lunes, 2 de mayo de 2011

Tradición no es igual a inmovilismo



Los políticos sevillanos de izquierdas han configurado en los últimos años un discurso secular que trata –interesadamente- de cuadrar la siguiente e imposible ecuación: Tradición es igual a Inmovilismo. Posiblemente los dos –para mí nefastos- políticos de “izquierda” que dirigieron los destinos de la Ciudad en los últimos años, hayan representado la cúspide de esta demagógica maniobra de distracción de los verdaderos problemas que en verdad afectan a los ciudadanos. Cuando nuestro actual Alcalde “inauguró” las “Setas de la Encarnación” se despachó a gusto sobre el particular. Venía a decir que: “Esta obra quedará enmarcada dentro de los parámetros históricos de la Sevilla Eterna, a pesar de las criticas recibidas desde una Sevilla inmovilista y poco proclive a la modernización de la Ciudad” ¡Tira millas morena que vienen curvas! Es decir que, en versión monteserinesca, el enorme sobrecoste de este mamotreto; su dudosa ubicación y, su más que relativa utilidad forman parte de una campaña mediática de los “Depositarios de las esencias” de la Sevilla más rancia y conservadora. Sevilla, sin necesidad de entrar en la autocomplacencia, ni en un dudoso ejercicio de “ombliguismo patrio”, se nos presenta como una de las ciudades universales con mayor carga histórica. Pocas -por no decir ninguna- presentan un balance cultural y monumental de mayor o similar magnificencia que la vieja Híspalis. La Sevilla romana, mora, judía o cristiana simbolizó en España un crisol de civilizaciones, a la vez antagónicas y complementarias, que posibilitaron que por esta tierra encontraran su cobijo y también su desarrollo natural (también hubo “follones” y gordos pero esto va implícito con la condición humana). Los distintos periodos de la Historia sevillana están perfectamente estudiados, siendo numerosa y riquísima la bibliografía que así lo atestigua. Todo es cuestión de ponerse manos a la obra, y mostrar una cierta inquietud por saber de donde venimos y lo que fuimos (conozco sevillanos que te recomiendan fervientemente si vas a Toledo visitar el Alcázar de aquella Ciudad y, nunca han ido ellos a ver el suyo). Solo de esta forma podemos comprender lo que somos en la actualidad y así poder determinar lo que podemos a llegar a ser en el futuro. Una vez más el manido –pero verdadero- discurso de “conocer la –tu- Historia en profundidad para no repetir los mismos errores”. Pocas ciudades a lo largo de su Historia han sufrido tal cúmulo de tropelías y barbaridades como Sevilla. Fue derribado sin contemplaciones su recinto amurallado; las puertas del mismo; edificios emblemáticos de todo tipo y comercios que simbolizaban las más nobles tradiciones de la Ciudad. Siempre actuó la piqueta bajo la sacrosanta consigna de la ¡modernidad! Todo ha girado siempre en torno a una falsa dualidad: el discurso tradicionalista (los rancios inmovilistas) y, el que dimana del modernismo (los vanguardistas envueltos hoy en el halo de la progresía). Interpretar el cauce de un río poniendo el énfasis en una sola de sus orillas no es solamente erróneo, sino que cae inevitablemente en el terreno de la perversión. Sevilla ha tenido desde la entrada de la Democracia distintos alcaldes de distintas filiaciones políticas. Los ha habido buenos (pero a tiempo parcial); regulares y nefastos hasta la saciedad. Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, Málaga o Bilbao, por citar algunos ejemplos de grandes ciudades españolas, ya han disfrutado –o disfrutan- de buenos alcaldes a tiempo total, “full time” que dirían los ingleses. Sevilla tiene pendiente esa asignatura, y veremos si la persona que salga elegida dentro de ya pocos días reúne esas condiciones. ¡Por los clavos de Cristo –el del Amor- no más Pactos de Progreso!
Los años y las muchas cosas perdidas son ya irrecuperables, pero queda todavía mucha Sevilla por conservar y muchos avances por desarrollar. Urge de manera perentoria sacar a Sevilla de la UVI.

Si queremos introducirnos en la modernidad afrontemos el tremendo Paro que nos azota; frenemos el vandalismo permisivo que nos invade; emprendamos de manera racional la tan cacareada y secularmente pendiente vertebración de la Ciudad; su movilidad; su Cultura pasada, presente y futura y su…..para que seguir. Nuestras tradiciones, costumbres y monumentos no son solo formas anquilosadas del pasado, ni tampoco fotos apresadas en hermosas postales. Son –ni más ni menos- el vínculo que nos ata a nuestros ancestros y nos convertirán en eslabones eternos de esta hermosa cadena sentimental al que los ingleses denominan “Seville”. Un nazareno del Amor viajando en la Línea 2 del Metro camino del Salvador podría ser una manera de unir tradición y modernidad.

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