Así nos lo contaron nuestros mayores y así lo creímos de buena fe. Nos decían: “tranquilos, que después de la tempestad siempre viene la calma”. Pero dada las circunstancias actuales y el permanente estado de zozobra a que estamos sometidos, procede que nos preguntemos: ¿pero cuando llegará? Cuando un día podamos contarles a nuestros nietos que hubo una época en que los sevillanos vivíamos bajo la tutela política de los señores Rodríguez Zapatero, Chaves (lamento comprobar, y bien que lo siento, que Griñán es más de lo mismo), con el aditamento del “innombrable” jerarca municipal, nos tocarán la ropa para comprobar que efectivamente estamos sanos y salvos y no conseguirán salir de su asombro. Si les añadimos que los de sentimientos verdolagas también tuvimos por esos tiempos al señor Ruiz de Lopera –vulgo “donmanué”- como Presidente del Betis, terminarán rendidos de admiración ante nuestros pies. Tiene cojones (con perdón) que hayan coincidido en el tiempo el peor Presidente de Gobierno de nuestra Democracia; los más ineficaces Presidentes de la Junta; el más nefasto Alcalde que ni en la peor de las pesadillas pudieran imaginarse los sevillanos y, aquel que desde su fortín financiero de la calle Jabugo, cambió sentimientos por valores bursátiles, consiguiendo que tuviéramos que padecer los béticos viejos el desconsolado llanto de las nuevas generaciones béticas. Un Cuarteto –político- de Alejandría en versión de la España Cañí. Pero seguro que pasarán. No hay mal que dure cien años ni…….. Algunos hasta se animarán a escribir sus “memorias” y darán alguna conferencia que otra en foros de sesudos intelectuales. Evidentemente, argumentarán que si fracasaron en su gestión fue motivado por las circunstancias sociales y/o políticas, con el evidente lastre –nos dirán- que supuso el mezquino comportamiento de la oposición (que dicho sea de paso están acordes en ineptitud con los que mandan). Dicen los analistas que esta crisis pasará y, aunque tarde todavía unos años, volverá a resurgir el Estado del Bienestar. Poca credibilidad podemos concederles a aquellos que, a pesar de su salarios multimillonarios, no fueron capaces de prever en tiempo y forma la que se nos venía encima. Mientras que tu cuerpo respire, tu corazón palpite y tu alma sienta, debemos concederle un voto a la Esperanza (siempre nos quedará San Gil, Triana, San Roque o la Trinidad). En la Radio, la Televisión o la Prensa escrita la palabra Crisis (la misma que nuestro Gobierno se negaba en reconocer) se ha convertido en el santo y seña de sus titulares. Todo queda envuelto en un halo gubernamental de “brotes verdes” y vacuas ilusiones, tendentes a darles moral a una tropa diezmada y en franca retirada. Esta, desgraciadamente, es una Sociedad donde sus filósofos y escritores claman en el desierto más arido y, donde no les responde ni el eco de las montañas. Los políticos están a lo que están, a defender o conseguir las poltronas del poder, y al pueblo ya se encarga la televisión de fabricarles sus peculiares Princesas. Algunas veces nos llegan noticias foráneas que nos redimen en nuestra condición de seres humanos. En Chile, en la Mina de San José, quedaron atrapados durante setenta días 33 mineros (la edad de Cristo cuando lo mataron). La solidaridad, en todas sus variantes, tomó cuerpo y forma por tierras chilenas y, a través de un largo y laborioso plan, rescataron con vida a estos hombres cosidos a sangre y sudor con la verdad de la Madre Tierra. Por una vez, y ojala sirva de muchos precedentes, la técnica más avanzada se puso a disposición de la grandeza del ser humano.
Estos hechos nos redimen y cada vez que veíamos por la tele –hoy todo se retransmite en directo, bajo la estela del Show de Truman- salir de la cabina a un nuevo minero, decíamos para nuestros adentros: ¡ole tus cojones!
No todo está perdido cuando comprobamos como se abrazaban alborozados mineros, familiares y lo que llaman en Chile como: los Rescatadores. Sigamos pues por estos lares capeando el temporal asidos al mástil de la inquietud. Navegando sobre nuestro desesperanzador presente y el incierto porvenir de nuestros hijos y nietos. Pero no seamos ilusos y pensemos y soñemos, que al igual que a los nobles mineros chilenos, alguien vendrá a rescatarnos del “pozo”. Solo está en nuestras manos el cambiar este estado de cosas, y procurar que mercaderes y políticos no se vayan de rositas y con el jardín a cuestas. Bien está el creer que siempre, después de la tempestad viene la calma, pero que no nos coja exhaustos y solos en una playa desierta, como le ocurrió a Tom Hanks en la película “Náufrago”.
Nota literaria: Mi más sinceras felicitaciones al escritor peruano-hispano don Mario –Vargas Llosa- por la merecida concesión del Nobel de Literatura. Siempre ha ocupado un lugar de honor entre mis escritores favoritos y, afortunadamente no puedo decir lo que en su día comentó Sofía Mazagatos: “¿Vargas Llosa? Si, he seguido toda su carrera, aunque reconozco que nunca he leído nada de él”. Yo, confieso que si he leído toda su obra. Tuve la inmensa suerte de coincidir con él una noche de buen flamenco en la Peña Torres Macarena y me causó una gratísima impresión. ¡Enhorabuena Maestro!
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