“No temáis a la grandeza;
algunos nacen grandes,
algunos logran grandeza,
a algunos la grandeza les es
impuesta
y a otros la grandeza les queda
grande”
- William Shakespeare –
La grandeza, ser grande en cualquier parcela de la vida o de una manera
integral, es algo que con las coordenadas actuales está seriamente devaluada.
En Sevilla cuando queremos halagar a alguien por la vía de la ojana siempre
rematamos con un: ¡Que grande eres
tío! Hoy parece ser que la grandeza
está íntimamente ligada al acopio de fama o dinero (o ambas cosas a la vez). La grandeza de las personas en cuanto a sus
valores éticos-morales-culturales-artísticos y sus comportamientos sociales se
refiere ocupan un segundo o tercer plano. Más que nunca toma parada y fonda el dicho
antiguo de tanto tienes tanto vales. En cuanto a la grandeza se refiere el día a día nos ofrece cientos de ejemplos
realmente contradictorios. Personas que, sin pretenderlo, por su condición
humana y sus intrínsicos valores artísticos-intelectuales-morales son grandes y
otras que, a pesar de buscar denodadamente la grandeza, nunca terminan de
encontrarla. Lo triste es que los parámetros de la grandeza están tan
mercantilizados que tan solo aparecen en el ranking los escogidos por los gurús
mediáticos. Unos viven obsesionados por conseguir y permanecer en la grandeza y
otros tan solo tratan, a través de sus obras, de entregar sus vidas a los
demás. Aparte de una supina estupidez debe ser tremendamente aburrido estar
todo el día preguntándote si eres grande o no. Al final, en lo físico, ser grande y no
llamarte Pau Gasol resulta un
verdadero coñazo. Sevilla es una isla
de grandeza hacia donde, de manera compulsiva, siempre se dirigen remando un
montón de figurones. Nunca, afortunadamente, terminan por llegar.
Juan Luis Franco – Miércoles Día 28 de Octubre del 2015
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