Tres valores sociales fundamentan lo que debíamos entender por una
buena praxis cristina. Hablamos de la solidaridad, la bondad y, sobre todo, de
la misericordia. Sentirnos participes del dolor ajeno es algo que nos redime en
este mundo donde lo material hace tiempo que le ganó la batalla a los
sentimientos. Que estos valores en
política deben –o al menos debían- ser patrimonio de la izquierda (democrática) es algo que siempre han reclamado pensadores,
teólogos y filósofos. Que algunos imbuidos en el sectarismo ultramontano tengan
sarpullido con tan solo comparar la Religión Cristiana y el Socialismo Democrático es algo que se
pierde entre manifiestos, homilías, cálices y proclamas. Lo fundamental no es
lo que pensamos o expresamos sino lo que hacemos. Por sus actos los conoceréis. Recuerdo hace unos días una imagen que me
causó una fuerte impresión. Fue la salida de prisión para poder acogerse al Tercer Grado de Julián Muñoz. Días antes lo
había visto en televisión celebrando uno de sus múltiples juicios donde ya su
deterioro físico era alarmante. Ahora que la Justicia está dudando de si concederle o no la Libertad condicional sería deseable se le
aplique una necesaria dosis de misericordia. Todo para que dentro de su grave enfermedad
pueda pasar su última etapa existencial con sus hijas y su nieto. Este hombre
según propia confesión y sentencias en firme fue uno de los saqueadores de las
arcas públicas del Ayuntamiento de
Marbella. Ha pasado algunos años en la cárcel cumpliendo su condena y ya
tiene planeando sobre su cabeza la peor de todas: la fecha de caducidad existencial. No se trata de un asesino, ni un terrorista,
ni un violador, ni nadie con acusaciones de violencia sobre los demás. Es
simplemente alguien que, como tantos en nuestro país, creyó que el dinero de la
gente era más suyo que de la gente. No me interesa en absoluto aquel “Cachuli” de pantalones sobaqueros, pelo
engominado y que de manera displicente y soberbia se paseaba por “su” Marbella cogido de la mano de Isabel Pantoja. Me interesa ese hombre
ya mayor con una delgadez extrema como consecuencia de su enfermedad y que de
manera sincera y humilde pide perdón por las tropelías cometidas. La Justicia está para
aplicar las leyes y que los delitos sean condenados acordes con su importancia.
Pero si se mostrara inmisericorde perdería una parte fundamental de su
verdadero contenido social y democrático. La misericordia más que un año de
celebraciones debe –o debería- ser una actitud cívica que nos acompañe durante
toda nuestra existencia. Lo dijo doña Concepción Arenal hace ya muchos años: “Odia el delito y compadece al delincuente”.
Es verdad que en no pocas ocasiones, delito y delincuente, van cogidos de la
mano.
Juan Luis Franco – Viernes Día 22 de Abril del 2016
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