Dentro de muy pocos meses Encarnación Pelayo Lezcano debería cumplir noventa y siete años. Nació concretamente en Pilas (Sevilla) a las once de la mañana de un dieciséis de noviembre de 1912. Su abuelo, natural de Carmona, era un especie de Robin Hood de la Medicina. Su padre, tambien nacido en este bello pueblo sevillano, era maestro adscrito a las ideas educadoras de la Institución Libre de Enseñanza de don Fernando Giner de los Ríos. Tenía escuela propia en Pilas donde intentaba formar hombres decentes, responsables y cultos. Cometió en su vida un error por el que pagó muy caro: era un demócrata neutral en tiempos convulsos de odios y trincheras. Los de un bando le quitaron media vida civil y los del otro lo terminaron de rematar. Fue marginado en los largos años de la potsguerra y se tuvo que buscar la vida dando clases por cortijos y pedanías. Se dedicó a la noble tarea de enseñar a leer y escribir a niños yunteros…”¿Quién salvará a este chiquillo menor que un grano de avena¿ /¿De donde saldrá el martillo verdugo de esta cadena? (Miguel Hernández). Pues ahí estaba el Maestro Félix con el martillo de la enseñanza en la mano. Conviví mucho de niño con él y siempre me daba consejos que el tiempo no han hecho más que acrecentar. El más importante fue…”el buen lector y por ende el amante de los buenos libros nunca estará solo”. Bien cierto es.
Encarnación Pelayo vio truncada su juventud por los trágicos aconteceres ocurridos en nuestro suelo patrio. Ella que se crió como una princesa (perdió a su madre cuando contaba diez años de edad) se vío un día sola en Sevilla. Tenía diecinueve años y en una mano portaba una modesta maleta de cartón. En la otra traía cogida a su hermana Pepa (q.e.p.d.) que contaba tan solo con catorce años de edad. Venían a “servir” en una “casa bien” de una familia sevillana. Hoy gracía a la progresía ya han cambiado los conceptos en las formas aunque no en el fondo. Se les llama “empledas domésticas” (lo de criadas suena a caciques y señoritos caducos). Es decir nos siguen lavando, planchando, limpiando y cocinando , aunque eso sí ¡faltaría más!, permitimos que nos tuteen y son parte activa de nuestro entorno familiar. El pequeño matiz posiblemente esté en que nosotros no valoramos (pagamos) su trabajo como queremos que nos valoren (nos paguen) el nuestro.
Encarnación se encuentra en la actualidad con un grave deterioro fisico y mental. Está apurando lentamente sus últimos días en esta Tierra de María Santísima. Se encuentra en una Residencia de Ancianos en el Porvenir (Santa Genma por más señas) apagándose lenta y suavemente como una vela. Ya ignora lo que es y lo que ha sido. Allí la cuidan con un afecto y un esmero verdaderamente admirables. Su mirada triste y su tenue hilo de voz te situan en la cima de la pena. Ella que hasta hace unos meses leía dos periódicos diarios y estaba en permanente contacto con la actualidad a traves de la radio y la televisión, hoy es ya solamente retazos de una memoria pérdida entre los mares de los sueños. Siempre fue creyente y socialista en el mas noble sentido del término (lease modelo don Julián Besteiro). Decía como muchísimas personas de la Tercera Edad que como es que no han beatificado a San Felipe González Márquez. De ella aprendí, entre otras muchas cosas, dos cuestiones fundamentales. A saber: el ser honrado, decente, trabajador y solidario con los demás. Amen de que el bálsamo para nuestro desosiego solo podemos encontrarlo a las plantas de Aquel que vive en San Lorenzo y reina en toda Sevilla. Esto unido a su inmenso fervor por la Candelaria configuran su caudal de emociones espirituales.
Su vida fue una lucha titánica contra la adversidad y la miseria que rodeaba a las clases populares. Fue (duele mucho hablar de ella en pasado) –como tantas mujeres- el guía y timón de su pobre pero honesta familia. Trabajaba en la calle todos los días de la semana. Bien limpiando, planchando o cosiendo y sacaba todavía tiempo para criar a sus hijos. Los hombres en aquella época estaban en otra órbita. Buscándose el duro jornal de cada día y, el poco tiempo que paraban en las casas, solian emplearlo en alguna taberna cercana. La máxima de aquella dura existencia era: los padres mantienen y las madres educan. Es verdad que no hay regla sin excepción y de todo habría en la Viña del Señor. Lo que para mí resulta incuestionable es que mil veces que naciera querría hacerlo con los mismos padres y en el mismo entorno. Nos enseñaron un manual de comportamiento que hasta el día de la fecha nunca nos falló. Todo se fundamentaba en ser hombres y mujeres responsables, solidarios y decentes. Saber valorar aquello que hemos conseguido con nuestro esfuerzo e inculcarles a nuestros hijos algo de lo que ellos nos enseñaron en el difícil y duro día a día. Estoy seguro que al extinguirse por ley natural esta generación (que vivieron y sufrieron en sus carnes la infausta Guerra Civil) se nos vá una de las cosechas de seres humanos mas nobles y sacrificadas que ha dado este país de nuestros amores y desvelos. Procurar recordarlos en sus devociones y ejemplares comportamientos, intentando cada día ser merecedores de su legado vivencial es el mayor homenaje que podemos rendirles. Gloria eterna a nuestros Mayores.
