Pocas dudas existen que la gloria del sevillano medio existe. Es
incuestionable que resulta barata y la misma está enredada dentro de la
cotidianidad. Pongámonos en situación o,
como diría Jack “el Destripador”, vayamos por parte. Situemos al sevillano medio sobre la una del
mediodía en la puerta del bar –o taberna- de sus amores y preferencias. Con la mano derecha sostiene una cerveza
(evidentemente Cruz Campo. ¿Podría ser de otra marca?) bien tirada. Será la
primera de unas cuantas y a la que ya le ha dado un primer sorbo. En la izquierda tiene un “Winston” recién
encendido que, a la postre, es el primer cigarrito que saca de un paquete que
acaba de comprar. Mientras le da la
segunda calada se toca en el bolsillo de la camisa el resguardo de la quiniela
que selló ayer. Cuatro partidos jugados y, de momento, cuatro aciertos. Es domingo y ayer sábado jugó y ganó el equipo
de sus amores. Su santa esposa y su santa cuñada se han ido con los niños a
pasar todo el día a casa de su suegra. Tiene garantizado que a su vuelta nadie inquisitorialmente
mirará ningún reloj ni le comentarán su estado etílico. Saluda desde la puerta del bar a diestro, siniestro
y a todo amigo, vecino o conocido que
pase por allí. Si lo saludan primero a
él responde con un sorprendido ¡ey! Si el toma la iniciativa en el saludo
utilizará el “miarma” a discreción. Toda una batería con este vocablo como
principal protagonista. Dirá entre otros: ¡me alegro mucho de verte miarma! ¡Dale recuerdo a tu hermano miarma! ¿Viste ar
Beti ayé? ¡De arte miarma! O un simple….
¡Adió miarma! Para que el domingo sea
completo ya le han comunicado que el “pesao” de guardia del bar está con la
gripe y ni está ni se le espera. Evidentemente
que muchos sevillanos, entre los que me encuentro, no se sientan identificados con
este perfil de sevillano medio no quiere decir que no exista. Esta Ciudad es compleja y variopinta como su
propia Historia. No le preguntamos a los
espejos como en el cuento…”Espejito, espejito mágico, dime ¿quién es el más
bonito del barrio?….” Más bien le
reñimos y le decimos…” ¡Que bien terminao estoy joé! o ¿me vas a llevar tú,
espejo de los cojones, también la contraria?” Las cosas siempre han tenido –y tendrán- tres
lecturas: como creemos que son; como quisiéramos que fueran y, como son en
realidad. Hoy, con las nuevas
tecnologías, se hacen estadísticas de todo y de todos. Alguien dijo, y creo que acertaba, que
existen tantas Semanas Santas como sevillanos –de nacencia o querencia- habitan
la Ciudad. Pero, a que negarlo, la
antesala de la gloria para no pocos sevillanos está en la puerta de un bar o
una taberna. Forman parte de nuestro
entramado urbano y sentimental y mejor sería no criticarlos no vaya a ser, que
al final, desaparezcan y se vayan los
domingos a comer a casa de las suegras. Cada cosa en su sitio y cada sitio en su casa.
domingo, 9 de noviembre de 2014
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