Esta Ciudad que para muchos,
entre los que me encuentro, sigue siendo la más bonita del mundo siempre ha
tenido una memoria selectiva. Se mantiene en el olvido a personas de especial
relevancia y que mucho hicieron por engrandecerla. Mientras, se eleva a los altares a una panda
de mediocres que desde una utilización egoísta del mundo de la Política , la Cultura
o las Artes medran en vida para
formalizar un eterno mañana. Pasó, pasa
y pasará que aquí ni están todos los que son ni son todos los que están. Entre
otros muchos ejemplos se me viene a la memoria un par de grandes olvidados que
afortunadamente todavía viven y pueden contestar cada mañana los buenos días. Doña
Juana Domínguez Manso, Juana de Aizpuru para el Arte de vanguardia, es una insigne galerista que desde su Galería
en la sevillana calle Canalejas insufló a esta Ciudad de un necesario soplo de
vanguardismo artístico. Llegó a Sevilla
en 1970 y con ella el Arte y la Ciudad
se dieron un abrazo que se me antoja eterno. En 1982 el IFEMA le encargó en Madrid
la primera Edición de Arcos que a la
postre se nos representa como una de las más importantes ferias de Arte Contemporáneo de toda Europa. Con la creación de la “Beca Juana de Aizpuru” realizó una más
que interesante tarea de ayuda y mecenazgo a jóvenes artistas andaluces. Don José Enrique Ayarra Jarne es desde 1961
el Organista titular de la S.I. Catedral sevillana (lleva ya 54 años) y del Hospital de los Venerables desde
1981. Este sacerdote, donde la bondad y
la buena educación tomaron cartas de naturaleza, nació en Jaca (Huesca) y se afincó en Sevilla
para repartir su vida entre la música y el sacerdocio. El Padre Ayarra está considerado como uno de los grandes organistas
europeos y así lo avalan sus numerosas distinciones. El se define a si mismo de
una manera bastante significativa: “No
soy un músico con sotana sino un cura con música”. ¿Cuántos sevillanos y sevillanas conocen la
vida y la obra de estos dos ejemplares sevillanos de adopción? Afortunadamente ellos no viven para la
complacencia, el halago y la vanidad.
Bien es verdad que los pueblos que no reconocen y admiran a sus hijos
más ilustres están condenados a vivir en la mediocridad. No sabría interpretar que es peor, si tener
mala memoria o tenerla selectiva.
Juan Luis Franco – Lunes Día 25 de Abril del 2016
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