domingo, 8 de mayo de 2011

La luz crepuscular






Hoy domingo 8 de mayo termina la Feria de Abril del 2011 (la Bodeguita “San Lorenzo” instalada en el corazón de la Sevilla Eterna, y donde mora Aquel que todo lo puede, volverá a empezar el recuento de los Lunes que faltan para la Feria. Las “cosas” de Sevilla). Esto solo puede ocurrir en nuestra Ciudad: la llamamos Feria de Abril y la celebramos del 3 al 8 de Mayo. Son ya varios años los que no la frecuento –concretamente desde que mis hijas se hicieron mujeres y levantaron el vuelo de la dulce adolescencia- y cada año que pasa observo una mayor distancia entre los farolillos y mi persona. No es solamente una pose -muy sevillana y rancia por cierto- expresada con el latiguillo de: “yo es que no soy muy feriante”. No, posiblemente sea un distanciamiento que los años no han hecho más que acrecentar. En mi juventud viví Ferias plenas y gloriosas –fundamentalmente cuando estaba ubicada en el Prado- y bien está que hoy la disfruten aquellos que saben exprimirle su hermoso jugo de vida sevillana. A mí ya hace años que esta explosión festiva de luz y color me sobrepasa en cantidad y calidad. Sin dejar de reconocer que esta actitud nace de un posicionamiento poco proclive al bullicio y a la jarana programada. “Marco Acomodaticio” que dirían por el Arco de la Macarena o, los “joíos años que no pasan en balde” que comentaría el castizo. Dos de mis tres grandes amigos de mi etapa juvenil de “feriante” ya no están con nosotros y, el tercero, forma parte del clan de los ausentes del Real del que yo mismo soy un activo componente. Mala cosa es cuando empiezas a comprender que tu tiempo se va distanciando lenta pero inexorablemente del hoy imperante. Las Fiestas de los pueblos –aquí o en Pamplona- responden a unos elementos sobredimensionados y estereotipados de la realidad cotidiana. Nada –ni nadie- escapa a la época que le haya tocado vivir. En lo social, lo político, lo cultural, lo espiritual o lo lúdico todo queda condicionado por unos modismos programados por los ideólogos de turno. La Feria es variopinta y acorde con la Sociedad sevillana que le da forma y vida. Establecer sobre la misma sesudos estudios sociológicos, culturales y/o lúdicos es como soplar –para que se fueran- las negras nubes de la última Semana Santa. La Feria es una Ciudad efímera que dura siete días –posiblemente con el añadido de un par de fines de semanas anteriores- y que desaparece sin dejarle ningún sustrato positivo a la Ciudad. Obviando claro está sus posibilidades turísticos y/o comerciales y, por añadidura, el goloso “pellizco” que le proporciona a nuestro querido Ayuntamiento. Luego habrá de todo. Gente que se lo pasa de “Cine”; otros “regulín-regulán” y, aquellos que se aburren después –encima- de tirar “la casa por la ventana”. Todo sea por rendirle culto a la Diosa Apariencia. A los niños lo que de verdad les gusta es “la Calle del Infierno” y no las largas y pesadas estancias caseteriles. Hagan la “prueba del algodón” (y nunca mejor dicho) y pregúntenle a un niño después de abandonar los “cacharritos” si quiere irse a la Caseta del “Tito” (con su perenne y pesada media “papalina”) o volverse a su casa a jugar con la Play. La respuesta dejaría poco lugar a una duda razonable. En este recinto se dan cita desde los “amigos de Feria”; al doble juego de convivir con esposas y amantes; pasando por el roneo de “tiesos” con pretensiones e ínfulas de grandeza; suegras y cuñadas sin emparejar que nunca se cansan de Feria; negocios por cerrar antes que otros se les adelanten y, sobre todo, los retazos de verdad que Sevilla nos proporciona a través de la familia y la amistad. Este año, para más “inri”, con el complemento añadido de la proximidad de las elecciones municipales. Éramos…muchos y encima parieron los políticos. La vanidad y la autenticidad de las cosas juntas pero no revueltas.
Lo que ofrece pocas dudas es que de de nuestras tres efemérides más importantes: Semana Santa, Feria y Corpus, posiblemente sea bajo el cielo de farolillos donde mejor queda retratado socialmente el sevillano. Bajo un antifaz se inhibe y con el clavel en la solapa se exhibe.

La Historia de la Feria sevillana es reciente en el tiempo, y su declive actual va unido al devenir de una Sociedad –la sevillana- carente de pulso y maleada por incultos políticos oportunistas de todo signo y condición.

Puede que en su luz crepuscular esté la clave para situarnos y entendernos en nuestra actual novelería. Ignoramos nuestro pasado y nos dirigimos como “gallinitas ciegas” a un incierto futuro. La Feria es una efímera y hermosa pompa de jabón que se difumina entre las manos con la precariedad de los momentos insustanciales. Nada trae y nada se lleva pero, si no existiera, habría que inventarla. Sevilla sería menos Sevilla sin su Feria de Abril. La Ciudad para cerrar el círculo de la perfección necesitaba una cierta dosis de efímera banalidad y esa se la proporciona la Feria. Paralelismo en este sentido podemos encontrarlo en la inmortal Venecia y sus Carnavales.

Estamos instalados en la incertidumbre, pero eso si, “bailando” como trompos los cuatro palos de las Sevillanas. “Mírala cara a cara que es la primera…..”. Pero a esta Ciudad pocos quieren –queremos- mirarle de verdad la cara que tiene en la actualidad. El próximo 22 de mayo puede ser una excelente ocasión.

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