lunes, 8 de noviembre de 2010

La vida entre dos papeles


Nuestra vida quedará siempre condicionada por dos papeles. Uno, certificará que definitivamente ya estamos aquí. Se nos pondrá el nombre de padres o abuelos y, nuestros apellidos serán, por ese orden, los paternos y maternos. Esté ultimo aspecto, y motivado por esta panda de embacaudores que se autoproclaman izquierdistas, puede variar en el futuro. Por aquello de la llamada pomposamente “Igualdad”, el orden de los apellidos deberá ser concensuado por ambas partes, o en su defecto será un juez quien determine que apellido va primero y cual segundo. Nos tienen sometidos de continuo a maniobras de distracción que los justifique como “gente de izquierda”, sin tener que acometer las necesarias medidas políticas y sociales que cambien el rumbo de la maltrecha vida de la gente. Les resulta más cómodo ser “progresistas” en las forma que en el fondo. El último papel de nuestras vidas será diametralmente opuesto al primero: en este se nos certifica que ya no estamos aquí. “Pa er jardín”, que diría el Beni de Cádiz.

Volviendo de nuevo un momento al tema del orden o cambio de apellidos y, después de un proceso reflexivo, he llegado a la consideración que puede al final no ser tan mala idea. Me explico: llevo más de sesenta años llamándome de la misma forma. Orgulloso estoy de ello, aunque sería ya hora de aplicarse aquello de renovarse o morir.


En mi caso concreto me gustaría llamarme, Amadeus Ortega Presley. El nombre en homenaje al inmortal autor de “La Flauta Mágica”; el primer apellido al genial Cantaor que bordó en su garganta “La Salvaora” y, el segundo apellido, en honor al músico de Tupelo y a su trepidante” Rock de la Cárcel” (que es donde vamos a terminar todos en este país. Unos de visitantes y otros de residente). Eso si, para no liar a los que bien me quieren, quedarían autorizados a llamarme como siempre: Juanlu, Juani, Juan Luís y, la mayoría de las veces, José Luís (¿). A propósito: uno que yo me se y que va de “culto e ilustrado” por la vida, podría llamarse Vladimir Crustáceo Mepillaron. Anda ahora el hombre enfrascado en un esfuerzo vano y patético de aplicar aquello de: “la mejor defensa un buen ataque”. Ha cambiado a Marx por Romerijo y a Federico Engels por Emilio (el de los Mariscos). Ayer materialismo dialéctico y hoy mariscada discrecional. Nunca las patas rusas fueron más rusas y menos patas. La Plaza Roja de Moscú reciclada en la Avenida de Coria en el Tardón. “Gambones a la plancha del mundo uníos”.



En nuestra andadura terrenal nuestra vida siempre ha estado ligada a un trozo de papel. Desde la etapa escolar, pasando por la laboral, social, familiar e inclusive cultural, todo, absolutamente todo, ha quedado reflejado en un impreso. La burocracia hace mucho tiempo se percató de que cobrando el papeleo (trámites e impresos) se podía conseguir un pastón. Hoy cuesta dinero hasta el papel que usamos para lo que ustedes y yo sabemos. Mi generación y, perdón por el mal gusto, utilizó para estos menesteres de evacuación toda clase de artilugios, tales como: piedras, ramas secas, arena, agua de río, hojas de árboles…. Cuando en el corral de vecinos veíamos a uno a paso ligero con una hoja de periódico en la mano ya sabíamos cual era su destino final: el “cagódromo”.

También está, evidentemente, las mil variantes que toman folios y cuartillas en su acepción social y vivencial. Se manejan conceptos tales como: “tiene una excelente hoja de servicios”; “ha jugado un buen papel”; “valiente papelón ha hecho el gachó” o, “es que el papelito es de los que hacen época”.

Papeles buenos, regulares o malos, que interpretamos reciclándonos continuamente en la Papelería de la Vida. Escritos la mayoría de las veces por alguien que nos manda por tabaco aunque nosotros no fumemos. Los papeles, impresos o en blanco, siempre tienen una doble cara. Nacer, estudiar, trabajar, casarse, tener hijos, descasarse, enfermar, envejecer y morirse siempre estarán condicionados por la dictadura de los impresos pertinentes (pagándolos claro está). Pero para papelitos de Oscar el que están haciendo “donmanué” y don Luís Oliver.

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