Dos veces, dos veces ha necesitado la UNESCO para determinar que el Flamenco sea Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Pero bien está lo que bien acaba que diría un castizo. Me congratulo enormemente con todo aquello que sirva para engrandecer el Flamenco, llevándolo a los epicentros de la Cultura universal y, alejándolo ya definitivamente de los sórdidos cuartos señoritiles del ayer. El hambre de lo jondo expuesta con el quejío de la pena en noches interminables de vino y cante. Lentos y resacosos amaneceres donde a una voz rota de ayes, madrugada y aguardiente se le decía inmisericorde: “a ti ya te veré”. Todo ya, afortunadamente, perdido en la nebulosa de los terribles años de la posguerra. Cante atrapado bajo la triste sombra del hambre y la miseria. Quede testimonio de que sin estos gladiadores de Fandangos, Soleares y Siguiriyas no hubiéramos llegado hasta donde hoy estamos. Mil gracias pues a aquellos Artistas del Flamenco que llevaron su Arte por una larga travesía en el desierto de lo culturalmente marginado. Fueron sospechosamente observados y rechazados por una Sociedad que, salvo la excepción de Triana, nunca les concedieron ni tan siquiera el beneficio de la duda. Eran flamencos y por ende gentes de mal vivir. Por eso Triana en el Flamenco es punto y aparte. Allí brotaron los Cantes a golpes de martillos fragüeros, envueltos en el humo de sus tejares, con aromas del Zurraque y arrullados por la brisa marinera de las aguas del Río Grande. Soplos de libertad y concordia en una tierra, creada por la Esperanza, para los que no tenían ni tierra ni esperanzas. ¡Y pensar que Triana no tiene un Museo dedicado al Flamenco! Menos mal que este hecho lo ignoraban los sesudos sabios de la UNESCO.
Crecí entre cantaores y cantes por la impagable herencia de mi padre. Me formé en plena madurez gracias al cariñoso apadrinamiento de Manolo Centeno. Bebí de la sabiduría jonda andaluza de Luís Caballero. Aprendí de Pepe Blas Vega a estudiarlo y admirarlo -aun más- a través del conocimiento. El Flamenco ha sido, es y será mi fiel escudero por los caminos de la vida y las cosas. Mi empujoncito para configurarlo como la Cultura Musical de Raíz –con permiso del Jazz- más importante del Universo nunca le faltó. Ahora, y gracias a la UNESCO, tiene una nueva estrella en su firmamento de gozo y pena. Flamenco siempre en plena evolución y configurado como consecuencia directa de la época que le tocó vivir. Hoy, afortunadamente, goza de una más que excelente salud y está en manos de unos artistas jóvenes absolutamente inconmensurables. Se apoyan en Marchena, Vallejo. Mairena, Caracol, Tomás, Pastora, Enrique, Camarón, Montoya, Ricardo y don Paco para elaborar su discurso jondo. El baile más actual, hermoso y creativo, sustentado en lo dos Antonios del Baile, comandando una luciérnaga de compas en los pies y los brazos de Farruco, Pastora Imperio, Matilde, Ana María, Eduardo, Milagros, Mario, Merche…….., hecho hoy realidad en jóvenes pasados de talento y sensibilidad flamenca. Juventud, divino tesoro, que saben de donde vienen y a donde deben –o deberían- llevar al Flamenco. Ya no existe un teatro en el mundo cuyas puertas no se abran para el Arte Jondo. Es Cultura, que se transforma en vida sobre los escenarios de los cinco continentes, haciendo palpitar de emoción a los públicos más variopintos. Como todo Arte vivo siempre estará sujeto a controversias y polémicas –muchas veces estériles- y, que a la postre, terminan difuminándose en la estela del compás de las cosas con alma.
Flamenco ayer de señoritos juerguistas y hoy –en muchas ocasiones- en manos de políticos oportunistas. No han podido ni podrán apoderarse de él. El Flamenco es como Sevilla, se deja cortejar pero nunca te da el si definitivo.
