”Espejito, espejito mágico, dime ¿quién es el más bonito del barrio?….”   Más bien le reñimos y le decimos…” ¡Que bien terminao estoy joé! o ¿me vas a llevar tú, espejo de los cojones, también la contraria?”  Las cosas siempre han tenido –y tendrán- tres lecturas: como creemos que son; como quisiéramos que fueran y, como son en realidad.  Hoy, con las nuevas tecnologías, se hacen estadísticas de todo y de todos.  Alguien dijo, y creo que acertaba, que existen tantas Semanas Santas como sevillanos –de nacencia o querencia- habitan la Ciudad.  Pero, a que negarlo, la antesala de la gloria para no pocos sevillanos está en la puerta de un bar o una taberna.  Forman parte de nuestro entramado urbano y sentimental y mejor sería no criticarlos no vaya a ser, que al final,  desaparezcan y se vayan los domingos a comer a casa de las suegras.  Cada cosa en su sitio y cada sitio en su casa.

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