Mi Tía-Abuela Concepción
Fernández del Toro (hermana de mi abuela Teresa) fue una maestra bordadora realmente excepcional. Su obra
puede contemplarse cuando cada Domingo de
Ramos la Virgen del Socorro de la Hermandad del Amor pasea palio y manto por las
calles sevillanas. Mi tía Carmela (Carmen Franco Fernández) fue su alumna
más aventajada y a su aguja y dedal le debemos mis hermanos y yo que nuestra
infancia fuera más placentera dada las duras circunstancias que la época
propiciaba. Son dos de las mujeres que más recuerdos sentimentales propician en
mi alma de cartabón y significan un eficaz refugio de cariño soñado y
compartido. Ninguna de las dos tuvo hijos pero fueron un claro exponente de que
para algo están en vida los sobrinos. Ambas tenían los ojos celestes del color
del cielo de Sevilla y ambas tenían a
la bondad más infinita como compañeras de viaje. Ensartaron en hilos de oro una
historia que a la postre era la suya, la nuestra y la de la Ciudad.
Nos dejaron a sus sobrinos una Hoja de Ruta que sería de necios dejarla algún día. “Aunque
mil años no vuelvan / yo seré como la mimbre / que la bambolea el aire / pero
se mantiene firme”. Un triste día se fueron para siempre y nos sentimos
huérfanos de soles y lunas. Con ellas dos estelas del firmamento sentimental se
quedaron para siempre flotando en nuestro universo más noble. Ejemplificaron de
manera permanente la bondad y el amor por Sevilla. Eran, son y serán para la eternidad dos
bordadoras sevillanas.
Juan Luis Franco – Viernes Día 29 de Abril del 2016
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