Nunca ha sido ni será domesticado. Es una jonda letanía de alegría y pena para las almas sensibles. La miel y el limón lorquiano dulcemente mezclados bajo la atenta mirada de la luna.
Discurso de un Arte nacido, amamantado y exportado desde Andalucía para que los caminos de la Tierra se abran de surcos andaluces.
Alguien canta, toca o baila para que otro sienta en su alma el escalofrío del soplo divino de Dios. Mientras que el mundo gira, gira y gira, el Flamenco consigue que lo haga a compás. Enhorabuena pues en cuanto de positivo tenga está nueva denominación de origen universal. Flamenco o lo que es lo mismo: poesía para el alma.
La Soleá bien templá
la Siguiriya doliente;
el Taranto visceral
y los Fandangos valientes.
Crecí entre cantaores y cantes por la impagable herencia de mi padre. Me formé en plena madurez gracias al cariñoso apadrinamiento de Manolo Centeno. Bebí de la sabiduría jonda andaluza de Luís Caballero. Aprendí de Pepe Blas Vega a estudiarlo y admirarlo -aun más- a través del conocimiento. El Flamenco ha sido, es y será mi fiel escudero por los caminos de la vida y las cosas. Mi empujoncito para configurarlo como la Cultura Musical de Raíz –con permiso del Jazz- más importante del Universo nunca le faltó. Ahora, y gracias a la UNESCO, tiene una nueva estrella en su firmamento de gozo y pena. Flamenco siempre en plena evolución y configurado como consecuencia directa de la época que le tocó vivir. Hoy, afortunadamente, goza de una más que excelente salud y está en manos de unos artistas jóvenes absolutamente inconmensurables. Se apoyan en Marchena, Vallejo. Mairena, Caracol, Tomás, Pastora, Enrique, Camarón, Montoya, Ricardo y don Paco para elaborar su discurso jondo. El baile más actual, hermoso y creativo, sustentado en lo dos Antonios del Baile, comandando una luciérnaga de compas en los pies y los brazos de Farruco, Pastora Imperio, Matilde, Ana María, Eduardo, Milagros, Mario, Merche…….., hecho hoy realidad en jóvenes pasados de talento y sensibilidad flamenca. Juventud, divino tesoro, que saben de donde vienen y a donde deben –o deberían- llevar al Flamenco. Ya no existe un teatro en el mundo cuyas puertas no se abran para el Arte Jondo. Es Cultura, que se transforma en vida sobre los escenarios de los cinco continentes, haciendo palpitar de emoción a los públicos más variopintos. Como todo Arte vivo siempre estará sujeto a controversias y polémicas –muchas veces estériles- y, que a la postre, terminan difuminándose en la estela del compás de las cosas con alma.
Flamenco ayer de señoritos juerguistas y hoy –en muchas ocasiones- en manos de políticos oportunistas. No han podido ni podrán apoderarse de él. El Flamenco es como Sevilla, se deja cortejar pero nunca te da el si definitivo.
Nunca ha sido ni será domesticado. Es una jonda letanía de alegría y pena para las almas sensibles. La miel y el limón lorquiano dulcemente mezclados bajo la atenta mirada de la luna.
Discurso de un Arte nacido, amamantado y exportado desde Andalucía para que los caminos de la Tierra se abran de surcos andaluces.
Alguien canta, toca o baila para que otro sienta en su alma el escalofrío del soplo divino de Dios. Mientras que el mundo gira, gira y gira, el Flamenco consigue que lo haga a compás. Enhorabuena pues en cuanto de positivo tenga está nueva denominación de origen universal. Flamenco o lo que es lo mismo: poesía para el alma.
La Soleá bien templá
la Siguiriya doliente;
el Taranto visceral
y los Fandangos valientes.
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