Encarnación Pelayo vio truncada su juventud por los trágicos aconteceres ocurridos en nuestro suelo patrio. Ella que se crió como una princesa (perdió a su madre cuando contaba diez años de edad) se vío un día sola en Sevilla. Tenía diecinueve años y en una mano portaba una modesta maleta de cartón. En la otra traía cogida a su hermana Pepa (q.e.p.d.) que contaba tan solo con catorce años de edad. Venían a “servir” en una “casa bien” de una familia sevillana. Hoy gracía a la progresía ya han cambiado los conceptos en las formas aunque no en el fondo. Se les llama “empledas domésticas” (lo de criadas suena a caciques y señoritos caducos). Es decir nos siguen lavando, planchando, limpiando y cocinando , aunque eso sí ¡faltaría más!, permitimos que nos tuteen y son parte activa de nuestro entorno familiar. El pequeño matiz posiblemente esté en que nosotros no valoramos (pagamos) su trabajo como queremos que nos valoren (nos paguen) el nuestro.
Encarnación se encuentra en la actualidad con un grave deterioro fisico y mental. Está apurando lentamente sus últimos días en esta Tierra de María Santísima. Se encuentra en una Residencia de Ancianos en el Porvenir (Santa Genma por más señas) apagándose lenta y suavemente como una vela. Ya ignora lo que es y lo que ha sido. Allí la cuidan con un afecto y un esmero verdaderamente admirables. Su mirada triste y su tenue hilo de voz te situan en la cima de la pena. Ella que hasta hace unos meses leía dos periódicos diarios y estaba en permanente contacto con la actualidad a traves de la radio y la televisión, hoy es ya solamente retazos de una memoria pérdida entre los mares de los sueños. Siempre fue creyente y socialista en el mas noble sentido del término (lease modelo don Julián Besteiro). Decía como muchísimas personas de la Tercera Edad que como es que no han beatificado a San Felipe González Márquez. De ella aprendí, entre otras muchas cosas, dos cuestiones fundamentales. A saber: el ser honrado, decente, trabajador y solidario con los demás. Amen de que el bálsamo para nuestro desosiego solo podemos encontrarlo a las plantas de Aquel que vive en San Lorenzo y reina en toda Sevilla. Esto unido a su inmenso fervor por la Candelaria configuran su caudal de emociones espirituales.
Su vida fue una lucha titánica contra la adversidad y la miseria que rodeaba a las clases populares. Fue (duele mucho hablar de ella en pasado) –como tantas mujeres- el guía y timón de su pobre pero honesta familia. Trabajaba en la calle todos los días de la semana. Bien limpiando, planchando o cosiendo y sacaba todavía tiempo para criar a sus hijos. Los hombres en aquella época estaban en otra órbita. Buscándose el duro jornal de cada día y, el poco tiempo que paraban en las casas, solian emplearlo en alguna taberna cercana. La máxima de aquella dura existencia era: los padres mantienen y las madres educan. Es verdad que no hay regla sin excepción y de todo habría en la Viña del Señor. Lo que para mí resulta incuestionable es que mil veces que naciera querría hacerlo con los mismos padres y en el mismo entorno. Nos enseñaron un manual de comportamiento que hasta el día de la fecha nunca nos falló. Todo se fundamentaba en ser hombres y mujeres responsables, solidarios y decentes. Saber valorar aquello que hemos conseguido con nuestro esfuerzo e inculcarles a nuestros hijos algo de lo que ellos nos enseñaron en el difícil y duro día a día. Estoy seguro que al extinguirse por ley natural esta generación (que vivieron y sufrieron en sus carnes la infausta Guerra Civil) se nos vá una de las cosechas de seres humanos mas nobles y sacrificadas que ha dado este país de nuestros amores y desvelos. Procurar recordarlos en sus devociones y ejemplares comportamientos, intentando cada día ser merecedores de su legado vivencial es el mayor homenaje que podemos rendirles. Gloria eterna a nuestros Mayores.
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