Regaron con agua bendita el
serrín de las tabernas. Pintaron de verde limón las rejas de las ventanas de
los callejones sin salida. Leyeron a Cernuda en voz baja y se acordaron del
Pali en la enea de las sillas de la Feria.
Torearon de salón en los salones de las plazoletas de cal y
geranios. En el otoño, emulando a Luis del Sol, regatearon con las naranjas amargas del
Parque a las hojas caídas en las veredas. Se embriagaron en los cines de verano
con las damas de noche mientras Tarzán llamaba a Chita a pleno pulmón. Emularon sin éxito los portentosos saltos en
el aire de las tardes de Nervión de Marcelo Campanal. Compartieron su primer
cigarrillo “Bisonte” entre amagos de vómitos y mareos pasajeros. Bailaron
“agarraos” con los sones de la música de
“Los Brincos” enredando cuerpos y almas. Abrieron surcos de libertad por calles
y avenidas bajo el amparo y la mirada de la Esperanza de todas las
esperanzas. Gastaron la moneda de la juventud sin tirarla ni guardarla. Unos dijeron
sin pensarlo dos veces un”Si quiero” y otros andan pensándoselo todavía. Abrieron
con aceite de linaza los postigos de la Ciudad para que salieran
para siempre las falsas palomas de una paz impostada. Al final, con el paso de
los años, todos mantenían una duda existencial: si para llegar a Él era mejor
hacerlo por Conde de Barajas o quizás por Cardenal Spinola. La duda siempre
flotará en el aire fresco de las tardes primaverales. Moneda de juventud
gastada entre besos de caramelos y caricias de terciopelo. Dioses juveniles sin
tiempo al amparo de la Torre Grande.
Juan Luis Franco – Viernes Día 1 de Abril del 2016
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