Para cualquier sevillano, que no sea ajeno a las tradiciones de la Ciudad, al escuchar algún comentario sobre “la Rampla”, sabe que se están referiendo a la rampa que se instala en la entrada de la Colegial del Salvador en los días previos a la Semana Santa. ¿Qué como le decimos “rampla” y no rampa”?. Por la misma razón que decimos “polingano” y no polígono. Nuestra forma de expresarnos en algunos conceptos puede que no sea muy ortodoxa pero es un léxico al sevillano modo. Bien está lo que el pueblo eleva a definitivo.
Nuestra Semana Mayor siempre se renueva cada año como el azahar de los naranjos. Madres con niños que estrenan carritos para terror de nuestros tobillos. Niñas que estrenan zapatos. Adolescente (dejenme que sea rancio y los llame mocitos/as) que se abren al amor. Abuelos/as que estrenan nietos. Separados/as (horrenda palabra) que estrenan su separación. Todo es estrenable en estos días. La Ciudad en todos sus apartados sociales y familiares son un puro estreno. Estrenan las Hermandades. Estrenan las familias. Y todo cuanto configura nuestro amplio espectro social se renueva y reverdece ante nuestra Semana mas soñada y ansiada. ¿Y los ausentes¿. Aquí a diferencia de la Navidad no hay lugar a la melancolía . Más bien cerramos los ojos y los imaginamos tras un antifaz. En la salida de nuestra Hermandad. Cogidos de nuestra amoroso mano paseando gozosos por la Ciudad donde el Hijo de Dios y su bendita Madre nos reclama a través de la belleza. Ante el estruendo de una Banda de Cornetas y Tambores. Con una marcha que nos pone un nudo en la garganta. Con el rachear de alpargatas costeleras. Con el dialogo vibrante que un capataz mantiene con su cuadrilla. O con los sonidos del silencio sevillano que es una melodía que siempre invita a la reflexión y al sosiego. Aquí se complementa lo novedoso con la tradición más ancestral para que este milagro de la Primavera siempre nos parezca nuevo y eterno a la vez. Todo renace incluso los que nos faltan.
Antes de que la Borriquita nos diga que ya está bien de preámbulos y que nace una nueva Semana Santa. Que el Cristo del Amor nos llene el alma y los sentidos de muerte redentora. Que Pasión nos muestre el camino del dolor asumido y la reflexión más profunda en su portentosa figura. Antes que todo eso, veremos montada en la escalinata de la entrada la añorada e histórica “rampla del Salvador”. Volveran los niños a corretearla en tardes primaverales llenas de luz y de aromas. Las madres y las abuelas se sentaran en sus bordes recordando posiblemente cuando eran ellas las vigiladas en sus continuo correteo. Allí estará fiel a su cita con la Cuaresma la “rampla del Salvador”. Solo confiemos que con “La Piel Sensible” no se le ocurra a alguien, con voz y mando en nuestra Ciudad, ponerle algun aditamento modernista. Perdón, no ha sido mi intención proporcionar ideas. Yo me prometí , y espero cumplirlo, que nada mas esté montada la bajaré y subiré aunque sea a trote cochinero. Se lo debo al niño que llevo dentro que nació en el Corral de las Virgenes y al que dejé allí correteando para toda una eternidad.
Nuestra Semana Mayor siempre se renueva cada año como el azahar de los naranjos. Madres con niños que estrenan carritos para terror de nuestros tobillos. Niñas que estrenan zapatos. Adolescente (dejenme que sea rancio y los llame mocitos/as) que se abren al amor. Abuelos/as que estrenan nietos. Separados/as (horrenda palabra) que estrenan su separación. Todo es estrenable en estos días. La Ciudad en todos sus apartados sociales y familiares son un puro estreno. Estrenan las Hermandades. Estrenan las familias. Y todo cuanto configura nuestro amplio espectro social se renueva y reverdece ante nuestra Semana mas soñada y ansiada. ¿Y los ausentes¿. Aquí a diferencia de la Navidad no hay lugar a la melancolía . Más bien cerramos los ojos y los imaginamos tras un antifaz. En la salida de nuestra Hermandad. Cogidos de nuestra amoroso mano paseando gozosos por la Ciudad donde el Hijo de Dios y su bendita Madre nos reclama a través de la belleza. Ante el estruendo de una Banda de Cornetas y Tambores. Con una marcha que nos pone un nudo en la garganta. Con el rachear de alpargatas costeleras. Con el dialogo vibrante que un capataz mantiene con su cuadrilla. O con los sonidos del silencio sevillano que es una melodía que siempre invita a la reflexión y al sosiego. Aquí se complementa lo novedoso con la tradición más ancestral para que este milagro de la Primavera siempre nos parezca nuevo y eterno a la vez. Todo renace incluso los que nos faltan.
Antes de que la Borriquita nos diga que ya está bien de preámbulos y que nace una nueva Semana Santa. Que el Cristo del Amor nos llene el alma y los sentidos de muerte redentora. Que Pasión nos muestre el camino del dolor asumido y la reflexión más profunda en su portentosa figura. Antes que todo eso, veremos montada en la escalinata de la entrada la añorada e histórica “rampla del Salvador”. Volveran los niños a corretearla en tardes primaverales llenas de luz y de aromas. Las madres y las abuelas se sentaran en sus bordes recordando posiblemente cuando eran ellas las vigiladas en sus continuo correteo. Allí estará fiel a su cita con la Cuaresma la “rampla del Salvador”. Solo confiemos que con “La Piel Sensible” no se le ocurra a alguien, con voz y mando en nuestra Ciudad, ponerle algun aditamento modernista. Perdón, no ha sido mi intención proporcionar ideas. Yo me prometí , y espero cumplirlo, que nada mas esté montada la bajaré y subiré aunque sea a trote cochinero. Se lo debo al niño que llevo dentro que nació en el Corral de las Virgenes y al que dejé allí correteando para toda una eternidad.
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