Decir que mi madre fue una persona singular, bondadosa, solidaria y de
una sutileza extraordinaria podría parecer un ejercicio de hijo orgulloso de
serlo. Lo cierto es que, reconocido de manera unánime por quienes la trataron
en vida, era poseedora de esas virtudes. Era hija (la mayor de dos hembras) de
un maestro republicano de ideas moderadas y nieta de un médico de ideología
liberal. Su vida estaba destinada a ser
la de una princesa y, “gracias” a la
Guerra in-Civil, terminó a los dieciséis años de edad “sirviendo”
en una “casa-bien” de Sevilla. Una
vida que podría superar al mejor de los culebrones televisivos y a la que no me
resisto a dejar testimonio escrito antes de “entregar la cuchara”. Tiempo al
tiempo pues creo que todavía me queda camino por recorrer. Ya bien entrada en
años su manera de informarse, entretenerse y cultivarse tenía tres fuentes. A
saber: la lectura diaria hasta su fallecimiento de “El Correo de Andalucía”; los programas de entretenimiento del “Canal Sur” y su inveterada afición por Radio Sevilla de la Cadena SER. Le gustaba estar
bien informada y siempre dejaba en el aire pendiente de resolver aquellas dudas
que no conseguía aclarar. “Felipista” conversa y confesa incluso se enfadaba
con aquellos que atacaban al político socialista de Bellavista. Estaba bastante orgullosa de sus tres hijos
(dos varones y una hembra) y nunca asimiló del todo que uno, mi hermano, fuera sevillista y el otro, un
servidor, fuera bético. Evidentemente en
mi casa nunca se discutió de fútbol sino todo lo contrario (mi padre era más
taurino que futbolero y nunca se inclinó por ninguno de los dos equipos de la Ciudad) pues mi madre nunca
permitió que en su casa merodeara la sombra del radicalismo. Curiosamente con los
muchos años ya vividos se decantó por los colores verdiblancos y seguía a
través de la radio todo aquello (retransmisiones incluidas) que tuviera que ver
con el Betis. A través de las ondas entabló una relación con
José Antonio Sánchez Araujo como yo pocas veces he conocido.
Lo que dijera el Maestro Araujo iba a
misa y quien cuestionara los comentarios de este mago de la comunicación era
tonto de remate. Me llamaba cada tarde y después de hablar largo y tendido de
lo humano y lo divino terminábamos hablando del Betis. Cuando yo intentaba hacerle ver que estaba equivocada sobre
algún tema en particular siempre me apostillaba con un cierto grado de enfado…
¡Anda ya hombre si yo se lo he escuchao a
Araujo! Hacia bien en tener tan alta
consideración de José Antonio Sánchez Araujo. Un narrador de partidos
irrepetible que en plena narración de un Barcelona-Sevilla
aprovechaba para mandarle saludos al droguero de su calle pues habían operado a
la mujer de apendicitis. Un autentico genio que me hizo llorar a moco tendido
una tarde-noche de Jueves Santo
narrando la entrada en la Plaza de San
Francisco del Señor de Pasión
mientras yo yacía en mi sofá con un plato de torrijas por delante y una
infección de orina de caballo. Fue la única vez que me vi obligado a faltar a
mi cita anual con el ruán. Personajes sevillanos únicos e irrepetibles que nos
hacen sentirnos orgullosos de la tierra que nos vio nacer. El Maestro
Sánchez Araujo eterno, singular e
irrepetible.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 3 de Febrero del 2016
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