“Amores que se han querío
y se encuentran por la calle
o se hacen un desaire o se
mudan de color: por dentro
sufren los dos”
La vi, me vio y nos vimos. Todos tenemos, o debíamos tener, un gran
amor a lo largo de nuestra vida. Que
tome forma o no siempre dependerá de eso a lo que llaman voluntades y
circunstancias. Me la encontré una
mañana de septiembre por la sevillana calle Jovellanos
justo en la puerta de la Capillita de San José. Aquella muchacha rubia, hermosa y risueña de
mi juventud hoy era una estupenda mujer madura a quien la vida, como con los
buenos vinos, no había hecho sino mejorar con el paso del tiempo. Hacia muchos
años que no tenía noticias suyas y daba por hecho que incluso ya no viviera en Sevilla. En la puerta de una floristería
de nardos y claveles nos besamos fraternalmente como dos amigos que un día
orillaron para siempre el derecho al roce. Allí estuvimos hablando diez cortos
minutos con la sensación (al menos por mi parte) de que donde hubo candela
rescoldito queda. Vivía desde hacia mucho tiempo en un pueblo del Aljarafe y
hoy era un esplendida abuela venciendo el paso de los años. La vida la había
tratado de bien para arriba y, parece ser, Dios algunas veces acierta
repartiendo dones y virtudes. Me dijo que, acompañada de uno de sus hijos, baja
cada tarde de cada lunes del año a visitar a La
Candelaria. “Candela
del Martes Santo / faro de barcos perdíos
y bálsamo pa el quebranto”. Lo
nuestro no pudo ser o quizás ninguno de los dos quisimos que fuera. Éramos
demasiados independientes y jóvenes como para acometer ataduras de inciertos
recorridos. Nos despedimos como dos viejos amigos que una vez convivieron en
armonía compartiendo espacio y tiempo. Un recorrido sentimental entre su calle Levies y mi calle “Condibarra” que un día ya lejano llegamos a recorrer juntos. Un
baile dominguero que toma forma en una canción de Cliff Richard o Gianni
Morandi y que se cuela placida y amorosamente por el túnel de San Bernardo. Los besos perdidos en el aire con un
soniquete de vieja campana. Amores perdidos que un día se encuentran por la
calle.
Juan Luis Franco – Viernes Día 23 de Octubre del 2015
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